Recuerdo 8 - El precio de la Heredera

42 4 0
                                    


—¡NO!

El avión abandonó el suelo llevándose consigo mi esperanza y la única alegría genuina que había tenido en la vida... la que formé sin darme cuenta... y destruí a propósito, sin saber aún lo que era para mí.

Frené la moto al darme cuenta de que ya era inútil perseguir el avión, pero por no tener cuidado de la velocidad ni de la dirección terminé derrapando y cayendo sobre la pista de despegue.

Sentí mi cabeza golpear el suelo con dureza.

—Agh...

Apoyándome con mis brazos ensangrentados por haber amortiguado mi caída, traté de ponerme en pie.

—Maldita sea...

No dio resultado.

Escuché a los guardias y personal del hangar correr hacia mí gritando y preguntando si estaba bien.

—Esmeralda... no te vayas.

━━━━━━ ◦ ❁ ◦ ━━━━━━

—¿Tea ya se marchó?

—Sí, señor —contesté cortando el teléfono— su avión acaba de despegar del hangar de la familia. Debería llegar a Londres a las 9 p.m

—Bien...

Decidí guardarme el incidente de su segundo nieto en el aeropuerto para no empeorar más su estado de ánimo que de por sí ya estaba bastante decaído por tener que dejar ir a su nieta.

—¿Señor? ¿Está... está usted bien con que su nieta se vaya tan lejos? —me atreví a preguntar.

Guardó silencio por unos segundos.

—No es importante si estoy bien con esta situación o no, Jesper...

Se frotó el entrecejo.

—Lo más importante ahora es que es mi deber garantizar la seguridad de mi nieta y sucesora... no sabemos si el desgraciado mandará a otro asesino o cuándo lo hará.

—Fue la mejor decisión, señor.

—Nadie sabe a dónde se dirige Tea ¿verdad?

—No, mantuve todo en secreto como lo ordenó. Las únicas personas que lo sabemos somos nosotros.

—¿Y el piloto? ¿Sabe a quién está llevando?

—Solo sabe que es un miembro de los Persa.

—Muy bien... nadie debe enterarse de a donde se dirige Tea.

Suspiró.

—Ahora... solo en Londres estará a salvo.

━━━━━━ ◦ ❁ ◦ ━━━━━━

—¡Díganle al piloto que vuelva de inmediato!

—Lo siento, señor, pero no podemos hacer eso —musitó el empleado con la cabeza gacha.

—¿Estás negándote a obedecerme? ¡¿tienes idea de quién soy?! —grité furioso— mejor haz lo que te digo ahora o me encargaré de que te quedes en la calle hoy mismo.

—Señor, yo solo...

Una mujer de cabello negro y ojos oscuros dio un paso adelante cubriendo a su compañero y me miró fijamente con una valentía que se me hacía familiar.

—Señor, lamentamos haberlo importunado, pero no hay nada que nosotros podamos hacer —sentenció con firmeza— al venir aquí a gritar y amenazar solo interrumpe nuestro trabajo.

La Vida que nunca soñéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora