Recuerdo 10 - ¿Dónde?

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"¿Cómo voy a encontrarte?"

—¡Aiden! —susurró más fuerte logrando que esta vez le tomara atención al fin.

—¿Qué quieres Samir? —pregunté de mala gana.

—¿Puedes al menos fingir interés? Estamos en la misa de honor para nuestro abuelo.

—Déjame en paz, si tuvieras opción ni siquiera estarías aquí.

Volví a hundir mi mirada en la pantalla del celular donde buscaba contactos que pudieran ayudarme, cuando de pronto Samir me lo arrebato con discreción, tuve el impulso de gritar que lo devolviera, pero logré contenerme a tiempo obligándome a recordar el lugar, atestado de gente de toda la alta sociedad, en el que estábamos.

—Dámelo —dije con la paciencia al límite, estaba teniendo uno de mis peores momentos y Samir estaba suplicando que lo convirtiera en el saco de boxeo perfecto para desahogarme.

—Estamos en la misa del abuelo y mientras estemos en público no te permitiré manchar el nombre de nuestra familia con la imagen de un nieto insensible que solo puedo pensar en cómo traer a la mujer de turno de vuelta.

Esta vez controlarme no fue ni siquiera una posibilidad y con la máxima discreción que pude disimular lo tomé del cuello del saco.

—Vuelve a hablar de Tea... y dejaré el apellido que tanto defiendes en el lodo.

—Tú no...

—¿Lo haría? —completé sonriendo— pruébame, Samir... la única razón por la que no he perdido los estribos hasta ahora es por Tea, porque debo encontrarla. Así que es mejor para ti que no provoques a un hombre que ya no tiene nada que perder.

Hecha mi amenaza Samir me dejó tranquilo y la ceremonia de mi abuelo transcurrió sin mayores problemas.

Apenas terminaron de dar sus discursos y honores, salté de mi asiento y salí del lugar mientras los flashes de las cámaras me cubrían de pies a cabeza para hacerme protagonista de alguna revista donde criticaran mi actitud, pero eso poco me importó.

Habían pasado tres días del fatídico suceso y del entierro privado en el bosque. La prensa ya había sido informada del cáncer que acabó con la vida del presidente de los Persa y el país entero lloraba su muerte como si de un mismísimo rey se tratase.

Hospitales, escuelas, gobiernos, todos rendían homenaje al gran hombre que él fue para el mundo, mundo al cual ahora había abandonado dejando un vacío que sería difícil o imposible de llenar.

Mis hermanos habían vuelto del extranjero para el funeral, aunque en realidad todos sabíamos que la verdadera razón era el tan anhelado testamento, el cual no podía ser abierto hasta que pasara una semana entera del deceso y hasta ese momento solo tres días habían transcurrido, en los cuales no hice otra cosa que no fuera hallar la forma de averiguar el paradero de Esmeralda, que no había vuelto ni siquiera para el entierro, hecho que me asustaba más de lo que ya estaba por mis... sospechas sobre su repentino viaje.

—Les estoy diciendo que les daré una buena compensación, y que no serán perjudicados, solo quiero saber a dónde se dirigía su avión.

—Lo sentimos, pero no podemos darle esa información.

Ya era la sexta vez en el día que me negaban respuestas. Sin importar a donde fuese; aduanas, aeropuerto, migraciones; nada daba resultado. Esta gente defendía el secreto como si sus vidas dependieran de ello.

—No hay ningún problema con que me lo digan a mí, Tea Persa es mi hermana, solo quiero saber dónde está porque estoy preocupado por ella.

—Aún así no podemos decirle nada.

La Vida que nunca soñéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora