Recuerdo 12 - Mentiras convincentes

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"Mentiras se quedan como mentiras... aunque el mentiroso jure que son verdad"

 aunque el mentiroso jure que son verdad"

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—Entonces... mi médico me recetó esas jeringas con calmantes en caso de que sufriera un colapso nervioso y al verme en ese estado me las inyectaron ¿es eso?

La azafata asintió bajando la mirada.

—Bueno, entonces tengo que...

—¡Por favor no nos despida! —pidió con vehemencia haciendo una reverencia de noventa grados, me pregunté si lo hacía porque así la habían instruido o porque, según los rasgos que veía, era asiática— En ningún momento quisimos lastimarla, solo entramos en pánico y...

—Pero yo no...

—¡Le ruego nos perdone! Debimos ser más cuidadosos, nuestro piloto dijo que hablaría con usted inmediatamente luego de aterrizar, ya que ahora no puede salir de la cabina.

Miré de reojo las ventanas de la habitación y pude ver como se extendía el océano Atlántico en cada una de las fronteras y supuse que era por esa razón que el piloto no podía salir.

—Trataba de decir que no hay ningún problema —aseguré con palabras apagadas por lo cansada que me sentía. Volví a tomar asiento dejando escapar un gran resoplido— no te preocupes.

—¿No... no nos despedirá?

—No —musité cerrando los ojos por un momento rindiéndome a la horrible jaqueca que empeoraba a cada minuto— no hicieron nada mal ¿por qué deberían ser despedidos?

Su cara era realmente un poema, parecía que estaba viendo a alguna especie de unicornio o duende. Seguramente debía parecerles extraño que alguien en mi "posición" no reaccionara de forma soez, pensé.

—Pueden estar tranquilos, no haré nada en contra de ustedes, de hecho... debería agradecerles.

"Impidieron que cometiera un gran error"

Fruncí el ceño al recordar que hace unas horas estaba totalmente convencida de que quería bajar del avión para volver con ese...

—¿Señorita?

Suspiré.

—¿Se encuentra bien? Tal vez los calmantes le hayan afectado, el doctor nos dijo que, si sufría de vómitos, dolor de cabeza o desmayos debíamos darle una...

—No, no —le corté— estoy bien, solo quiero descansar.

—Ah, por supuesto, entonces me retiraré.

Asentí.

Ella se dirigió hacia la puerta con decoro y cuando estaba a punto de salir no pude contenerme más.

—¡Disculpa!

Se detuvo.

"Carajo, Esmeralda"

Rechiné mis dientes apretando mis puños.

La Vida que nunca soñéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora