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A Julian le gustaba todo lo que tuviera que ver con deportes: el fútbol, la natación, era maratonista y también practicaba boxeo. Dentro de todo eso también le gustaba yo. El por qué aún lo sigo descifrando. Yo tenía muchas razones para enamora de él: hablaba mucho no sólo con palabras, lo hacía con los ojos, con sus manos... era bastante extrovertido, venía bien porque a mí me gusta escuchar. Un golden retriver que quiere jugar todo el tiempo y se emociona cuando la bolsa subía así como se airaba cuando andaba baja, siempre estaba al pendiente del dólar y como nunca en mi vida me enteraba de lo que pasaba en el mundo porque veía y me contaba religiosamente las noticias todos los días. Nunca se quedaba sin tema de conversación porque la economía y la política siempre daban de qué hablar. Era bastante bueno en su trabajo, el típico empleado del mes: todo el mundo lo quería y siempre hacía favores, es curioso como muchos hombres se sienten realizados cuando pueden ser útiles. A las cansadas acepté, Julián me invitó a salir muchas veces, tenía cada idea bizarra; me gustaba la atención pero me iba con cuidado, Julián parecía ir muy en serio con respecto a lo que podía pasar entre nosotros y yo no estaba segura. Aún con eso le dije que sí.
Meses después le confesé que para esa primera cita me fui a comprar ropa para usar ese día, me hice las uñas y dos días antes no me lavé el cabello para tenerlo lindo, uno le mete producción, decía que no quería algo serio pero en acto todo era muy en serio.
-Lo primero que pensé cuando bajamos del primer juego es que ya se había ido todo a la mierda.
-Sí me asusté mucho, en mi vida había ido a un parque de diversiones.
-Casi me arrancas el brazo.
-Perdón, fue por los nervios.
-Me gustó que te aferraras a mí.
Así fue, sentía que podía quedarme en esos brazos.
-La verdad cuando me dijiste que nunca habías subido a una montaña rusa lo ví como una oportunidad de mostrarte mi gallardía y protegerte tal cual escudo.
-¿Lo tenías todo planeado?
-Más o menos, ahora que lo pienso fue muy estúpido y muy adolescente, debí de haber sugerido alguna cena aburrida en algún lugar aburrido y tener una platica aburrida.
-Eso suena más a algo que yo haría.
-Pero aceptaste, ¿no?
-Fuiste muy insistente.
-Es mi virtud y maldición, soy muy necio cuando quiero algo.
-¡Aún así no me besaste!
-¡NO SABÍA SI PODÍA!
-Muy necio pero para otras cosas muuuuy lento.
-No soy lento, soy respetuoso, un caballero, el último de los románticos.

Julián en una palabra era movimiento, siempre fluctuante, innovador y tenía una conexión envidiable con su cuerpo no sólo por el ejercicio sino que sus movimientos eran bastante animales: la espalda, la espalda ancha, danzando entre lo brusco y lo sutil. Me llevó a escalar cerros, me metió al gimnasio y me hacía tomar mínimo dos litros de agua al día.
Enamorarse de Julián se sentía bien y sencillo, estaba demasiado ocupado siendo suya pero, siendo honesta, habían cosas que comparaba y contrastaban mucho con lo que veía en Tristan y me gustaban: un chico blando, sensible, comprensivo... como si fuera escrito por una mujer.

Fue en ese tiempo en el que por primera vez me empecé a dar cuenta.

TristanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora