13

22 0 0
                                    


Se escuchaban sólo las olas rebotando y unas cuantas aves en la orilla de la playa. Estaba tan relajada, decir éstas cosas no requieren esfuerzo pero se dicen con cuidado, con pinzas y mano quirúrgica.
-¿Cuándo lo notaste?
- No sé, creo que no quería verlo pero éstos últimos meses lo he pensado... ¿tú?
- Cuando teníamos diecisiete y pasábamos horas en tu cuarto.
Chasqueo la boca, se quedó pensando un momento y siguió:
-No sabes lo difícil que fue el controlar querer tomarte a besos y hacerte mía. Pero yo ya era tuyo, eso me lo dijo mi madre.
- Deseo.
- Sí.
- En el hospital de golpe me di cuenta que algún día lo sabrías y eso me dolió. No quería que ya no me necesitaras.
- Yo tampoco quiero, por eso me aterra esto, y por eso te escribí. ¿Cómo voy a hacer esto sin ti?
- Lo harás, como lo has hecho siempre. La realidad es que tú nunca me has necesitado. Todo lo has hecho tú sola, siempre. Pero ya no lo estás; Cariño, Julián, éste bebé... ahora tienes una familia y a mí cada vez me llamarás menos.
- Vamos a la orilla.
-¿De la playa?
-¿De dónde más?
-No sé qué tan buena idea sea... puede estar helada.
-No lo sabremos hasta que la toquemos.
Tristan se rió. Me incorporé de la arena y me reí al ver la forma de mi panza y mis pechos. Nos acercamos poco a poco a la orilla y al sentir el agua en mis pies en realidad no estaba taaaan fría.
-Lo siento, no podrás morir de hipotermia aún.
-Mierda, yo que tenía muchas ganas. Nos metamos un poco más.
-Entre más entramos se siente más fría.
-Es que necesito hacer pipi ¡y la arena ya estaba muy mojada!
-Hasta la cintura ¿OK?
-OK.
Nos adentramos más, las aves revolotearon alrededor de nosotros y poco a poco el agua empezaba a estar menos fría. Silencio. Silencio absoluto. Sólo el sonido del mar, el agua, eso era Tristan para mí, agua. Calma.
-¿Cómo?
-Encontrarás la forma, la encontraste conmigo.
-¿Pero cómo?
Tristan me lanzó una sonrisa como muchas veces en mi vida, sólo con eso lograba consolar todo dentro de mí.
-Sólo dale muchos abrazos.
Sonreí.
-Te buscan.
Tristan alzó los ojos a lo lejos con vista a las personas próximas a nosotros. Era Julián viendo los rostros de extraños en la playa buscando a alguien, a mí.
-Sí que es terco. Pero eso es bueno.
-¿Lo estás elogiando?
-Cállate.
Ambos reímos. Alcé el brazo para llamar la atención de Julián a lo lejos y lo moví de menos a más rápido. Al fin Julián me vio y se acercó poco a poco. Conforme se acercaba podía ver su rostro, traía los ojos rojos e hinchados.
-Tiene cara de tonto, es lindo.
Julián empezó a correr y me gritó:
-¡Tristan!
Me abrazó, lloró y no recuerdo que más me dijo. Pero nunca voy a olvidar que al salir del mar voltee hacia atrás y vi las huellas en la arena desvanecerse por las olas.

TristanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora