9

31 1 0
                                    


Vestir "ropa formal" siempre me hizo sentir extrañeza y eso que trabajaba en un espacio burocrático de oficina: pase más de tres horas arreglándome el cabello para recogerlo y planchando la ropa, bien sabe Dios que nunca plancho. Tenía la necesidad de dar la impresión de una persona adulta centrada, responsable y lo primero que asocié fue usar tacones de punta incomodísimos pero preciosos, una falda con corte lápiz azul marino por debajo de la rodilla y una camisa celeste mangas ¾ por dentro. Para mí "verme como adulto" es un lastre que, aunque necesario, no deja de ser un lastre.
-Es la primera vez que nos vemos en persona, ¿correcto?
-Sí, mucho gusto.
-Mucho gusto, Julián. Éstos son billetes bastante viejos, de hace unos 20 años tal vez.
-Mi madre me los dio hace mucho.
-¡Qué generosa!.
-Supongo que sí.
-¿Gustas ir a un lugar menos formal que el banco?
Contacté a mi banca desde hace un año para invertir el dinero que me había dejado mi madre, escuché que las tazas de interés estaban en aumento y mi asesor, Julián, me citó para explicarme las proezas y riesgos de ello. Nunca sentí necesario el verlo en persona, adoro la virtualidad de hacer todo tipo de trámite en línea y por llamadas telefónicas pero tenía meses encerrada, valió toda la pena el verlo, era un hombre muy atractivo, no precisamente guapo pero de esas personas magnéticas que no puedes dejar de ver y escuchar, claramente portaba muy bien la etiqueta de vendedor.
Después de esa discusión con Tristan los días, semanas y meses siguientes lo llamé sin falta por teléfono muchas veces y lo llené de mensajes y no me contestaba, le dejaba hasta ridículos mensajes de voz y tampoco había respuesta. Hasta el punto que simplemente marcaba porque tenía un momento de ocio o no tenía nada más que hacer, era más un ritual que una esperanza. Recuerdo muy bien cierto viernes por la noche, después de una jornada pesada en el despacho pasé a una vinatería, otro ritual que dejaba para cada viernes. Llegué a casa y antes de tomar un baño volví a marcarle a Tristan mientras me quitaba la ropa. Contestó. Lloré de la emoción, se resbalaba en mi voz.
-Bueno, ¿Tristan?
- ...
-¿Estás ahí?
-Hola.
Su voz era suave y tranquila para mi corazón.
-Hola, gracias por responder.
-Perdón...
-No te preocupes, honestamente no esperaba que contestaras ya.
-No, no por eso... lo que te dije en el hospital, no estuvo bien.
-Estabas enojado y con justa razón, yo lo entiendo.
-No, no estuvo bien. Tú estabas es una posición vulnerable y yo no te cobije, sólo te juzgué.
- ... nunca te había visto así.
- Yo tampoco. Aún me hace pregunta y también me es raro el por qué reaccioné así, no sé qué movió en mí.
- Está bien, pasó.
-No te había respondido porque quería explicarme y disculparme debidamente pero honestamente no tengo nada, sólo me sabe mal estar así contigo. No quiero. Te quiero.
-Yo también te quiero.
-Aunque también entendí algo.
-¿Qué cosa?
-Que tienes razón, debo dejarte vivir tu vida.
-Mira, yo también estaba moles-
-Escúchame, tienes razón, tú te conoces mejor que yo a ti, y lo acepto, ya no me voy a meter.
- ...
-No me voy a meter a menos que tú me llames, se me ocurrió una idea brillante.
Su tono de voz paso de ser de la de un niño herido a un niño juguetón y travieso, era Tristan otra vez. No pude evitar reírme.
-A ver Da Vinci, habla.
-¿Te acuerdas de cuando te ponías a leer hentai de tipos garchando?
-¡Oh dulce juventud! Inolvidable, sí.
-¿Recuerdas esos en los que los sumisos tenían palabras de seguridad?
-¿Me estás pidiendo que tengamos una palabra clave?
-¡Sí!, ¡Sólo podrás usarla cuando realmente quieras que esté contigo!.

TristanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora