1

544 93 158
                                    

Kim Namjoon fue instruido desde pequeño por su padre con meticulosa precisión hacia lo que sería el trabajo de su vida: encargarse de los negocios sucios de la compañía familiar.

Namjoon no recordaba haber tenido quejas sobre la forma en la que fue criado. Cuando cumplió 15 años su padre lo llevó a conocer el embarcadero donde las operaciones más grandes y valiosas para la empresa se llevaban a cabo.

Barcos enormes custodiados por docenas de hombres armados eran cargados de cajas sin marcar por trailers negros. El destino principal de dichos barcos era el resto del continente. Namjoon no estaba seguro de lo que transportaban, pero sabía que, en palabras de su padre, "era la base del éxito familiar."

Nam solía caminar junto a su padre por el muelle, en silencio. Dos hombres Alfas que vigilaban desde lo alto que las cosas se hicieran según su mando. En aquel entonces, el pequeño Namjoon no podía más que sentir que su padre le miraba con orgullo y aquello encontentaba su corazón.

Una cierta noche, el heredero de Illjoon, conoció al hombre que cambiaría el rumbo de su destino.

— Presidente Kim. —Un hombre vestido en un traje completamente blanco saludó a su padre en las oficinas del muelle.

— Señor Park —su padre había contestado el saludo con una sonrisa que Namjoon no sabía que el mayor de los Kim era capaz de esbozar. 

Una mueca cargada de diplomacia y astucia.

— ¿Es este su muchacho? —Preguntó el señor Park al notar la presencia de Namjoon.

— Así es. —Illjoon, su padre, colocó una de sus pesadas manos en el hombro de Namjoon, animándolo a ofrecer una reverencia para el hombre canoso vestido de blanco—. Le muestro un poco del negocio. Espero que él se encargue de sus proyectos en el futuro cercano, señor Park.

El señor Park Jihoon extendió una de sus manos hacia Namjoon, y el joven adolescente la estrechó de forma firme.

— Seremos grandes socios, muchacho. Incluso, podría nombrarte mi heredero. ¿Qué opinas?

— Será un honor, señor —respondió el chiquillo de piel bronceada.

Así fue como, unos cuantos años más tarde, a la par de una vida universitaria, Kim Namjoon fue entrenado para operar estratégicamente el transporte de cantidades obscenas de drogas dentro y fuera del país para la mafia que durante tantos años había sido patrocinadora del complejo KMJ.

La segunda hija de Kim Illjoon, Kim Jeong (la hermana menor de Namjoon apenas por un año), estaba destinada a ser el rostro público del conglomerado KMJ. Una mujer modelo que comenzó a involucrase en los negocios y la política empresarial desde que Nam tenía memoria.

Juntos, los hermanos Kim formaban el equipo perfecto para mantener el control del mercado negro y el mundo empresarial. 

El linaje de los Kim del este, una vez más, demostraba ante los demás que eran los favoritos de Dios.

[...]

Kim Namjoon se describía a sí mismo como un hombre determinado y capaz. Capaz de asumir sus responsabilidades. Capaz de liderar, solucionar, sobresalir y dominar. Capaz de mantener la cabeza fría, incluso frente a situaciones inesperadas.

Como aquella tarde de verano que había sacudido por completo a la familia Kim.

Aquel día en el que alguien había intentado asesinar a Kim Illjoon, el presidente del conglomerado KMJ.

El atentado había tomado lugar una noche en la que una carga importante de metanfetaminas sería trasportada hacia Japón. El señor Illjoon no acostumbraba a asistir a esa clase de eventos, sin embargo, algo lo había orillado a estar ahí aquel día.

Guerra. [NamJin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora