Las extremidades de Fahrenheit se desparramaban por el sofá. Sus ojos orbitaban embriagados de un lado al otro, con los párpados pesados arrastrándose por el aire, casi como si el mismo fuese espeso.
De pronto, bruscamente la puerta del departamento se aporreó contra la pared, abriéndose.
—Hola Blue.—Dijo Sorah, entrando apresurada, con un montón de bolsas encima recargadas en su pecho, casi a punto de caérseles.
Fahrenheit contestó con una respiración forzada poco sonora.
—Dios Blue, ¿Estás drogado otra vez?—Exclamó exaltada Sorah mientras forzaba contacto visual desde muy cerca. Volteó hacia la mesilla de café. Una tableta de Benzodiacepinas vacía destacaba entre los tantos cachivaches.
—Volviste a tomar en exceso esa porquería.— Sorah revoleó la tableta vacía por la mesa, casi golpeándola, como si fueran culpa de las pastillas y no de Fahrenheit por excederse de nuevo.
—A vos te encanta caer en coma, hermano.—Se exaltó más todavía mientras corría neurótica por el departamento vaciando las bolsas y acomodando. Había traído comida y productos de necesidad básica. Cada tanto Sorah sabía, como si tuviera algún tipo de sexto sentido que Fahrenheit necesitaba algo y ella iba a intentar “revivirlo”. O al menos, mantenerlo con vida una semana más.
—Che, pelotudo... Contestame. Me estás preocupando. Eu.—Chasqueó sus dedos frente a sus ojos intentando buscar una reacción o respuesta.
Fahrenheit movió después de unos 10 segundos lentamente sus ojos que estaban clavados en una de las esquinas de la pared del departamento. Viajó lento hasta los ojos de Sorah.
—¿Entendés que me dejó...?— Dijo casi murmurando, Fahrenheit.
—Pero la puta madre. Otra vez por ese pelotudo.—Sorah protestó palmeando sus muslos.—Por dios, de qué vale. Se arruinó la vida solo, no te la arruinés vos también. Mirá cómo estás. Siempre en busca de afecto, detestás quedarte solo pero después te caés así como ahora y no hay quien te encuentre. Hace 3 días que no me contestás los mensajes pedazo de estúpido.—Ella continuó acomodando la comida en la alacena y guardando el desorden.
—¿Desde hace cuánto que tenés esto? Esta ropa huele a muerto.—Agarró una sudadera que estaba tirada por ahí sobre una silla.
—Mirá el piso, Blue. Miralo.—Señaló todo lleno de polvo y mugre.
—Pará. ¡¿ESO ES SANGRE?! Cortala. Me estás cargando Blue, hace dos meses que no vengo nada más.— Vociferó la pelirroja. Se movía inquieta de un lado al otro intentando arreglar lo que podía pero el mismo Fahrenheit sabía que poco y nada era lo que quería saber Sorah de la situación.
Juntaba papelitos de papel higiénico tirados por el piso, algunos llenos de manchas de sangre y otros con «andáasaberquécosa».
—Dejá de fumar tanto.—Protestó.
—Mirá quién habla...— Murmuró el muchacho arrastrando su cabeza por los almohadones del sofá.
—Sí. Pero yo fumo de vez en cuando, cuando salgo. Vos no salís con amigos. Te quedás acá encerrado y te bajás uno atrás de otro, te metés un Clonazepam y luego le metés un trago a cualquier mierda alcohólica que tengas por ahí. ¿Te parece eso vida? Te estás matando.
—No sé.—Dijo con un tono más claro, Fahrenheit.
—Ya sé que te dije cosas horribles en un pasado, Blue...—Sorah se sentó al lado de él lentamente, mientras “calmaba los humos”, hablando más despacio.
—Pero no es en serio. No quiero que te mueras. Lo que pasa es que yo me odiaba demasiado. Nunca quise hacerte daño. Ya no sé qué traerte o darte para que estés bien. Siempre te me vas a los excesos.—se tomó una pausa para pensar, estresada por no poder manejar como querría la situación—Ya vas a ver que vamos a salir de esta. Las personas no valen de nada.—
Sorah le acarició la pierna a Fahrenheit en un intento de consuelo.
—Dejalo. Soy un caso perdido. Siempre fui así. Ustedes me estuvieron bancando toda mi vida y nunca pude vivir por mi propia cuenta.—Respondió quebrándose. Apartó la mirada y se dio vuelta en dirección contraria. Se acurrucó en posición fetal y se abrazó a sí mismo. Ya no tenía sentido, pensó el muchacho. Salir del bucle para él no valía de nada si ahí afuera no había nadie que lo entendiera o quisiera acompañarlo. Ella lo rodeó con sus brazos y apoyó su cara en su espalda. Un suspiro de resignación salió de Sorah y en el mismo se desvaneció su presencia.
Fahrenheit estaba solo, en un departamento sucio, lleno de polvo y olor a cigarrillo barato. El dolor físico ya no dolía y sólo había vacío.
Según él, esos eran los peores momentos.
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Fahrenheit and the universe.
PoetryMr. Blue Fahrenheit es un personaje que está basado en parte de la psicología personal de una persona diagnosticada con TID y TEPT. Muchos escenarios están basados en hechos reales pero no en su plenitud. Muchas cosas quedan en interpretación del l...