Debajo de todo el mundo, los sonidos se distorsionan, y él desapareciéndose, sin respirar, se mantiene suspendido entre la nada misma. Volviéndose hacia arriba, inhaló todo lo que le faltaba. Era penoso para él, darse cuenta de que siempre fue él mismo. Se sentía incomprendido, a pesar de tener apoyo. Al final, nunca había nadie ahí. Estaba harto del daño, del egoísmo. Sus manos flotaban entre el agua y sus pulmones intentaban acostumbrarse otra vez. Estaba cálido, la inédita llovizna se percibía a lo lejos. El resto de la casa se mantenía en perpetuo silencio. Un silencio agradable. Se miró los brazos, enrojecidos, llenos de cicatrices, algunas más nuevas que otras. Estaba decidido en terminar con la rutina. Tal vez así podría estar bien.
El muchacho se incorporó, buscando entre todo el vapor una toalla seca. El shock de temperatura de una habitación a otra lo hizo temblar. Eso, o tal vez lo que estaba pensando en ese momento. Agarró el celular y contestó:
“Estoy bien, Faith. Sólo tengo un pequeño tema pendiente que solucionar. Nos vemos más en la madrugada. Tengo buenas noticias.”Había pasado muchísimo tiempo desde que Fahrenheit no decidía vestirse formal, menos con traje. Nunca elegía cuidar su imagen, porque de todas formas no le importaba. No usó corbata, pero se abrochó el saco. Su pelo aún goteaba, mojando algunos muebles y el piso de madera mientras pasaba. Una forma un poco caótica para vestirse, dirían. Fahrenheit marcó en su celular, titubeando entre cada número con su índice. El tono sonó 3 veces, y luego contestó.
—Hey, uhm. Encontré lo que buscabas, te lo llevo a tu casa, ¿Sí? Estoy de paso, tengo que ir a otro lado. En 15 minutos llego, ¿Bajarías y te lo doy?—Dictaminó con demasiada confianza y tranquilidad. Una respuesta afirmativa y una despedida breve bastó para que comenzara acordonarse los zapatos y se pusiera su abrigo.La lluvia casi desaparecía, un par de gotas se escapaban de vez en cuando, mientras su aliento se mezclaba con el frío. Alcanzó un taxi, y recargó su rostro en la ventanilla. El conductor tenía música, alguna canción que había escuchado por ahí alguna tarde del mes. Era tranquila, bonancible. Su corazón cada vez sonaba más fuerte, y la canción, lo intentaba ayudar, sin éxito. Le dejó propina, y se bajó. Fue un viaje prácticamente corto, las calles estaban vacías. Nadie habría querido salir con la semejante tormenta que había hace unos minutos atrás. Llegó a destino y tocó el timbre, un poco ansioso pero despreocupado al mismo tiempo, puesto que el barrio en el que estaba no era conocido por ser muy seguro, pero tampoco llegaba a ser un barrio de mala muerte. Una muchacha de pelo castaño abrió la puerta un par de centímetros. No saludó, sólo clavó su mirada, soberbia contra la suya, como esperando impacientemente y de mala gana lo que Fahrenheit le debía.
—¿Puedo pasar? Está un poco... mojado acá afuera.—Dijo Fahrenheit pasivamente, con una actitud un tanto seductora. La muchacha suspiró molesta, revolviendo los ojos. Lo dejó pasar a la entrada, con la puerta totalmente abierta, y él, sin permiso alguno, la cerró detrás de él, mientras se aproximaba lentamente dentro de su espacio personal. La mujer dio un par de pasos hacia atrás, cada segundo más tensa. Extendió su mano, en una señal insistente de pedir que le diera lo que ella necesitaba. Fahrenheit suspiró, evitando mirarla directamente a los ojos, mientras metía sus manos en los bolsillos del abrigo.
—Te extrañé, Mich.—Rápidamente, Fahrenheit sacó de su bolsillo una navaja, y la apuñaló directamente en el pecho. La muchacha se quejó, en shock, con los ojos desorbitados. Estaba estática, intentando subir las manos hasta las muñecas de Blue, en un designio por detenerlo. El muchacho no emitió palabra alguna. Se acercó más a ella mientras clavaba cada vez más profundo la navaja, y mientras le robaba la vida, la abrazó, envolviéndola entre sus brazos. Como si estuviera guardándola dentro suyo, se mantenía tan pequeña con los hombros de él sobre ella. Sus manos se llenaron rápidamente de sangre, y mientras bajaba la navaja por su abdomen, cortándola cada vez más, sostuvo su rostro con una de sus manos, manchándola de sangre. La forzó a que lo mirara a los ojos. Lágrimas brotaban de los mismos, mientras trataba de gritar o producir algún sonido con su boca, fracasando en el intento. Se retorcía de dolor, mientras cada vez más se quedaba sin fuerzas, y sin control de su propio cuerpo. Fahrenheit, violentamente se despegó de ella, sacándole el filo. La dejó caer, mientras la sangre rodeaba su cuerpo, formando cada vez un charco más grande. Los lamentos se perdían con su mirada, sin vida. La expresión de Fahrenheit era digna de un retrato artístico, inalterable. Su corazón latía despacio, y no sintió nada más que júbilo. El teléfono de la muchacha estaba sobre la mesita, lo metió en su bolsillo y limpió sus manos con un pañuelo. Lo hacía con una tranquilidad aterradora, tomándose su tiempo, cerró la puerta, y comenzó a vagar por la calle, caminando aparentemente sin rumbo alguno.
Traía un par de billetes en uno de los bolsillos de su pantalón. Su abrigo tenía un poco de sangre seca, al igual que sus uñas. Paró en un almacén y compró una botella de vodka. El cajero volteó a verlo, asustado. Al darle el dinero, notó sus uñas. No estaba sorprendido, puesto que el barrio no se lo permitía, pero lo alertó, provocando que lo dejara irse sin pagar. Fahrenheit soltó una media sonrisa, suspirando. Su mirada era imponente, le helaría el corazón a cualquiera. Estaba perdida y desorientada, y movía con desdén su cabeza, de un lado al otro, como si le pesara. Sus pies tropezaban el uno con el otro. Aún no había tomado ni una gota de alcohol, pero parecía completamente embriagado. Estaba embriagado de éxtasis. No sabía porqué lo había hecho y tampoco se percibía de esa manera. Había encontrado un amor por asesinar que no conocía. ¿Era amor a matar? ¿O tal vez simplemente era matar al amor? Eso que le dolía que existiera. De lo que cualquiera se volvería loco. Aunque lamentablemente, él ya lo estaba, y no había vuelta atrás ni remedio alguno que lo salvara. El mundo había perdido a Fahrenheit y no parecía que él fuera a volver.
Se sentó en un banco de algún parque cualquiera, cerca de ahí. Comenzó a tomar de a tragos largos la botella, como si fuera agua pura. La gente a su alrededor pasaba, mirándolo con una mezcla de preocupación y miedo, alejándose de él al pasar. El teléfono sonó. Era el suyo. Contestó, mientras aún seguía mirándolo, con sus ojos paralizados en la pantalla, con el nombre de Faith en ella.
—¿¡Qué carajo te pasa!? ¿Estás bien? ¿¡FAHRENHEIT!? Dios mío, contestame por favor.—Los gritos se mezclaban con las otras miles de voces que se escuchaban en su cabeza.
—¿Qué...? Fui a dar un paseo.— Afirmó. En su voz ya se notaba su forma de hablar con olor a alcohol.
—¿Cuáles eran las buenas noticias? ¿QUE IBAS A ASESINAR A TU EX? Dios mío, no entiendo qué te pasa. Estás totalmente fuera de vos mismo. Yo no...—Fahrenheit interrumpió.
—¿Fuera de mí? Nunca fui más mí mismo en toda mi vida. Estoy tan bien. Soy tan libre, Faith. Podés decirle a Quin que lo logré. Hice todo lo que ella quería.—Contestó exaltado. Finalmente apoyó uno de sus brazos en su rodilla, mientras se sostenía con una mano el rostro. Faith se encontraba en shock, sin palabras. No podía creer lo que estaba ocurriendo. No entendía lo que pasaba, así como la mayoría de ojos que estaban viendo esto ahora mismo. Las incógnitas revoloteaban y se esfumaban como humo de tabaco. No volvían, y la cordura de Fahrenheit, se desvanecía. El muchacho sacó todo el aire de sus pulmones, y explotó a carcajadas mientras sostenía el teléfono cerca de su cara.
—Ahh... Faith...—Continuó riéndose, eufórico.—Creo que me olvidé el corazón en la puerta... Tengo que ir por él...—
—...No. No hagas nada, por favor. ¿Por qué no vuelves al departamento? A TU departamento. ¿Estás tomando, no? Escucho el sonido del líquido de la botella cuando la levantas. Dejá eso ahí, andate, por favor.—Suplicó, con los nervios a flor de piel. Los pensamientos de Faith combatían en su cabeza, mezclándose con los pensamientos de Blue. Era inevitable, irreparable, pero de alguna forma, intentaba pensar cómo se librarían de esto. Lo abrumaba. Le abrumaba pensar que estaba atrapado ahí, con él. A veces, Faith quería poder salir corriendo, hacer una vida distinta, no tener que sentir de forma múltiple, todas las cosas que Fahrenheit sufría.
—No me gusta el alcohol.—Se lamentó Faith, queriéndose encontrar a si mismo, con las nauseabundas ganas de vomitar.
—Sí, cierto que te gusta el té. No te soportas nada, nada de gusta, todo te molesta. ¡Harto, estoy!—Gritó Fahrenheit, mientras tiraba el teléfono y la botella al piso.
—¡Callate, Blue! Nos están escuchando, estás diciendo incoherencias... Basta.—Suplicó preocupado, Faith.
—¡CALLATE, CALLATE, CALLATE!—Continuó gritando el muchacho, mientras se golpeaba la cabeza, en un intento de desesperación por callar a las voces.—Sólo son voces... ustedes sólo son voces. No son reales. Así que ¡VÁYANSE! Váyanse...—Comenzó a sollozar, mientras se sostenía la cabeza, intentando esconderse entre sus brazos.
—No estoy solo, nunca estoy solo... Estoy cansado... quiero estar solo. Déjenme solo...—Un torbellino de voces interpuestas y gritos internos se peleaban entre sí, agobiando ininterrumpidamente su mente. Su desesperación buscaba inútilmente una forma de apagarse. Fahrenheit tomó con fuerza su navaja, apoyándola violentamente contra la carne de su antebrazo derecho. La sangre comenzó a brotar y las capas de piel se rompían con facilidad, una tras otra, llegando a la arteria. Su corazón latía con fuerza dentro de su cabeza, y sus órganos internos vibraban al compás de las pulsaciones. Los gritos se apagaron y todo se volvió negro.
Fahrenheit ya no quería estar, y ya no estaba.
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Fahrenheit and the universe.
PoesiaMr. Blue Fahrenheit es un personaje que está basado en parte de la psicología personal de una persona diagnosticada con TID y TEPT. Muchos escenarios están basados en hechos reales pero no en su plenitud. Muchas cosas quedan en interpretación del l...