Alex.

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El muchacho apagó su cigarrillo en el cenicero mientras su oxígeno abandonaba su cabeza otra vez más. Exhaló y pensó: “Tengo miedo de admitir, que tal vez desperdicié demasiado tiempo.”
Agarrándose la cabeza, reposó sus codos en la mesa y masajeándose la cien intentó de alguna forma física acomodar sus pensamientos. Estaba harto de pensar pero eso era lo único que le quedaba una vez que se encontraba encerrado entre esas 4 paredes y su sofá. Lo interrumpió ese sonido ocurrente y cómico. Era la notificación de su celular, Alex le había estado enviando mensajes desde hacía 2 minutos, indistintamente, uno detrás de otro, con millones de emoticones en el medio.
Estoy afuera Blue, abrime la puerta, traje las galletitas que nos gustan!

Fahrenheit se incorporó, dio un par de pasos y al abrir al puerta, como forma de saludo y sin hacer contacto visual, dijo de alguna forma molesta y exhausta:
—Las que a vos te gustan.—
Alex emitió un sonidito de emoción y entró, con un bolsito pequeño colgando de uno de sus brazos.
—¿Así me vas a recibir?—Hizo una pausa, inspeccionando el lugar—¿Quién se murió acá...?—Se quejó, deteniéndose y tapándose la nariz con la manga de su suéter color rosa.
—Estás linda así.—Evadió el muchacho, un poco por vergüenza de la propia miseria en la que se había sumergido.
Alex contestó con un gesto tierno, posando de forma exagerada, tomándose de la cara y levantando una pierna hacia atrás.
—Tomá.—Sacó de su bolsito un paquete de galletitas de una marca muy conocida. Ella extendió su mano y agitó el paquete a centímetros de la cara del mayor. El mismo estaba “ido”, como si su mirada estuviera perdida en un punto fijo de la pared. Sus ojos no enfocaron ni reaccionaron. Todavía estaba en medio de la acción de cerrar la puerta del departamento. El hombre simplemente se congeló.
—Blue... ¿Estás drogado? Me dijiste que lo habías dejado...—Las palabras de Alex salieron inundadas de una mezcla de decepción y preocupación. Ella terminó por cerrar la puerta y en cuanto hicieron contacto, él reaccionó.
—Perdoname, Lexie... No. No estoy drogado. Lo dejé, te dije. Tampoco tomo más... Bueno. No como antes.—Fahrenheit se desplomó de nuevo en el sofá y manoteó la caja de cigarrillos.
—No.—Ella le sacó la caja y la intercambió por las galletitas. Se sentó a su lado, subiendo sus piernas al sofá. Abrió el paquete e intentó meterle una galletita a la boca. Fahrenheit permanecía absorto, en otro nuevo punto fijo, sin reaccionar ni abrir la boca.
—Comé, bobito.—Soltó una risita la pequeña. El hombre inspiró profundo y se echó para atrás, apretando los ojos.
—No puedo parar de pensar. Quiero parar.—Suspiró, cansado.
—¿En qué estás pensando?—Alex se metió la galletita a la boca y le acarició la cabeza, entrelazando sus dedos entre el cabello de su compañero.
—En que nunca soy suficiente.—
—¿Por qué?—Ella preguntó efusivamente.
—Siempre se van. Nunca nadie se queda.—La mirada de Fahrenheit acarició el suelo, como intentando recordar de alguna forma a esa gente que dijo que estaría y finalmente no estuvo.
—Eso no es cierto. Yo estoy. ¡Además! La gente no es eterna. Creo que eso es lo que los hace interesantes también. Tenemos que buscar gente nueva.—La joven no se dejaba contagiar por la energía negativa del muchacho y, hablaba optimista irradiando alegría.
—Creo que terminar con Loverman, casi me termina a mí.—Apoyó su nuca en el respaldo del sofá, mirando el techo.
—¿Tanto vas a sufrir por una persona que te olvidó tan fácil? Blue... Vos sos más que eso. ¿Te acordás cuando salíamos de paseo, vos y yo? Lo bien que la pasábamos en el parque.—Alex bajó sus piernas y empezó a moverlas de forma ansiosa, de delante hacia atrás, como una niña pequeña, golpeando con sus talones la parte de abajo del sofá. Como si tuviera algún problema para centrarse en un tema en particular, (sobre todo deprimente), habló rápido y con energía, distrayéndose al instante, sin ningún tipo de contexto.
—Sí... Me acuerdo. Esos lugares siempre me recuerdan mucho a muchas personas.—Alex seguía moviendo sus piernas, cada vez con más intensidad.
—Es que podés hacer que la gente te ame, Blue. Pero no que te elijan. Te tenés que elegir a vos primero para eso. Los demás no importan tanto. ¿No te das cuenta que la gente es medio... boludita?—Se acercó más casi susurrando la última palabra, rodeando su boca con sus manos; como si estuviera diciendo una palabra prohibida.
—Ya sé. Tenés razón. Sólo me gustaría poder olvidarme de él de la misma forma que él se olvidó de mí.—
La niña lo rodeó con sus brazos, apretándolo, consolándolo. Se acurrucó y apoyó su pequeña cabeza en su pecho. Escuchó sus latidos. Unos latidos pesados y lentos. Cansados, hartos.
—Un día vas a conocer a alguien, corazón. Y te vas a enamorar, esa persona se va a enamorar de vos, y no va a ser perfecto. Pero va a ser suficiente.—Alex le acarició el pecho al angustiado hombre, que se desinflaba cada vez más con un suspiro que lo dejó vacío, dejándole un único sentimiento de liberación, de aceptación. De que ella tenía razón.

A Fahrenheit le atormentaba el pensamiento constante de querer tanto a alguien que lo dañó, siendo incapaz de odiarlo; le dolía muchísimo porque lo amaba demasiado. Porque le entregó todo de sí y nunca le hubiera hecho lo que esa persona hizo con él.

—Sólo yo decido si quiero seguir sufriendo, ¿No?—Habló, después de una pausa de un par de minutos. La joven lo estrujó con fuerza y asintió levemente mientras su cabeza aún seguía pegada a su cuerpo. Ella se veía tan pequeña al lado de él.
—Está bien, preciosa. ¿A dónde querés ir?—Fahrenheit le acarició la cabeza, despeinando sus rulos rosas.

Fahrenheit and the universe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora