Luna Llena.

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Después de muchas lunas llenas Fahrenheit volvió a saltar por las calles desenfrenado, se sentía libre de los vicios que lo apresaban en un pasado. Libre en el alma, revolteaba sin límite alguno entre las calles de una ciudad iluminada llena de gente. Cada noche se prendía un cigarrillo y miraba la luna desde su balcón. Comenzó a abrazarse a sí mismo y a ansiar cada vez más la soledad de una manera positiva.
Él deseaba pero no quería. Presumía que la soledad lo había acompañado suficiente tiempo; pero la historia era lo contrario. Necesitaba volver a su sofá, acostarse y escuchar alguna que otra canción, cantarla y sentirla. El amor siempre había sido su peor compañero y enemigo. No podía escapársele con nada. Los nudos y encrucijadas de su cabeza se desataban y le habían dado muchos momentos de paz que adoró hasta su última gota. Aprovechó cada momento.

Pero así como abrió la puerta, decidió cerrarla. Los demás no podían darle la felicidad que tanto buscaba. La había buscado y sentido en tantos lados. Pero nada lo llenaba. Se tenía que llenar a él mismo y ya lo había entendido. Prefería perderlo todo pero no a él mismo. Estaba cansado de las energías que tenía que gastar con los demás, incluso los días que Quin lo molestaba, o el resto de los demonios que se arrastraban por la habitación. Los veía y escuchaba y no podía con tanto. Necesitaba lidiar con una cosa a la vez. Tenía que arreglarse primero a él, para salir de la habitación. A veces cantaba solo y bailaba alguna que otra canción. Le gustaba disfrutar de la noche así como la noche disfrutaba de él, saciándose de vigor y drenándolo del mismo. 
Aborrecía sus pastillas y su cuerpo se las pedía, enfermándose si no obtenía la ración solicitada todos los días. Se sentía encadenado dentro de su propio cuerpo, y sentir que había miles de ojos mirándolo a través de una vidriera mientras luchaba por salir, sólo lo volvía más difícil. Se sentía juzgado por querer haber creído encontrar un rumbo y no haberlo hecho.
Le dolía pero al mismo tiempo se refutaba, que no podía importarle menos lo que pensaran los demás mientras él estuviera tranquilo. Eso quería; tranquilidad, paz.

Blue se paseaba por su apartamento, desganado y con la mitad del cuerpo tirado abajo, mientras tenía una canción a todo volumen en sus parlantes. Moría de ganas de gritar. Desgarrarse las cuerdas vocales y no poder hablar más. Con la yema de sus dedos recorría los muebles de mimbre y los acariciaba con la mirada; esa mirada triste que siempre tenía cuando se daba cuenta que el amor que creía tener realmente no era. Esos amores que al final por alguna razón u otra, con el tiempo te das cuenta de que no van, no encajan y por más que Fahrenheit se quisiera mentir, no podía hacerlo encajar de ninguna manera.
El muchacho tomó su celular, empujándolo al vacío y agarrándolo con una mano en el aire. Tenía su celular lleno de esos ojos verdes.
Mr. Loverman ya no le producía sonrisas y saltos en el corazón. Ahora una angustia lo invadía porque sabía que iba a ser la última vez.
Todo lo hacía pensar en su amante. Esa felicidad que sintió infinita así como rápido llegó, rápido se fue.
Sintió que sus cuerpos no terminaban de fusionarse. No eran recíprocos. Fahrenheit era un desastre y no podía estar para nadie. A veces le faltaba incluso a él mismo. La "honeymoon era" se vio interrumpida por un par de glóbulos rotos y un par de costras. Él miraba con tristeza la pantalla de su celular, mientras titubeaba en las aplicaciones, finalmente encontrando lo que tanto había evadido abrir, así como todo en su vida: evadiendo.
❝No puedo más❞ texteó el muchacho.
Habrá dudado mil veces en encontrar las palabras correctas. Ya no le importaba si estaban o no, siempre le había costado encontrar sus sentimientos y explicarlos. A veces ni él se entendía. Le dolía. No podía.
Titubeó mientras intentaba mandar algún mensaje más, pero él simplemente se desconectó de su realidad. El clímax de la canción llegó, Fahrenheit apoyó su celular en la mesita y posó, como tal vez algún personaje de alguna película con un joven con la cara pintada habrá hecho. Sintiendo la música y cada clave desde la puntas de sus pies hasta las extremidades de sus dedos. Se olvidó de su celular un rato así como intentó olvidarse de ese amor marchito. Marchito como la rosa que el mismo le había regalado, de la cual, de sus pobres pétalos aterciopelados, habían quedado arrugados, cerrados, oscuros y caídos. Se sentía la pronta muerte así como la de su amor.
Que había muerto esa noche para él.

Fahrenheit and the universe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora