-¿Estás segura que es acá?-Dudó Blue mientras entraba desmañado al lugar. Un bar lleno de luces de neón, plantas colgando de un techo enrejado que dejaba ver al exterior, apenas alumbrado por estrellas y la luna llena. No había demasiada gente. Se escuchaba el retumbar de la música desde el fondo.
-¡Yo sé que te encanta! Dale. Adorás la música.-Saltó Alex, con emoción.
Fahrenheit se acercó a la barra, y titubeó entre si pedir alcohol o no, conociendo su historial. Terminó eligiendo un energizante. Quinientos pesos. El muchacho bufó con molestia y desconcierto, los precios eran delirantes sabiendo que hacía un montón de tiempo que no salía. Dos asientos a su derecha, una chica con el pelo corto y castaño, reía y conversaba con su grupo de amigos. Sus enormes ojos lo cautivaron de nuevo y lo hicieron recordar. Esos labios que ya había besado antes. Estaban tan lejos. Conocía tan bien su calidez y no podía creer que ahí ella estaba. Vaciló mucho. Titubeó y dio cada vez tragos más largos a su lata.
-Yo no sabía que Mich iba a estar acá, pero... Creo que nunca pudiste devolverle esto.-Dijo Alex, mientras le mostraba un anillo, súper delicado y con pequeñas letras grabadas en él. Fahrenheit abrió los ojos, sorprendido y azarado, tomó el anillo, como escondiéndoselo entre sus manos y mirando hacia todos lados.
-¿Debería...?-El esbelto muchacho no terminó la oración. Alex le respondió asintiendo y tirándolo de la ropa para que se levantase.
Fahrenheit sintió la ansiedad recorriéndolo hasta la punta de sus dedos. Se acomodó el pelo, exhaló una vaharada de aliento y caminó en dirección a su ex.
-Michelle.-La joven se dio vuelta, sorprendida, abriendo sus enormes y brillantes ojos, y en milisegundos, su sorpresa pasó a una mueca de preocupación.
-No te asustes. No quiero molestarte, espero no robarte tu tiempo. Sólo quería devolverte esto.-Fahrenheit temblequeó nervioso, y mostró el anillo, que reflectaba las luces de neón. Michelle tomó el anillo y sonrió.
-Quería pedirte perdón, también... Creo que me comporté como un imbécil la última vez que nos vimos.-Blue se rascó la nuca y de forma cálida abrazó cada palabra, conteniéndose a él mismo, con una sonrisa nerviosa.
-Yo también... Yo también debo pedirte perdón, Blue. No estuvo bien lo que hice.-Las dulces palabras de la chica apenas se distinguían entre el barullo de la música y la gente hablando.
-No te preocupes, ya está todo bien. Sólo quiero que estés bien, y te deseo lo mejor en tu vida, en serio.-Fahrenheit se contuvo y se mostró fuerte y sonriente. El llanto iba a estallarle hasta la médula. Inesperadamente, el mayor rodeó con sus brazos a la joven. Ella pudo sentir su corazón palpitante como en una carrera a costa de oxígeno. Con una mirada de agradecimiento esos desconocidos alguna vez amantes, se separaron. Se despidieron, y no miraron atrás.
Blue se tambaleó torpemente hasta la puerta del bar. Se prendió un cigarrillo, e ignorando la música animada de fondo, en sus auriculares escuchó una canción específica. Exhaló el humo y en cada calada el peso que sentía era menor. Entre él y la pared, se escapaba el viento que llevaba consigo esos recuerdos tan bonitos. El césped verde, las gotas de rocío y unas zapatillas con barro. Los besos por los pasillos y las hermosas cartas con dibujos y corazones. Una energía para un amor que ya no tenía ganas de volver a tener. Querer era complicado, le sacaba tiempo y fuerza, de la que él menos tenía. Intentando dejar sus vicios siempre encontraba otros. El amor lo volvía loco porque es lo que en un pasado le daba las razones para que su corazón quisiera seguir bombeando más. Ya lo había intentado todo. Su cuerpo estaba lleno de cicatrices, había intentado acabar con él mismo un centenar de veces. Se había perdido a sí mismo hasta la inconsciencia y tampoco parecía importarle a nadie más que a sí mismo y a sus compañeras del alma. Terminó su cigarrillo y con él, una lágrima se despidió de ese amor que no pudo ser.Los meses pasaron y Fahrenheit cada vez luchaba con más exigencia contra esas cosas que lo detenían. A veces era él mismo, a veces la dependencia de tener a su amor a su lado, su familia, u otros demonios indómitos más. Veía a futuro una meta cercana, con desgana y sin ápice de un mínimo triunfo, si no más bien, conformarse con lo insignificante y no esperar más que eso. Daba vueltas en ese mismo círculo creyéndose feliz por momentos, suponiendo que así tenía que ser su vida y soportando que lo tratasen con lo mínimo. A veces dejando que la gente se aproveche de él, buscando algún tipo de ganancia. No se daba a respetar y tampoco parecía importarle mucho nada. Sólo esperaba pacientemente otro fin de semana más para desconocerse a sí mismo, mirar al río, con suficientes químicos en su sistema como para olvidarse de quién era. Se escapaba de su mente de a ratos. Y Quin, volvía a veces. Para insultarlo, escupirlo o invitarlo a poner su vida de cabeza. Tal vez para abrirle la piel de nuevo.
Las pastillas lo ayudaban. Hacía muchísimo tiempo que no veía a Faith, o Alex. Ese silencio perpetuo dentro de su cabeza lo atormentaba. Le aterrorizaba saber que no estaban ellas más que él mismo en su habitación, metiéndose los cigarrillos y otras cosas como caramelos.
A los terapeutas no les importaba lo suficiente, y las recepcionistas se lamentaban entre susurros "¡Qué lástima, tan joven!"
Nadie lo acompañaba. Él mismo luchaba contra sí mismo para no volver a sus vicios. Pero había algo de lo que no podía escapar.
Ese amor. Tóxico y venenoso. Que por años le hizo creer que era todo lo que necesitaba porque ahí estuvo cuando más profundo había caído. Su realidad estaba distorsionada. Bien sabía en introspectiva que, en sus peores momentos, es cuando más sólo e incomprendido había estado. Todos sólo se limitaban a mirarlo como un loco. Una persona horrible. Era más fácil tratarlo de trastornado que de entenderlo.
Intentaba fingir que no le importaba, que era fuerte. Cada día demostrándose de que podía conseguir todo lo que quisiera.
Pero esa angustia no se iba. No se despegaba de su alma, y pensar en ellas no lo ayudaba. Quería dejar de estar dividido en pequeños trozos, como vidrio roto.
La fortaleza en un hombre era poder hacer lo más difícil. Para él, era decir adiós.
Se replanteó muchísimas veces cambiar su vida, aspirar a más. Algunas cosas lo ataban, porque, él no quería; no se quería.
Pero cuando finalmente trazó la línea final, decidió no mirar atrás. Fahrenheit había encontrado un nuevo camino y, encontró un nuevo mundo, lleno de colores, fuera de su burbuja de depresión.
Fahrenheit era clínicamente vesánico, no obstante, se encontró con unos ojos verdes, que lo volvían loco.
Loco de una forma que no concebía posible.
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Fahrenheit and the universe.
PoetryMr. Blue Fahrenheit es un personaje que está basado en parte de la psicología personal de una persona diagnosticada con TID y TEPT. Muchos escenarios están basados en hechos reales pero no en su plenitud. Muchas cosas quedan en interpretación del l...