Unloved.

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Realmente era contradictorio como siempre del mismo final había cada día un nuevo comienzo. Ese del que tanto Fahrenheit deseaba que llegara y no comenzara nada nuevo nunca más. Pero eso no pasaba, no. Él se disponía cada día a mirarse al espejo, con la mirada perdida. Como si se viese y a la vez él ni estuviera ahí. Su existencia le parecía ilógica. No tenía nada, no tenía a nadie, él no era nada. Había muerto y sangrado mil veces y ahora sin más, lo había abandonado.

“¿Por qué?” Se preguntaba el chico rubio. “¿Hice algo mal?”

Siempre torturándose como si su insuficiencia fuera la causa de la ausencia de ese quién. Pero no sólo ese quién, ese cómo, también. No había cómo, ni cuándo, ni dónde. Lo único que no le dolía ver marcharse era cada calada de humo que daba para aliviar su dolor. Ese dolor que deja vacío y no se llena ni con angustia. Que le hace sentir algo punzante dentro. Algo que desgarra cada vez que se ríe, y luego se da cuenta de que todo es mentira. Que no es suficiente. A Fahrenheit le duele ese “nadie” que lo abandonó. Le duele ese alguien que perdió. Porque se perdió a él, y no se dio cuenta. 

Era una noche como cualquiera, como podía ser una de Noviembre, Septiembre o Julio. Ya ni siquiera le interesaba evadir nada. El alcohol no servía, repetía, y sentía que aún ahogándose en drogas nada cambiaría.
Es que él ya desde esa noche permaneció apagado. Como si nada le importara. Pero todavía se encerraba en el baño a llorar.
A veces cedía a un par de lágrimas valientes que se decidían a escapar. Escapaban de la misma forma que sintió que se le escapó todo el mundo. Se detestaba, se odiaba muchísimo. Era su peor enemigo, puesto que había acabado con lo único bueno que tenía desde el momento de su nacimiento.
Fahrenheit decía que sólo había existido para arruinar las cosas. Pero como todo lo que él cree, no son palabras suyas.

Con mentiras y engaños, el esbelto chico se fue marchitando, y no cabía paso a los años. Castigándose, de vez en cuando, según él. Aislándose de todo el mundo, para no ser más abandonado. En un limbo del que no veía retorno se resignó a vivir, estancándose sin mirar atrás y ningún propósito en la vida. Sin su totalidad.

Porque no entendía que después de él, no había nada. Y no se tenía porque no quería.

Porque no se quería.

Fahrenheit and the universe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora