Capítulo 14.

736 89 12
                                    



Las gotas de sudor caían por sus frentes, su respiración se mantenía agitada, y Louis apenas podía mantenerse de pie contra los tubos de metal de la torre. Relamió sus labios en busca de humedecerlos, secándose en menos de un par de minutos por el frío y abundante viento que golpeaba su rostro. Se irguió para tomar un gran bocado de aire fresco. El más alto sujeto su cintura, abrazándolo por la espalda con fuerza. Louis ladeo su rostro e intento ver al menor por encima de su hombro; las preciosas y masculinas facciones de la quijada ajena eran lo único que sus turquesas ojos captaron, pero le era más que suficiente. Su vista volvió al magnifico cielo que sentía que podía tocar gracias a la altura y esbozó una sonrisa amplia, y grata, una sonrisa llena de satisfacción por el paisaje, por la compañía, por el día. Dejo se sujetar los barrotes con su diestra para poder limpiar su sudor con su mano.


— ¿Verdad o reto? —comentó el menor, alejando sus manos de su cintura para poder regresar a la sala, y vigilar que la puerta estuviera atascada.

— Reto. —Se giró quedando de espaldas a los barrotes, observando al más alto acercarse nuevamente a él.

— Grita desde aquí arriba tu mayor deseo.


Louis se giró nuevamente, sujetándose con fuerza de los barrotes al percatarse de que estaba a casi 300 metros de altura, sintiendo un escalofrío correr por toda su espina dorsal, erizando su piel. Tomó un gran bocado de aire, y afinó su garganta para grita.

— ¡Quiero ser el mejor pintor del mundo! —Cerró los ojos ante la exclamación propia, tomando con fuerza casi inhumana los barrotes por el vértigo que causaba estar en lo más alto de la torre.

— Más fuerte.

— ¡Quiero ser el mejor pintor del mundo, y ser reconocido! —Su voz comenzaba a desgastarse por los gritos que terminaban siendo opacados por el soplar del viento.

— Más verídico.

El rostro de Louis se giró rápidamente para verlo con el ceño fruncido, alejándose de los barrotes para confrontar al más alto. Harry mantenía un rostro sorprendido ante la agresiva reacción del mayor, y soltó un suspiro ya que tomó sus palabras como una ofensa. Se cruzó de brazos y detuvo su olivo mirar en el turquesa del más bajo, comenzando a pensar con perfección sus palabras ya que como siempre, podría malinterpretar su decir.

— Realmente... ¿La fama es tu mayor anhelo? —Ladeó el rostro ligeramente a su izquierda, sin perder de vista la cólera que mostraba en su rostro. Louis soltó un suspiro relajando sus expresiones faciales.

— No es por la fama, es en ser importante para alguien, quiero marcar la vida de las personas con mi arte, conmigo...

— No necesitas fama para marcar la vida de las personas —interrumpió, consiguiendo que los zafiros ojos del mayor le vieran con suma atención (suceso poco ordinario). — Digo, tú has marcado mi vida, y no gracias a la fama.

Y esa sonrisa apareció. Reconocimiento por fin, por parte de su diablillo que le torturaba día y noche. Su corazón comenzó a latir más rápido, sus mejillas estaban pigmentadas con ese color rojizo que contrastaba con su bronceada piel, y su sonrisa, su sonrisa era gigantesca, de aquellas que con sólo verlas te llenaban de felicidad.

— Ya, borra esa estúpida sonrisa de ti —Harry se cruzó de brazos, mordiendo su belfo inferior con algo de fuerza. Se sintió avergonzado, y más cuando Louis no paraba de verle de aquella forma.

— Acabas de admitir que he marcado tu vida. Eso es suficiente amor para mí. —Las palabras del mayor sólo empeoraban las cosas, logrando que por primera vez la nívea piel del menor fuera invadida por un tono rosado— eso es encantador.

La manzana dorada |Larry Stylinson|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora