Capítulo 9.

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La tenué luz blanca de la luna se adentraba por la ventana de la habitación de Louis, iluminando la nívea espalda  desnuda de él Joven Styles. Jadeos provenientes de los delgados labios del mayor hacían eco por toda la habitación, teniendo encima suyo la vista de Styles, analizando cada gesto, cada sonido, simplemente cualquier movimiento que tuviera como reacción de un simple rocé en su piel. Mantenía una sonrisa eufórica al ver como Louis se retorcía debajo su cuerpo.

— H-harry, espera… — intentó decir Louis, poniendo las manos en su pecho, separándolo un poco.

— ¿Te has arrepentido tan pronto, Tomlinson? —mordió con suavidad su labio, admirándolo.

— La cortina… ciérrala.

— ¿Inseguro?

— Nos pueden ver, idiota.

— Sólo nosotros estamos disfrutando de las 2:00 a.m., nadie nos vería aunque quisieras.

— Harry, muévete a cerrar la maldita cortina.

El menor bufo, paseando su mano con descaro por la entrepierna del mayor, haciéndolo gemir de manera involuntaria. Louis se mordió su labio para callar cada sonido que emitiera de sus labios.  ¿Cómo habían llegado a este punto? Donde ver sus cuerpos desnudos no era sólo una de esas casualidades donde entras al baño cuando está ocupado; era simplemente admirar con atención el cuerpo ajeno, como si fuera una estatua en la cual se mostraba perfectamente la anatomía del hombre, pero a diferencia de una vieja estatua en el museo ésta se podía tocar, sentir su textura, y explorar cada centímetro de su piel.

Harry se irguió un poco más para robarle un beso que dejaría sin aliento al ajeno; moviendo sus labios de manera exquisita, endulzando el alma de Louis; haciendo sus caricias en su intimidad más placenteras agregando presión sobre este, disfrutando de la tiesura que mantenía el miembro del mayor, obteniendo como resultado los gemidos ahogados dentro de su cavidad bucal. A pesar de saber que todo lo que había transcurrido para llegar a éste punto, Harry no entendía cómo podía estar pasando. Seguía impactado como cambio en unos segundos la opinión de Louis, haciéndolo suyo con un beso, sin importar que desgastará sus labios, sabía que al día siguiente se arrepentiría, y lo besaría hasta ya no sentir sus labios, lo haría suyo hasta que su esencia quedará siempre en él, lo tocaría hasta dejar sus huellas dactilares en cada centímetro de su cuerpo. Estaba tan seguro que Louis no olvidaría esa noche que con sólo verlo lo recordaría, y no lo hacía por morbo, lo hacía para que entendiera a quien le perteneció aquella primera vez.

Sus caricias subieron de tono cada segundo que trascurría, y los gemidos que salían de los labios del mayor se hacían cada vez más sonoros. Harry dejo un suave beso en los labios del mayor, bajando éste cada vez más, paseándose por su cuello de manera tortuosa y lenta, buscando dejar marcas rojizas en su bronceado cuello. Bajo cada vez más hasta estar en frente de las tetillas del mayor, lamiéndolas con la punta de su lengua de manera lenta. La reacción del contrario fue tapar sus labios con su mano, intentando silenciar cada gemido, jadeo, suspiro u otro ruido “penoso” que pudiera salir de sus labios. Su cuerpo estaba en llamas, y lo único que Harry hacía era aventarle más cerillos. Dejo los juguetones roces hacía su entrepierna para meter su mano bajo su ropa interior y tomar su miembro de manera firma empezando a estimular esté, sólo un poco más. Louis dio un respingo ante tan impredecible acción, arqueando la espalda al sentir un nuevo tipo de placer recorrer su cuerpo, la mano del menor se movía se manera ágil, cubriendo cada parte de su extremidad.

La manzana dorada |Larry Stylinson|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora