Capítulo 4.

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¿Está dormido?  — Preguntó.

Si, no ha podido esperarle — Dijo la segunda voz — A intentando hacer tiempo acomodando sus pinturas, pero ha caído rendido en la cama desde ya más de media hora.

Bien, solo le echaré un vistazo.

¿Seguro, Señorito Styles?

Claro, no lo despertaré.


La puerta sonó al abrirse y un poco de luz se escapo por la puerta iluminando la espalda de Louis, quien se mantenía sereno, estaba hecho bolita. Se notaba que tenía frío, a lo que Harry actuó arropándolo, notando como el cuerpo de Louis dejaba de temblar y cambiaba a una posición más confortante al dormir. Louis sabía que alguien estaba en su cuarto, juraba que alguien regalaba caricias ansiosas a su fornida espalda, y juraba que esas caricias las obsequiaba Harry solo para él. Escuchó los pasos de alguien alejarse, y la puerta de cerró, regresándolo a la oscuridad. Louis se levantó extrañado de lo anterior y salió de la habitación, era de día.

Louis exploraba con sumo interés el extravagante hogar de Harry, no sabía por qué todo estaba totalmente distorsionado las cosas que había visto anteriormente y recordaba de otra manera su estructura. Algunas habitaciones se cambiaban de lugar, y otras mostraban paisajes desconocidos que no deberían están en un hogar como este. Los muebles cambiaban de colores, y de forma. Había objetos y gente en el techo, como un mundo que se cruzaba con el nuestro, algo que no le preocupaba a Louis, solo quería buscar a Styles y reclamarle que no haya visto sus obras.

Habitación tras habitación, paisaje tras paisaje. La casa se hacía eterna, aparecían puertas de la nada, y solo entraba para buscar a Harry. Justo como Alicia a él conejo blanco, pero un poco más realista, ya que las deformaciones de la casa no eran tan extravagantes como la versión del cuento. Todo era tan distinto que se daba por vencido, nunca encontraría a Harry. Fue a su habitación cansado del día tan tedioso que había tenido. Abrió la puerta y encontró la perfección mirando sus cuadros. Harry sentía su saco desabotonado, la camiseta la tenía medio abierta, y fruncía el entrecejo al sostener alguna de las pinturas de Louis. Él apresurado fue hasta Harry y retiro toda obra suya de las grandes manos de Harry, haciendo que éste lo viera extrañado.

— ¿Qué demonios haces?

— ¿No querías que viera tus pinturas?

— Si, pero no sin mi permiso — Gruñó.

— No todo se puede obtener en esta vida, Louis — Agregó acercándose a él, tanto para quitarle el cuadro — No me gusta — Se acercó a la ventana y lo tiró lejos — Le falta color.

— ¡¿Qué demonios acabas de hacer?! — Gritó con furia al observar la acción del mayor — ¡Maldito imbécil!

Intento golpearlo, pero Harry sólo tomó de su muñeca, acercándolo a él, poseyendo su cintura con su mano libre, y apoderándose de la cordura de Louis. El menor solo frunció el ceño.

— Suéltame — Demandó.

— No.

— ¿Crees qué puedes hacer lo que se te dé la gana?

— Si.

— Te informó que no.

— Y yo que sí.

Harry tomó posesivamente la cintura de Louis, acercando sus cuerpos más de lo que podía. Louis protestaría como siempre, pero Harry lo calló antes de que él hablara. Plasmó sus labios contra los de Louis, moviéndolos con lentitud, como si disfrutará de la tortura que hacía pasar al menor. Y vaya que sufría. Louis se retorcía en su interior por las emociones que Harry causaba al besarlo, con esa delicadeza, con esa espontaneidad, y sensualidad que predominaba al besarle. Sus labios gruesos y acaramelados eran la gloría. Louis no podía resistirse, abrió su boca para besarlo también. Sus labios se movían en un compás lento y sensual, como un baile de tango. Los dos buscaban una nueva experiencia, así que se animaron a adentrar sus lenguas en la cavidad ajena. Harry aprovecho lo vulnerable que estaba Louis, y sus manos empezaron a recorrer todo lo que alcanzaban de su cuerpo, desde sus formados muslos, su gran trasero, hasta sus castaños cabellos. Haciendo enloquecer a Louis. Ya no era el mismo, solo era un libro en blanco, y las manos de Harry la tinta que escribiría pronto en ellas.

¡Joven, William! — Octava llamada — ¡Su madre en el teléfono!


Louis abrió los ojos extrañado. Olvidando por completo el sueño que anteriormente lo hizo estremecer. Estiró su cuerpo y se levantó tan rápido como pudo. Necesitaba hablar con su madre, si no le contestaba sabía que se llevaría una gran sanción. Colocó sus zapatos y acomodó sus cabellos frente al espejo. Miró su reflejo y quedó quieto en sus labios. Los cuales estaban un poco hinchados, y colorados, como si hubiera besado a alguien.

Tan pronto la comparación que hizo, le trajo recuerdos de ese sueñillo llegaron a su mente de nuevo, colorando ahora sus bronceadas mejillas, dejándolas como par de tomates maduros. Pasó su mano por sus cabellos confundido, él no sentía atracción por Harry, no, no podía. Eso era un pecado, simplemente era un acto que se castigaba con la muerte según las sabías paginas de la biblia. Respiró profundamente para calmarse e intentar aclarar su mente, pero era imposible. No podía negarlo, le agradaba la idea de besar los labios de Harry. Le agradaba la idea de entregarse a sus más oscuras fantasías, el ser esa persona que saciara su sed, y encendiera la mecha a lo que se le decía pasión. Intentaba convencerse de ser una persona 100% heterosexual, pero mientras más cavaba para comprobarlo, más entraba en duda.

— ¡Joven, William! — Repitió la sirvienta.

Louis solo salió de su habitación para decirle a la mujer con señas que no estaba. Tan pronto entendió, invento una excusa para la madre de Louis.

— ¿Y Styles? — Agregó al ver que la llamada había terminado.

— Se fue al trabajo — Cogió un trapo para seguir limpiando — Le dejo un recado.

— ¿Cuál?

— Llegará hasta mañana, al parecer tiene un trato fuera de la ciudad — Sonrió — Intentó avisarle, pero ya estaba dormido.

— ¿A qué horas me quedé dormido? — Agregó cabizbaja, y el entrecejo totalmente fruncido.

— A las 22:00 p.m. en punto. Styles llegó media hora más tarde, y paso a su habitación para verlo.

— ¿Paso... a mi habitación? — Ahora si estaba confundido — ¿Tuvieron una plática fuera de mi puerta cuando dormía? Algo sobre qué pasará a habitación, y que no me despertara ¿No?

— Exactamente — Mencionó sorprendida — Fue bastante extensa, debo mencionar. Pero no tan extensa de lo que el joven Harold estuvo en su habitación — Acomodó su mandil — No debería mencionarlo, pero entro a las 23:00 p.m. y salió a las 00:00 a.m.

— ¿Cuándo regresa? — Dijo masajeando el puente de su nariz, frustrado, confundido.

— Mañana antes de las 07:00 a.m.

— Gracias.

Regresó a su habitación. Colocó un taburete, y luego el lienzo encima de éste. Aventó sus pinturas a la mesilla y empezó con su trazo. No tenía amigos, no tenía algún conocido que fuera su confidente en ese instante. Y aunque lo tuviera lo juzgaría loco. La teología era más fuerte que los sentimientos o el apoyo que uno necesitaba. Si es que ser homosexual no fuera algo malo, o simplemente algo anormal, sus conocidos le darían la espalda, o simplemente lo condenarían a la vergüenza eterna, y a la humillación más cínica que pudiera existir. Estaba solo en este aspecto, solo tenía un lienzo dónde escribiría la historia de su vida en espera de Harry.

La manzana dorada |Larry Stylinson|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora