Capítulo 4: Conociendo al Clan Uchiha

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Ana no durmió mucho aquella noche. No paró de darle vueltas a la cabeza al recuerdo que había visto esa noche sobre su antepasado y en las miles de historias que aún le quedaban por descubrir.

Tras lo que le pareció una eternidad, comenzó a ver claridad en la habitación, pero se quedó en la cama porque no quería despertar a nadie ni andar sola por allí. Por primera vez en mucho tiempo sentía miedo. Nunca había sabido a dónde la llevaría la búsqueda de Kaitsja, si el Emperador o algún mando superior descubriría alguna vez su tapadera o de si realmente había algo que buscar. No quería creer que verdaderamente hubiera muerto, pero daba igual. Ahora que estaba tan cerca de hallar la verdad empezaba a sentir miedo. No lo entendía.

Comenzó a oír ruidos en la planta de abajo así que decidió levantarse por fin. Tras pasar por el aseo, bajó las escaleras de piedra y llegó al salón. El desayuno estaba servido para todos de la misma forma que por la noche lo estuvo la cena. El anciano Baedal salía de la cocina mientras delante de él flotaba una tetera.

- Buenos días, pequeña Anarinya. – dijo dulcemente. –

- Buenos días, Baedal. Puede llamarme Ana, es más cómodo.

- Muy bien. – contestó el anciano sonriendo. –

- ¿Cuánto tiempo lleva aquí sólo? – preguntó Ana mientras sus compañeros comenzaban a llegar desde la planta de arriba. –

- No te sabría decir. Casi no recuerdo nada de mi vida antes de relevar a mi padre en esta tarea. Ni siquiera sé si tengo algún hijo o hija que algún día me relevaría a mí, aunque, supongo que ya no será necesario.

- ¿Y qué pasará cuando cumpla con su misión? – preguntó Menma. – ¿Morirá?

- Ahí va otra vez... - susurró Gaku. –

- Nunca más vuelva a pedirle sutileza a Menma, jefa. – dijo Shikazane. – está más metepatas de lo normal. – algunos rieron, incluido el anciano. –

- No os preocupéis. La verdad querida Menma es que no lo sé. No sé lo que pasará, pero estoy feliz de que haya sido en mi tiempo cuando mi familia haya podido, al fin, cumplir su misión sagrada. Terminad de desayunar mientras me encargo de los caballos. – dijo mientras se levantaba con algunos problemas. – iba a decir que iría a echarles un vistazo, tendría gracia. – algunos de los doce se rieron, aunque intentaron ocultarlo, mientras Ichizoku les reprendía. – no pasa nada, me gusta reírme y hacerlo de uno mismo es lo más sano que hay. Salid cuando terminéis de desayunar y empezaremos con el siguiente recuerdo.

El anciano salió por la puerta mientras los doce se quedaban terminando el desayuno. Ana estaba deseosa de empezar, pero no quería privar de comer tranquilamente a los suyos. En ese momento, pudo concentrarse en otra cosa que no fuese Kaitsja Uchiha. miró a sus compañeros, a sus amigos. Comían, charlaban, reían. Era reconfortante verlos así, después de todo lo que les había tocado vivir.

Cuando por fin terminaron todos, salieron al pequeño patio de la casa. El anciano estaba ya sentado justo donde lo encontraron el día anterior y todos fueron sentándose a su alrededor.

- ¿Estáis preparados? – preguntó el anciano. –

- Estamos impacientes. – dijo Ana con sinceridad.

El anciano sonrió mientras dibujaba un nuevo símbolo en la piedra desnuda de aquel patio y, tal y como pasó la vez anterior, todo cambió de repente.

Estaban en una casa. Todo era de madera bien trabajada. Kuiara, la más manitas de todos, se preguntó cómo habrían hecho los techos para que no tuviera goteras ya que la madera no es un aislante. A pesar de eso, era una casa que tenía una gran habitación dividida en cubículos y un par de habitaciones al fondo de la sala, más pequeñas. Parecía un pequeño hospital. Allí, varios miembros del Clan Uchiha estaban atendiendo las heridas de los cuatro hermanos.

Las Crónicas de Kaitsja.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora