Ana abrió los ojos cuando notó que ya habían salido del recuerdo. Se sentía muy triste. Siempre había soñado con ser una Ninja, como sus antepasados, pero ver como obligaban a sus niños a luchar en sus guerras, a matarse entre ellos incluso siendo amigos... le partía el corazón. Todo era demasiado injusto y, ahora, tantos milenios después, la misma injusticia seguía campando a sus anchas a lo largo del mundo. Por eso no podían fallar en esta misión, tenía que acabar con toda lo maldad cuanto antes.
Cuando salió de sus propios pensamientos, vio que el anciano ya había entrado en la casa, seguramente a preparar la cena y que sus amigos también parecían sentirse tristes por todo lo que acababan de ver. Pensó que ningún niño debería enfrentarse a esas cosas.
Comió en silencio, como casi siempre, aunque esa vez el espíritu de la mesa era el mismo para todos. Luego subió al baño. Le parecía fascinante la magia de la casa, ya que se adaptaba perfectamente a todo lo que necesitaban en cada momento, la mesa en el comedor para trece comensales, las habitaciones preparadas para que los trece pudieran descansar y, en este caso, un baño para cada uno que cada día se equipaba con utensilios de aseo a estrenar. Seguía sumida en sus pensamientos mientras se quedaba quieta en la ducha, dejando que el agua recorriese su cuerpo, como si de una terapia sanadora se tratase. Podía entender lo que había dicho Hashirama, ese sueño de levantar un lugar dónde todos pudieran vivir en paz, donde los niños pudieran jugar y ser, simplemente, niños.
Ana salió del baño y reparó en que todos sus compañeros estaban ya en sus camas, pero ella no podía irse a dormir sin más. Salió al pasillo y se acercó a una ventana, la única que había en el pasillo. Se sentó en el alféizar, apoyando su barbilla entre sus piernas y se quedó mirando por la ventana el paisaje. Se veía más o menos lo mismo que desde el acantilado al que le gustaba asomarse, sólo que desde más altura. El pueblo se veía precioso desde allí. No sabía muy bien por qué, pero siempre que miraba al pueblo se llenaba de paz y tranquilidad. Se quedó mirando un rato más, observando cómo salía humo de las chimeneas, como algunos perros olfateaban de aquí para allá en los patios o cómo algunos vecinos metían leña hacia la casa mientras jugueteaba con un mechón de su abundante pelo rojo. Siempre le había gustado jugar con su pelo. También le gustaba su pelo, en general.
- ¿Problemas para dormir, pequeña? – escuchó Ana a su espalda. Se volvió sobresaltada y vio al anciano allí plantado, con su habitual media sonrisa y sus ojos cerrados. A saber cuánto tiempo llevaba ahí. –
- No me apetece irme a la cama todavía. – respondió. - ¿Cómo es que usted también sigue despierto?
- Oh, yo no duermo. – dijo cómo quitándole importancia. –
- ¿Cómo que no duerme?
- Pues eso, no duermo. Desde que vine aquí a relevar a mi padre no he vuelto a dormir.
- ¿Es por la magia?
- Supongo que sí.
- Pero usted dijo que ni siquiera recuerda la edad que tiene. ¿La magia le borró los recuerdos?
- Me temo que no lo sé.
- ¿Es usted humano? ¿Está vivo al menos o es un espectro? – dijo Ana que se estaba viendo presa de la ansiedad por la falta de respuestas. –
- ¡Jajajaja! Que yo sepa, estoy vivo, sí. Y también soy un humano.
- ¿Cómo funcionan los recuerdos? ¿Cómo se entra en ellos? ¿Cómo se sale? – dijo Ana levantándose. Su pelo le cayó en cascada por la espalda, ya que casi nunca lo llevaba suelto. –
ESTÁS LEYENDO
Las Crónicas de Kaitsja.
FanfictionKaitsja Uchiha es un jóven ninja del país del fuego con una carga sobre sus hombros más antigua que el propio mundo. En sus viajes, explorará diversos mundos, aprenderá sus poderes y acabará decidiendo el destino del Multiverso. Muchos milenios des...