Capítulo 9: Los Doce del País del Fuego

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Ya hacía unos instantes que habían salido del recuerdo pero Ana seguía ensimismada. Tenía que digerir todo lo que acababa de ver. Había escuchado siempre las historias sobre Ninjas de sus abuelos y sus padres, historias dónde le contaban lo honorable que era el Clan Uchiha y la Villa Oculta de la Hoja. De las épicas gestas que sus miembros consiguieron realizar, de lo importante que era mantener a los Clanes unidos. Ahora empezaba a entender por qué insistían tanto, pero viendo con sus propios ojos lo que estaba viendo, sintió nauseas. ¿Hasta que punto podría estar podrido el mundo que siempre había admirado?

- ¡Puaj! ¡Que asco, Chobee! – dijo Menma. - ¡Tío! ¡Que alguien me limpie esto, por favor!

- Tranquila, pequeña. – dijo el anciano que, golpeando el callado contra el suelo, lo arregló todo. La cena de Chobee desapareció de encima de Menma y esta quedó limpia al instante. Chobee no paraba de disculparse. – lo siento mucho. La próxima vez os avisaré antes de entrar en un recuerdo en el que haya un salto entre recuerdos. De hecho, los próximos dos recuerdos van juntos también y habrá un salto entre ellos. Son los dos últimos recuerdos que nos quedan de este año de Kaitsja.

- No sé cómo sentirme. – dijo Ana. El resto de los doce parecía tener la misma sensación. – desde pequeña he soñado con ser una Uchiha, como Kaitsja. Pero los Uchiha, eran repugnantes.

- No abandones tu sueño, querida. – dijo suavemente el anciano. – has visto cómo eran los Uchiha. así eran la mayoría de Clanes Ninja de la época, no sólo del País del Fuego sino de todo el mundo Ninja. Pero también has visto cómo era Kaitsja. Se enfrentó a todo el Consejo por sus convicciones. No juzgues tan pronto, espera a verlo todo para decidir, por favor.

- ¿Así eran todos los Clanes? – preguntó triste Mirai. –

- No todos, pero sí la amplia mayoría. Eran tiempos difíciles. Todos desconfiaban de todos y querían mantener el control político. Para hacerlo, tenían que ser los más fuertes.

- Dice que quedan dos recuerdos más de ese año y que se verán juntos, ¿no? – preguntó Ana. –

- Así es.

- Quiero verlos ahora, antes de dormir. – dijo firmemente. –

- No sería prudente. – dijo el anciano. – debéis descansar y no sobrexponeros.

- Eso ya nos lo ha dicho. Hemos sido entrenados desde muy pequeños y podremos soportarlo. Quiero ver esos dos recuerdos esta noche. Si alguno de mi equipo no quiere, que lo diga ahora. – miró a sus amigos pero todos estaban dispuestos a seguir si su Comandante así lo quería. –

- Está bien. – cedió el anciano. – pero sólo estos dos. Luego os iréis a descansar. ¿De acuerdo?

- De acuerdo. – dijo Ana. –

- Esta vez, mirad todos hacia delante, por si acaso. – dijo amablemente el anciano mientras dibujaba un nuevo símbolo. –

Ana aprendió que era mejor cerrar los ojos hasta que el recuerdo estuviera asentado. Así no se mareaba tanto. Cuando los abrió se encontró en el mismo río dónde había visto a Kai por primera vez. Allí estaba de pie Madara, mirando hacia la linde del bosque de los Nara mientras de entre los árboles salía Kaitsja.

- Sabía que estarías aquí, Madara. – dijo Kai. –

- ¿Qué quieres, Kai?

- Pensé que quizás necesitabas hablar con alguien.

- Si lo hubiese necesitado, no me habría venido aquí sólo. Déjame, por favor.

Las Crónicas de Kaitsja.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora