O5. Imprimación

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Quil Ateara junior se encontraba bastante extrañado por la escena que podía estar viendo, una pequeña niña de unos doce años tal vez se encontraba recostando su espalda contra el árbol, parecía estar hipando del llanto, se escuchaban sollozos y aquello le estrujó por algún motivo su corazón, quería entender porque la niña estaba tan triste.

Por lo que no perdió el tiempo, volviendo a su forma, para ponerse algunos pantalones cortos. Aunque en un microsegundo se dio cuenta, que el no era nadie para esa niña y que bien podía asustarla si aparecía de repente, pero lo que no pudo entender fue el momento en el que una gran presencia se sintió acercarse tan veloz hacia ellos, por un momento le preocupó que fuera a atacar a la niña, sin embargo entre las copas de los árboles una figura cayó justo frente a la niña, un hombre de la edad similar a la de su Alfa, este se había puesto de rodillas ante la niña, al menos eso parecía. Parecía un nativo pero el aroma era otro, al igual que el tatuaje en su hombro derecho, no parecía ser de la tribu, tenía el cabello largo cual sí fuera una versión masculina de pocahontas.

—Estás molesta. ¿Que ha ocurrido, mi pequeña Eien?—preguntó en un susurro la voz del nativo de piel morena y de complexión paliducha.

—Kehe...(Keji)—susurra la niña tras un sollozo y sin dudar se arrojó a los brazos del mayor.

El nativo parecía tener unos 25 o 26años de apariencia, así que bien podría haber sido hermanos sí la niña no fuera muy pálida. Mientras que el hombre parecía bien sorprendido por la muestra de afecto repentina no tardó en protegerla como si se estuviera rompiendo también tras los sollozos. Pero debido a esa conexión, Quil pudo olfatear ahora el aroma impregnado del nativo en ella, como si... La niña fuera la impronta del desconocido, pero eso era tomado como una aberración.

—A veces... Quisiera dejar que me maten, Kehe... Nos ven como monstruos... No elegimos serlo... ¿P-porque debo ser así? —solloza la niña en un hilo de voz.

—Nadie elije ser lo que somos, mi pequeña... Y si, puede que seas un monstruo pero todas las criaturas sobrenaturales lo somos para los humanos, pocos saben el sacrificio que tiene uno tras esta vida. Tu bien lo sabes... —el nativo le acariciaba el rostro intentando calmar a la niña que nunca soltaba lágrimas.

—Pero si yo...

—No, tu no elegiste nacer y ser convertida en esto. Tu elegiste el camino para salvar vidas, las que no merecían morir en su momento, es muy diferente, pequeña Eien. —le asegura con tanta firmeza que logra que la niña lo mire a los ojos.

Quil se queda boquiabierto al ver los ojos rojos cual un frío en los ojos de la niña pálida, que parece estar muy emotiva por las palabras del nativo. Aún así no sentía fuerzas para dejar de ver, era como si algo lo estirarse hacia ella.

—N-no te merezco Kehe... Me alientas a seguir viviendo, cuando cada vez pierdo las ganas de seguir con ello, solo... Eres tu quien por quien me mantengo viva. —la niña admite entre un sollozo arrojándose a sus brazos.

Logrando que el nativo pueda alzar la entre sus brazos, protegiendola, resguardando sus sentimientos en un abrazo tan dulce y tierno.

—Vivo por ti, los ancestros me pusieron para que abra paso a tu camino reencarnado. Me diste a mi motivos para seguir adelante. —admite con suma necesidad de expresarle tanto el orgullo y motivo.

«Debería irme... Ellos no tardarán en darse cuenta de mi presencia, si es que no se dieron cuenta ya.» admite nervioso Quil, debía moverse ya.

Pero en cuanto intento dar un paso más, una especie de pared lo había dejado entre la espada y la pared, no había nada detrás suyo, pero si que parecía algo por como lo había detenido. «¿pero que es esto?» jadea nervioso Quil.

Niña Inmortal (Crepúsculo) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora