Gulf Kanawut ♡

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Kinn

—Podemos ir el viernes. Es el día libre de Chay—propone Isa. 

—Oh es cierto, ¿qué dices, Chay? —pregunta el chiquillo sentado a mi lado. 

—No lo sé, no creo que pueda —dice dudoso el, lo que es raro porque él nunca rechaza una propuesta. 

—Deja de hacerte de rogar —demanda Mew dándole un empujón. 

Todos miramos a Porchay, esperando una respuesta. Al chico se lo nota algo indeciso y esa sí que es una actitud extraña en él. 

—Está bien —acepta luego de unos segundos. No luce convencido. 

—¡Será divertido! —exclama el hablador para luego girar a verme—. Vas a ir con nosotros, ¿cierto? 

—No. 

—Genial —ensancha su sonrisa ignorando mi negativa—. Voy a esperarte a la salida de tu clase entonces. 

—No iré —repito con la esperanza de ser escuchado. 

—Sí sí, lo que sea —curva los labios brillante como si le hubiese dicho algo bueno, luego agita la mano restándole importancia. 

Pues momentos como estos son los que vienen pasando desde hace una semana. Trato de darle una respuesta contundente o ponerlo en su lugar, en cambio, el chiquillo se limita a ignorar mis respuestas. 

Me intercepta en todos lados, en la biblioteca, en los pasillos y, a veces, hasta me espera afuera de mis clases, ¿cómo mierda obtuvo el horario? Ni puta idea. Y ni hablar de que, religiosamente, todos los días me arrastra al comedor y me obliga a alimentarme. 

La verdad no sé cómo sentirme al respecto. Tampoco ayuda el hecho de que mis supuestos amigos se lleven bien con los nuevos intrusos. 

 Deseo decirle que me deje en paz. De hecho, lo hice un millón de veces. Puede que no esté siendo lo suficientemente firme en mi petición. De lo contrario, estoy seguro de que ya hubiera dejado de perseguirme. 

 ¿Y por qué no lo mando al diablo de una jodida vez? No lo entiendo, por lo tanto, aquí me encuentro debatiendo qué rayos hacer y tratando de entenderme un poco. 

—Supongo que vamos a ver una de terror —deduce el Chay antes de darle un sorbo a su lata de soda. 

—Claro que no, no vamos a ver esa mierda —escupe Mew con cara alarmante. 

—Oh... ¿Tienes miedo, cielito? —Porchay lo abraza. 

 —No, pero no me gustan esas cosas —miente tratando de quitárselo de encima—. Quítate, Chay, no seas encimoso. 

—Déjame darte amor —besa la mejilla del pelinegro ganándose un manotazo por parte de este—. ¡Dios! Tú y mi amorcito son tan hoscos, no aceptan el amor que tengo para darles. —El chico se queja cruzándose de brazos.

—Lo que pasa es que mi amorcito ya tiene alguien que le dé amor —informa tranquilamente Isa. 

¿Yo? 

Y sí, fue desconsiderado de su parte que lo haya dicho justo en el momento que estoy llevándome la botella de jugo a la boca porque termino ahogándome ruidosamente. El chiquillo golpea mi espalda, pero no quita la jodida sonrisa de sus labios. Mis amigos ríen sin tratar de disimularlo. 

Maldita sea, ¿por qué ha dicho algo como eso? ¿A quién se refiere después de todo? 

Como puedo recupero el aliento, miro a los chicos y en ese instante me percato de que esto no ha acabado aún. 

Sonríeme a mí - SONRIE 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora