Corazón perdido ♡

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Kinn 

Me ajusto el abrigo, a esta hora de la noche es cuando más fresco se pone la ciudad. 

 Camino sin rumbo alguno. Las personas pasan por mi lado, los coches van y vienen, las luces me encandilan y el cielo nocturno se pinta de un solo color. Las estrellas desaparecen y la luna brilla en su resplandor. 

No sé cómo ni en qué momento, pero cuando detengo el paso, me encuentro parado frente a la cafetería "Delicias". Y sí, llámalo casualidad, causalidad o el puto destino que se encarga de llevarme junto a Porsche Nattawin, como si fuera un maldito imán. 

Camino hacia un costado para no ser descubierto, desde este escondite tengo un buen panorama de lo que sucede dentro. Arrastro la mirada por el lugar que se encuentra poco concurrido, teniendo en cuenta que ya es un poco tarde, por lo que no me es difícil reconocer a algunas personas. 

Prae se encuentra detrás del mostrador, con la vista fija sobre la extensa mesa, parece muy concentrada escribiendo algo. La siguiente persona que veo es a Porchay quien imita algún tipo de baile ridículo, sus caderas se sacuden de un lado a otro sin pudor alguno. 

Un movimiento detrás del mostrador capta mi atención. Mi corazón comienza a latir con ferocidad cuando reconozco esos inconfundibles cabellos alborotados. 

Porsche rodea el mostrador, regalándole una sonrisa de medio lado a su madre y a Porchay. Sus malditamente hermosos ojos lucen apagados y su brillante sonrisa se ha esfumado. Retuerce un trapo en sus manos y avanza unos pasos entre las mesas. 

Puede que el chiquillo haya sentido mi intensa mirada, ya que de un momento a otro, levanta la vista hacia el gran ventanal mientras frunce el ceño. 

 Demonios. Automáticamente, retrocedo varios pasos de manera precipitada, temiendo ser descubierto, pero inevitablemente acabo tropezando con una persona a mi espalda. 

 —¡Fíjate por donde caminas, idiota! 

 Recibo un empujón que me hace chocar contra la pared de un pequeño callejón al lado de la cafetería. Me quejo de dolor por el impacto tan brusco. 

 Levanto la cabeza para averiguar quién ha sido el que casi saca mis pulmones y... ¡Vaya sorpresa! 

—Pero mira a quién tenemos aquí... —se mofa el imbécil—. Y por lo que veo, estás solo —afirma mirando hacia los lados—. Hoy es mi día de suerte. 

Esboza su típica sonrisa comemierda y avanza lentamente, como si estuviera acechándome. 

—Aún no me olvido que me hiciste quedar en ridículo en medio del campus —escupe las palabras con bronca. 

Me enderezo para enfrentar al imbécil. Las peleas de este tipo no son lo mío, son una innecesaria pérdida de energía, sin contar el hecho de que tienes que ensuciarte las manos con escorias como la que tengo enfrente. Aunque soy consciente de que estas peleas, a veces, son inevitables y para qué mentir, si alguien lo merece, voy a darle tanta mierda como pueda. 

Lo escrutinio detenidamente, no tiene aspecto de poder aguantar más allá de unos cuantos golpes, por lo que soy considerado y decido darle una oportunidad para retroceder. 

—Lárgate —espeto con desdén. 

El idiota dibuja una mueca cargada de malicia, ahora es cuando me doy cuenta de que además de imbécil, también es un descerebrado. 

El idiota enfurece al punto que embiste contra mí dándome otro empujón que me hace ver estrellas. Bien, es toda la paciencia que puedo soportar y sin piedad alguna, me abalanzo contra el chico propinándole un puñetazo que lo deja de espalda al suelo. Me subo a horcajadas sobre su abdomen y comienzo a soltar puñetazos desde el torso hacia arriba. Lo único que el imbécil logra hacer, es cubrirse la cara con sus antebrazos. 

Sonríeme a mí - SONRIE 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora