- Francisco
Ese nombre dejó un rastro amargo en mi boca tras pronunciarlo. Mis emociones eran un desastre, afectando por completo mis respiraciones por lo que intentaba controlarla para aparentar estar lo más calmada posible.
- Veo que todavía recuerdas mi dulce voz – comentó entre risas suaves. Tragué saliva al sentir mi garganta seca, las palabras no llegaban a mi boca, estaba en trance - ¿Hola? ¿No piensas hablar?
No respondí.
Un golpe seco se escuchó del otro lado de la línea a la par de un fuerte quejido proveniente de Mark, lo cual sólo logró ponerme más nerviosa.
- Es descortés dejar a alguien hablando solo - musitó lo contrario.
- ¿Qué quieres? - respondí tajante.
Una carcajada estruendosa resonó a través del teléfono. Todas mis entrañas se revolvieron al escucharlo, dándome una horrible sensación de impotencia.
- Mmmm digamos que un ajuste de cuentas – canturreo el italiano – Hay varias cosas que debemos discutir, ya sabes, de la vida.
Apreté el teléfono con fuerza, repitiendo una y otra vez que debía mantener la calma. La vida de Mark estaría en juego por mis acciones.
- ¿Dónde nos vemos? - contesté.
- Mañana a primera hora en el Valle Perdido. No llegues tarde y sin compañía, por favor. No son de mi agrado – suspiro con fuerza antes de seguir hablando – Porque de lo contrario... no creo que quieras peligrar así la vida de tus amigos.
Colgó.
Mantuve el teléfono pegado a mi aun cuando solo se escuchaba el constante pitido de la línea de fondo.
- Evil ¿Qué pasó? - escuché a Demián a la lejanía, casi inaudible. Haciendo uso de todo mi autocontrol, hablé :
- Él... tiene a Mark – musite – Y... también a Lens.
Divisé la mirada hacia Carlos, quien estaba a unos metros de mí. Vi como sus ojos se inyectaron en furia y tiraba de sus cabellos con desesperación.
- ¡MIERDA! – gritó éste, pateando una silla.
Entendía su reacción. Sabíamos lo que significaba que los chicos estuvieran en manos de un psicópata como Francisco, todos estábamos preocupados.
- ¿Qué más? ¿Qué te dijo? – insistió Demián.
Tenía los pensamientos entremezclados, completamente fuera de esa sala. Aún si podía oír a mi amigo, no le prestaba atención. Me culpaba una y otra vez por todo esto.
Si lo hubiera dejado en la carretera, no estaría ahora en manos de Francisco. Debí haberlo encerrado en su habitación. Nunca debí haber ido a esa plaza ¡Todo esto es mi maldita culpa!
- ¡Ale! – Demián me tomó de los hombros y me obligó a verlo – Respira ¿Si? – hice lo que pidió, tomando bocanadas de aire pausadamente, tranquilizándome – Bien, ahora dime qué te dijo.
Tome una última bocanada pausada de aire antes de hablar.
- Quiere verme.
El semblante de Demián cambió en menos de un segundo a completa negación. Pero sin siquiera discutirlo con él, yo ya había tomado una decisión. Debía ir.
- Ni se te ocurra – amenazó mi amigo. Lo observé perpleja.
- Van a matarlos - objeté.
- Eso no será problema tuyo - soltó él, restándole importancia. No lo entendía, todo lo que estaba pasando era problema mío.