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Habíamos pasado demasiado tiempo intentando dar con la contraseña de Alicia. Mark había permanecido a mi lado las primeras 3 horas de las 5 que estuvimos dando ideas al azar, pero ahora él se hallaba caminando por la habitación, inspeccionando cada tanto algo que llamara su atención.
Tiré de mis cabellos hacia atrás por la frustración, respirando pesadamente. El cielo empezaba a tornarse de un azul marino, oscureciendo mi habitación.
- Mark, enciende la luz – pedí. O eso pretendí porque mi voz salió más autoritaria que de costumbre. Lo admito, estaba tensa. Toda la situación me tenía tensa.
Mark volvió a verme con el ceño ligeramente fruncido ante mi intento de petición sin tacto.
- ¿Cuál es la palabra mágica? – puso hincapié en cada palabra intentando que viera lo obvio.
Lo mire con los ojos entornados y simule la más falsa de mis sonrisas.
- Ahora – sentencié.
- Mandona, mandona, mandona – susurró casi inaudible mientras encendía las luces.
Me concentré nuevamente en la laptop sobre mi regazo, ignorando su existencia hasta que se recostó a lo largo del colchón, cerca de mis pies. No podía evitar pensar en lo cómodo que se veía en mi habitación, como si no hubiera un mafioso detrás de su cuello. La serenidad en su rostro mientras recostaba su cabeza sobre una de mis almohadas de piedra era envidiable. Tanta paz era casi imposible de creer.
¿Cómo podría adaptarse tan bien a un ambiente tan hostil?
"Ten cuidado de donde pones tus ojos Evil, pueden delatarte" Las palabras de Richard retumbaron en mi cabeza y solo cobraron sentido en ese instante, cuando Mark abrió los ojos y me observaba expectante.
- ¿Disfrutando la vista? - cuestiono sonriente, pero la risa se le borró cuando yo no movi un músculo. Me había quedado colgada entre el espacio tiempo, observando ahora un punto fijo detrás de la existencia de Mark - ¿Ocurre algo? - su tono delataba una ligera preocupación. Negué con la cabeza pero dos segundos después empecé a asentir. Mark contrajo el entrecejo en confusión y sonrió - ¿No o sí? – soltó entre risas.
Cerré la tapa del laptop, dispuesta a tomar un descanso de la pantalla. Sentía mis ojos arder cual pitahaya al sartén. Frote mis globos oculares con mis dedos, los cuales estaban fríos por las bajas temperaturas de la noche, sintiendo un inmenso placer.
- Te ves bastante cómodo – comenté mientras me recostaba en la cama, quedando a su mismo nivel.
- Tu cama es bastante cómoda – respondió en un susurro ronco, estaba con sueño – Es blandita.
- Lo sé – respondí en lasitud – Richard se encargó de comprarla – Mark frunció el ceño en confusión al nuevo nombre mencionado.
- ¿Richard? ¿Es algún miembro del Bloque? – preguntó dejando su curiosidad al descubierto.
Una característica fundamental en Mark es que siempre fue extremadamente curioso. Esa fue una de las razones por la que me gustó tanto cuando era más joven. Sus charlas eran interesantes, siempre tenía algo que contar, algo que llamara más mi atención. Le gustaba arriesgarse, era aventurero, era ideal para mí yo de 18 años: inexperta del mundo, tímida y asocial que encontró un refugio en él. El único compañero de trabajo que le habló cuando recién había comenzado. Un amigo, mi primer amor y mi primer corazón roto.