A LA ORILLA DEL BALCON

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Las últimas semanas han sido ese cambio drástico que mi vida no ameritaba. Aunque todo a mi alrededor parece seguir igual, siento la necesidad constante de estar sola como si todo me molestara o estorbara.

La depresión hizo que se retorcieran mis entrañas como si de una trituradora se tratase. La verdad a estas alturas ya no sabía que lo provocaba: Los recuerdos o la media docena de cervezas que estaba tomando al pie del balcón del doceavo piso del Bloque.

- Esto es una mierda – musité para mí. Ya había llegado al punto de la melancolía sin retorno.

- Lo mismo digo.

Di un respingón en mi lugar y me puse alerta al notar que no estaba sola, pero al voltear vi que solo se trataba de Demián, mi insoportable amigo y mano derecha, se encontraba detrás de mí mirándome con obvia desaprobación

- ¿Ni siquiera guardaste una para mí? - reclamó. Bufé y lancé una lata

en su dirección mientras este la atrapaba en el aire con éxito.

Podía darle una, después de todo tenía otras cinco...

Se sentó a mi lado. Ambos manteníamos la mirada en las colinas cuyas siluetas eran poco notables por la lejanía. El sol se estaba ocultando, por lo que el cielo se pintaba en tonos naranjas y rojizos. Era una vista hermosa. Esas eran las ventajas de tener un edificio de doce pisos alejado de la ciudad. Podías ver el espectáculo del cielo en primer plano.

Ese balcón se había vuelto mi lugar favorito, era el más pacífico de todo el bloque y era el menos concurrido. A pesar de la brisa no tan delicada que chocaba contra mi rostro amenazando con arrojar mi innecesaria existencia hacía la muerte, era un lugar increíble. Lo único que impedía mi caída era un fornido Demián que sujetaba la parte trasera de mi sudadera, evitando así que me precipite como estúpida hacía mi muerte.

¿Había mencionado que el balcón no tenía barandales?

- ¿Hasta cuándo estarás así? – la pregunta de Demián me sacó de mi contemplación celestial. Podía sentir sus envidiables ojos grises llenos de preocupación sobre mi. Yo no despegaba la vista del cielo, estaba demasiado hipnotizada y cansada para hacerlo.

- Dame otros seis años - bromeé para alivianar el ambiente. Demián relajó la expresión y tomó un trago de su cerveza sin quitarme los ojos de encima - No me mires así – pedí agachando la cabeza y tratando de cubrir mi rostro con mi corto cabello.

- ¿Cómo? - cuestionó mecánicamente.

- Con pena - respondí sin ganas. Él pareció meditar las cosas por un segundo antes de volver a hablar.

- No lo haré - dijo sin más.

Dicho esto me quitó la cerveza que llevaba en la mano y se la acabó de un solo trago. No me sorprendía, él es bueno bebiendo, mejor que yo a decir verdad.

Noté la lata que le había dado antes y la agité en el aire para comprobar que esté vacía. Efectivamente lo estaba. Ni siquiera supe cuando se la había terminado.

- ¿Sabes? Deberías poner en práctica esa frase – señaló mi pecho, fruncí el ceño en confusión y estire mi sudadera para leer, en esta se resaltaba en grandes letras la palabra: Happy

Fruncí el ceño con más fuerza, ni siquiera lo había notado antes de usarla. Yo solo me ponía lo que encontrara limpio en mi habitación. Hundí mi mano en el bolsillo de mis pantalones sacando un bolígrafo de estos. Demián mantenía su vista desconcertada en mis acciones mientras escribía con letra torpe sobre mi sudadera.

- Unhappy – leyó, rodó los ojos y me miró divertido - ¿Enserio? ¿Infeliz? – tradujo. Me encogí de hombros restándole importancia – Es un poco infantil de tu parte.

- Me ofendes – bromeé.

Él negó con la cabeza quitándome el bolígrafo para lanzarlo lejos de mi. Vi como mi bolígrafo favorito salió volando del balcón y como estúpida intenté agarrarlo en el aire, abalanzándome hacia adelante.

- Muy bien señorita – Demián me tomó con fuerza de mis prendas y tiró de ella hacia atrás evitando así que cayera – Estás demasiado ebria. Además han sido suficientes muertes por hoy y no queremos sumarle la tuya – sonreí por el comentario. Demián nos puso a ambos de pie y en un abrir y cerrar de ojos sujetó mis piernas y me subió a su hombro.

- ¡¿Pero qué haces?! - grité entre risas, las cuales cesaron al sentir que mi cabeza dio vueltas - Demián te voy a vomitar.

- Hazlo y saldrás volando como tu bolígrafo.

- ¿Estás amenazando a tu jefa? - elevé el tono en protesta.

- Del noveno piso hacia arriba no eres mi jefa, Evil - llevé mi brazo hacia delante para mostrarle el dedo medio y luego dejarme caer rendida sobre su hombro.

Me llevó dentro del bloque, sin parar de reír, hasta ahí me acuerdo.

ODIO, BALAS Y DOLORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora