4. Enredos y desastre

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Abrí los ojos cuando escuché el sonido del despertador y negué con la cabeza.

—Maldito hijo de puta.-dije a pesar de que sabía que nadie podía escucharme.

Pero el idiota de Lombardi había cumplido su promesa. Negué con la beza y me levanté de la cama.

Había tenido el mejor fin de semana de toda mi vida y no solo lo decía por el sexo sino, porque Lombardi sabía cómo hacer feliz a una chica.

Viajamos por casi toda Roma en helicóptero, fuimos a los mejores barby restaurantes. Además de que visitamos Santorini.

No sabía que necesitaba conocer un lugar hasta que llegamos a ese hermoso paraíso. Todo fue perfecto, por primera vez me había sentido libre, había sentido que no tenía ninguna responsabilidad.

Y sobre todo por qué Lombardi no me conocía.

Pero como dicen en las películas. La vida continua y los sueños no duran para siempre.

Hoy iniciaba en mi trabajo de niñera. Mi objetivo era conocer a la familia de mi futuro esposo y a él, para saber si funcionaría lo nuestro o no, para saber si el casarme con él valdría la pena.

Suspire y negué con la cabeza cuando las gotas de la ducha comenzaron a resbalar por mi cuerpo.

Desde pequeña supe que el estar casada por amor tenia que estar tachada de mi lista ya que para mi familia los hijos y nietos solo somos un negocio más y lo sé porque a mi madre le pasó, a mi tía y a mi prima, esperaba ser la excepción.

Pero no mi abuela tenía mejores planes para mí o eso me decía.

Di la vuelta y comencé a enjabonar mi cuerpo.

Según mi familia yo era una especie de oveja negra, siempre hice lo que quise y nunca seguí reglas y entonces¿Porqué seguirlas ahora? ¿Porque darles el gusto? Fácil me gustaba el dinero y ser una mantenida era mejor que estar sin dinero y sin trabajo.

Intente estudiar diseño de modas, pero el dibujo no era lo mío, me fui por maquillaje, pero resulta que me estresa la gente, también probé ser abogada, pero casi hago que perdieran un juicio por mi culpa.

En mi frente tenía tatuada la palabra fracaso.

Así que mi abuela hizo lo que mejor sabía hacer mandar y me obligó a ir a una escuela para señoritas, en donde aprendí hablar otros idiomas además nos dieron clases de modales y de cocina.

Asombrosamente no queme la cocina y descubrí que si tenía una habilidad. Estudié para ser chef un tiempo, después la escuela me aburrió y decidí que la fiesta era lo mío aunque a mis padres no les agradará la idea.

Por ello es que la abuela dio mi mano sin mi consentimiento, pensando que sería mejor estar cada a ser una vagabunda.

Suspire pesado y termine de ducharme.

Medite mucho las cosas hasta que me amenazaron con quitarme el dinero y las tarjetas entonces por ello quise hacer ese pequeño acuerdo con ello.

Además siempre quise estar infiltrada en algo, sentir la emoción de que te descubran por algo que has hecho.

Salí del baño y me puse mi uniforme. Era bonito, tenía que aceptarlo, el color vino me sentaba bien por el color de piel que tenía, me hacía verme menos pálida.

Termine de arreglarme y salí de mi habitación.

Si había algo que amaba era la puntualidad. Un don que no muchas personas tienen.

Camine por el pasillo del hotel y al llegar al elevador la puerta estaba apunto de cerrarse cuando alguien lo detuvo para mí.

—¡Gracias! —dije un poco agitada ya que había corrido un par de metros y el deporte y yo no éramos amigos.-levante la vista y al comprobar de quién se trataba mi acompañante no pude evitar sonrojarme. El solamente me dedico una de sus sonrisas matadoras.

Conociendo a mi prometido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora