Magnetos

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Odiaba las fiestas, eso era un hecho. Posiblemente nadie lograría comprenderlo enteramente, puesto en su adolescencia fue un rebelde empedernido, tanto así que, en numerosas ocasiones terminó metiéndose en más de un lío, incluso, y no estaba orgulloso de ello, en prisión preventiva un par de veces.

Pero, la vida quizás tiene formas un tanto drásticas de proceder (por no decir siniestras) y asentar las cosas, pues luego de una noche loca, lo suficientemente destructiva como para enviarlo a la cama un par de días, con lo que parecían ser estragos de una muy horrible resaca por tanto vodka en su sistema, terminaron en un par de líneas en una prueba de embarazo.

Así que, tras un golpe directo, abruptamente todo aquel descontrol del que le encantaba ser participe terminó.

Y no le molestaba en absoluto, eso era lo más extraño de todo el asunto.

Comenzó desde entonces a disfrutar de otros placeres en su vida, como abrazar a su pequeño o salir a pasear con él al parque o simplemente escucharle reír.

Jihoon se convirtió en su cable a tierra y estaba completamente agradecido por ello, porque estaba inmensamente seguro de algo, su vida valía la pena desde que supo que su pequeño cachorro llegaría, incluso si todo a su alrededor de derrumbaba como si un terremoto atacara, su pequeño siempre lo mantuvo con los pies en el suelo.

Por lo tanto, haberse visto envuelto en los planes de Taehyung resultó ser un error garrafal, del que se arrepentía rotundamente. Y se maldecía internamente por ello, pues la incomodidad de sentirse tan fuera de lugar le carcomía los huesos hasta la médula.

No conocía a nadie, puesto la mayoría de las personas a su alrededor eran celebridades de un estatus demasiado alto, como el firmamento mismo, tan inalcanzables que ya ni siquiera se sorprendía de pillarlos viéndole con desdén.

Pero no le importaba, pues al ser padre soltero se convirtió en un imán de críticas y comentarios hirientes, inclusive de su propia familia.

Así que, decidió ignorar todas aquellas miradas de superioridad y se dirigió a la barra, porque, efectivamente, lo único que podía hacer en un momento como ese donde no sabes que hacer, lo mejor es emborracharse y disfrutar la fiesta.

Quizá tomarse unos cuantos tragos no le caerían nada mal, tenía mucha experiencia en ello, ya luego por la mañana se recriminaría el haberse excedido, al menos por esa noche, quería pensar solo en si mismo.

Era precioso. Una especie de imagen divina, sublime, deslizándose sobre la pista de baile, como si intencionalmente fuera sólo para él, solo para admirarlo, incluso se atreve a afirmar que las luces caían sobre el omega para que todos se fijaran en él.

La forma en que se movía invitaba a sus ojos a mantenerse posados sobre su cuerpo, su cadera, su cintura menuda que se dejaba a la vista de vez en cuando como solo un atisbo de lo que podías probar, sus muslos fibrosos luchando contra la tela de su pantalón.

Se sentía como un magneto encontrándose con su polo, siempre empujándolo como la inercia misma hacia él.

Ni siquiera recuerda el momento en el que dejó la pista corriendo y se quitó los audífonos, ni cuando se mezcló entre la multitud con un solo objetivo. Atrapar a aquel hermoso chico.

Así que, a pesar de que muchas personas intentaron tocarlo o llamar su atención con coqueteos descarados, los ignoró por completo, pues aquel rubio lo hipnotizó por completo, en cuerpo y alma, pues lo único que anhelaba en se momento era tenerlo.

Su lobo ansioso en anticipación le suplicaba que terminara con la distancia y lo hiciera suyo, a un nivel primitivo que no alcanzaba a comprender.

La tentación era demasiada, el rubio era sexy en un nivel incomprensible, por lo que luego de un largo debate mental, resolvió que iría hasta el final por él.

El Otro Papá  | Yoonmin |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora