Emociones

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Miró por última vez la hora en su celular soltando un débil suspiro, liberando sus pulmones de aquel humo de tabaco que había ingresado recientemente tras una calada

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Miró por última vez la hora en su celular soltando un débil suspiro, liberando sus pulmones de aquel humo de tabaco que había ingresado recientemente tras una calada.

Se reclinó nuevamente en el asiento de cuero en su auto, refugiado tras el cristal polarizado, rebuscando entre las figuras de la multitud aquella que aún picaba en sus manos; y es que el recuerdo de la deliciosa y tersa piel del omega aún carcomía sus adentros, encendiendo todo a su paso, como una pequeña llamarada encontrándose con el combustible, propagándose sin poder controlarlo.

Solo bastó con cerrar los ojos para sentir de nueva cuenta el fastasma de sus labios rellenos amoldándose perfectamente con los suyos, o como su nariz vagó por su cuello apreciando su exquisito aroma desde el origen, como sus dientes marcaron aquella piel hasta sus clavículas, como se retorció contra su cuerpo, como gimió quedito en su oído...

Aquello le apretó la garganta, pues la ansiedad regresó corriendo con fiereza por su torrente sanguíneo alimentando los nervios que escalaban a través de su columna vertebral con un escalofrío.

Negó levemente con la cabeza y se hundió de nuevo en su lugar, como si pudiera retener aquellas emociones tan molestas que usualmente no eran tan intensas, porque solía mantener a raya a su lobo, pero desde que sus ojos se cruzaron con los brillantes orbes del omega no pudo contenerlo mucho más.

Su jodido lobo se había pasado los últimos días llorando por su ausencia, tan lastimero que daba pena escucharlo lagrimear por la pérdida de alguien, quien, en primer lugar no le pertenecía.

Sabía de antemano que aquel omega solo quería jugar y no le molestaba en absoluto, era algo que él haría, pues comúnmente se encontraba con algun beta u omega para pasar un buen rato, pero por alguna extraña razón, o quizá la carencia de ella, fue directo hacía él, aún si aquello significara lanzarse desde un acantilado.

Y probarlo fue un error.

Jimin era como una droga y él un adicto en abstinencia.

El solo pensamiento hizo a su lobo retorcerse, urgido por volver a tenerle cerca y reclamarlo como suyo. Pero el problema no era solo ese, si no que, su estúpida parte humana, aquella que debía ser racional, también estaba tonta y perdidamente desesperada por Jimin.

Nunca experimentó antes ese tipo de necesidad que hervía su sangre hasta ahogarle, como lava precipitándose desde su interior haciendo erupcion de forma inminente, acabando con todo a su paso, hasta que pudo vislumbrar en los ojos de Jimin, no una simple galaxia, si no, el universo entero.

Frustrado, presionó el volante entre sus manos y dejó caer su cabeza contra este, escondiéndose así, porque la mata de emociones abstractas eran demasiado abrumadoras como para lidiar con ellas.

El cigarrillo entre sus dedos terminaba de consumirse, así que, recobrando mínimamente la compostura dio otra calada y lo apagó en el cenicero que conservaba en su auto.

Decidió entonces dormitar un rato, pues llegó mucho antes de la hora acordada, por lo cual era totalmente seguro que debía esperar.

Pero solo quedó en el intento, pues su lobo comenzó a removerá inquieto, expectante.

Y entonces, lo comprendió todo, pues ahí, entre el tumulto de personas, encontró a Park Jimin. Con su rubia cabellera bailando en el aire y su grácil forma de caminar, como si flotara. Jodidamente precioso.

No podía culpar a todos aquellos que se giraban a verlo o que intentaban coquetearle, porque el omega desprendía seguridad a cada paso, porque el mismo se quedó perdido, embobado deambulando entre escenarios ficticios donde arremetía al menor contra la pared para devorarle a besos devotamente.

Sonrió ladino, ante su muy basta imaginación que le removió las entrañas.

Bajo del auto, cubriendo su rostro para no ser reconocido con facilidad, pues no quería volver a involucrar al omega en otro escándalo.

Lo supo de inmediato, lo sintió hasta debajo de su piel, emanando de su cuerpo.

Y se sintió tonto e inexperto, porque la clase se sentimientos que se agolparon en su pecho fueron totalmente diferentes a lo que alguna vez hubiese podido experimentar.

Y a pesar de que a Yoongi le picaron las manos por deshacer la distancia y envolver al menor entre sus brazos, solo atinó a dar un pequeñísimo paso al frente al compás del trinar de un ave flotando en el viento y susurrar suavemente:

—Hola.

—Hola

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El Otro Papá  | Yoonmin |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora