xɪx- ᴘᴀᴊᴀʀɪʟʟᴏ.

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La morena soltó una risa suave, dejándose caer sobre el colchón boca arriba. Su postura era relajada, despreocupada y la leve tensión que parecía presentar bajo su calma habitual se había evaporado.

Con el codo apoyado en la madera, y el rostro apoyado en la mano, Sansa la observaba un tanto ensimismada, demasiado embriagada en su imagen como para acordarse de disimular, aunque a simple vista la doncella no parecía percatarse de ello. Le costaba admitirlo, pero con el tiempo, Elaine le había tomado algo de cariño. No era una adoración profunda, ni la complicidad que siente uno con un buen amigo, pero le profesaba todo el aprecio que era capaz dentro del absoluto desprecio que sentía por su privilegio. Sansa Stark era inocentemente dulce en sus gestos; después de enterarse de cuales eran sus pasteles favoritos había comenzado a traérselos de vez en cuando, y siempre que la veía mínimamente cansada pedía que la sustituyeran en su servidumbre. Y aunque la despreciara, aunque la abandonaría sin pestañear, aunque seguía mintiéndole sin la mínima duda, Elaine debía admitir que era agradable ser tratada con tanta delicadeza. Además, a veces era incluso divertida. 

— ¿Qué colchón era más cómodo? —inquirió la doncella, estirándose entre las suaves mantas— ¿El de Desembarco o este?

— Mmm... —sus fríos ojos miraron al techo, pensativos. Parecía relajada— Sus sedas eran más suaves, pero su almohada era más dura. 

Podía parecer una respuesta aburrida para una pregunta aburrida, pero la morena había aprendido a entretenerse durante su servicio. Tras conocerla, si uno se fijaba muy bien, había algo en la expresión de la joven noble que se ensombrecía al mencionar su estancia en la capital. No tenía muy claro el qué y no había podido descubrirlo antes, pues hasta hace bien poco había evitado el tema a toda costa, pero le divertía leer sus expresiones; Sansa no era tan mala fingiendo como había creído en un principio. Aunque suponía que era natural cuando una vivía rodeada de mentirosos. 

— Elaine —llamó entonces, levantándose del asiento frente al tocador y sentándose en una esquina del catre, junto a ella. Su semblante se había dulcificado, pero aún tenía la mirada algo perdida— ¿Crees que lord Baelish tardará mucho más en buscarme un marido? —le parecía divertido que siguiera llamándolo lord Baelish cuando él no estaba delante. Debería comentárselo alguna vez. 

— Lo ignoro, mi señora —era cierto— ¿Por qué? ¿Deseáis ya un compromiso?

La muchacha negó con la cabeza en silencio, desviando un poco la vista. Elaine evitó suspirar, algo exasperada. 

— ¿Qué os ocurre? —suave y sin sonreír, le colocó un mechón pelirrojo tras la oreja. 

Para su sorpresa, Sansa se sonrojó.

— No deseo casarme —respondió, tomando sus manos para mirarla a la cara con cierta timidez— Quiero quedarme aquí... Con vos —pareció hacerse muy pequeñita al añadir eso— Me siento feliz en el hogar de mi madre. 

Entonces, solo entonces, se dio cuenta de lo que ocurría y reprimió una sonrisa triunfal. Se imaginaba la expresión del sinsonte al enterarse de aquello. Definitivamente le gustaba mucho tener más control que él sobre aquel pequeño pajarillo pelirrojo. Se incorporó y le dio un gentil beso en la frente, que la hizo sonrojarse un poco más y cerrar los ojos muy despacio ante su tacto. 

— Petyr os buscará un marido decente, mi señora —prometió— Y sois tan bella y buena que caerá enseguida rendido ante vos, os lo puedo prometer —eso no pareció convencerla, así que le estrechó con cariño la mano que le había dado— Pero seguro que tardará en llegar, no es un secreto que el señor disfruta mucho de vuestra compañía —habló en tono cómplice y bajó un poco el tono— Casi tanto como yo. 

Sinsonte |Petyr Baelish|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora