ᴠ- ¿Qᴜᴇ ᴠᴇɴᴅʀɪᴀ ᴅᴇꜱᴘᴜᴇꜱ?

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Este capítulo está dedicado a @-vaalkirya por encargarse de la hermosa portada.

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No la había echado.

No la había echado.

¿Por qué no la había echado?

Corría por los pasillos del burdel. Eran más grandes, largos y enrevesados de lo que recordaba. Las largas telas color carmesí se le enredaban en los dedos allí por donde pasaba, y también en sus mechones color azabache, arrancándole quejidos de dolor.

Ahí estaban. Soldados. No se giró para verlos; pero los oía.

Así que Petyr la había vendido.

Lo sabía.

Por suerte había empezado ya su huída. Solo necesitaba salir por una de las puertas de atrás... O una ventana. Una ventana estaría bien. Con suerte, no se torcería el tobillo y correr sería mucho más fácil.

Pero, ¿dónde estaban las ventanas? Solo veía seda roja por doquier; la rodeaba y le impedía ver el camino.

Entonces, chocó con un hombre esbelto de elegantes ropas y cuando se giró, Petyr le abría los brazos como ofreciéndole un abrazo. Fue un gesto extraño, y por algún motivo fue hacia él. Antes de llegar, vio que sonreía y se asustó al ver que era una sonrisa cruel. Trató de retroceder pero las telas la hicieron tropezar. Entonces, y a pesar de no verla, oyó a Ros decir "Petyr nunca se acuesta con sus putas, cariño".

Y oía a los soldados acercarse y ella seguía atrapada.

"Petyr nunca se acuesta con sus putas, cariño".

Quiso gritar, pero cuando abría la boca tratando de decir excusas o súplicas, solo salía la voz de Ros, diciendo "Petyr nunca se acuesta con sus putas, cariño".

Elaine abrió los ojos, respirando agitadamente, y los sintió húmedos. Dioses, ¿cuándo fue la última vez que lloró? Honestamente, no la recordaba. Se incorporó del sofá lentamente, casi mareada. Había sido un sueño horrible. 

Al alzar la mirada, se encontró con el rostro de Petyr. Se había quedado dormida mientras él trabajaba. No estaba en una de sus típicas sillas, sino que se acomodaba en uno de los sillones junto al suyo propio. La miraba con una expresión difícil de interpretar.

— ¿Un mal sueño? — inquirió. Él lo sabía perfectamente.

La bastarda no osó responder; no hacía ruido ni perdía la compostura, pero incapaz de hacer parar a las lágrimas. Lord Baelish se percató de esto, y, antes de volver a mirarlo, ya había puesto una mano a su alrededor. Se hubiera enternecido por el gesto si fuera otra persona; pero (y pese a lo muy atraída que pudiese sentirse por él) se sintió casi amenazada. Por mucho que pudiera llegar a apreciarlo, cada día estaba más convencida de que cualquier muestra de afecto tenía motivos ocultos detrás, aunque no tuvo valor para apartarse. Aún así, no se arrimó más a él.

— Crees que en cualquier momento unos soldados pasarán a través de esa puerta y te irás de aquí, ¿me equivoco?

Consiguió dejar de llorar. Estaba sonrojada; se sentía ingenua, infantil y estúpida. No podía ser frágil y Petyr había visto toda su debilidad.

— ¿Por qué piensa eso, mi señor? — inquirió una vez las lágrimas cesaron, sin responder a su pregunta. Lo hizo en un tono de voz tan indiferente, monótono y estable que nadie en su sano juicio podría advertir lo alterada que estaba hace apenas un par de segundos.

Sinsonte |Petyr Baelish|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora