ɪx- ꜱᴇʀ ᴅᴇꜱᴛʀᴜɪᴅᴀ.

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¿Por qué Varys, la Araña, el eunuco, el hombre cuya existencia tanto molestaba a Petyr Baelish, estaba hablando con Ros en el interior de aquel burdel? ¿Qué clase de interés podría tener en frecuentar un burdel propiedad de Meñique?

Elaine suspiró. Ella no necesitaba esos problemas. Solo buscaba algo que hacer con su tiempo ahora que había decido cortar su amistad con Petyr. No podía seguir pasando tardes a su lado sin recordar a forma en la que él murmuraba "Cat". No es como si fuese algo nuevo. Algunos hombres que pagaban por ella la llamaban como la mujer que nunca les amó, pocos le preguntaban su propio nombre. Pero aquello era distinto. Aquello no fue un negocio. Y, aunque nunca fue muy sensible, aquello ofendía su orgullo.

Pero ese no era el problema actual. Su problema era que descubrió a Varys entrar en una habitación tras ser recibido por Ros.

Tragó saliva. No debió ver eso, pero lo vio. A pesar de no tener valor para escuchar detrás de la puerta, pasaron allí una gran cantidad de tiempo y eso quería decir que no fue una conversación pasajera o poco importante. Aunque cualquier conversación a escondidas de Meñique era definitivamente relevante.

Estaba más que claro que debía elegir. Frunció el ceño, pues odiaba tomar ese tipo de decisiones, demasiado relevantes y con poco tiempo para meditarlas. Podía informar a Petyr. Sin duda él apreciaría ese tipo de lealdad, se vería recompensada, pero... ¿Merecía la pena? Intentó que sus sentimientos encontrados no influyesen. Tomar decisiones sobre su posición y sus relaciones basándose en sus sentimientos no era algo inteligente. Lo había aprendido de Meñique. Por otro lado, podía ir con Ros y Varys, decirles que lo había oído y les ayudaría. Tenía estómago suficiente para traicionar a Baelish, pero prefería no hacerlo si podía evitarlo. Además, ella había aprendido algunas cosas, pero no tenía bastante arrogancia para verse capaz de manejar a un hombre como Petyr; tarde o temprano descubriría su mentira.

Su tercera opción era fingir no haber oído nada, permanecer neutral y olvidar el tema. Pero no lo haría. No dejaría escapar semejante oportunidad.

De todas formas no tomaría la decisión en el momento. Pensar las cosas en frío era otra de las lecciones que había aprendido de él.

Elaine apartó de las puertas con pasos sigilosos y despareció tras el pasillo.

***

Después de que él la llamase Cat, no habían vuelto a compartir sus tardes.

Sin embargo, ahí estaba, mirándola fijamente. No habían cruzado una sola palabra en todo el día. Ella estaba por los pasillos como las otras chicas. Ella le hizo su informe diario como las otras chicas. Ella hizo todo lo que tenía que hacer.

Pero, cuando se marchaba junto a las demás, él la había frenado.

— ¿Qué es eso que tenías que decirme?

Siete infiernos.

— ¿Perdón?—disimuló.

En ningún momento le había dicho más de lo estrictamente necesario, estaba segura. Él la miró, con la calma en sus ojos claros.

— Llevas todo el día pasando por mi puerta sin entrar.

— Solo han sido dos veces se acercó a él desafiante, fingiendo seguridad.

Y evitando mirarme.

— ¿De veras? No sé por qué querría evitaros —ironizó.

Él sonrió con un descaro inusual, como si fuera un chiste privado y salvó su poca distancia en un elegante paso.

— ¿De veras quieres jugar a esto conmigo?

Lo miró a los ojos. Lentamente, negó con la cabeza. Si jugaba, sabía perdería.

Petyr la tomó del mentón y la hizo mirarlo, con gesto delicado. Aquel peligroso cariño no le gustó en absoluto. Era la forma que tenía para hacer que todos hablasen. Elaine lo sabía. Elaine lo había observado por horas para conseguir hacer lo mismo.

— Dime, cariño — llamó, en un tono afable que, a pesar del tiempo a su lado, aún conseguía ponerle los pelos de punta —¿Qué es?

La bastarda barajó sus posibilidades una última vez. Opción número uno: delatar a Ros. Ella no era su amiga y lo sabía. Quizá le caía bien, pero no estaba muy segura de que hiciese lo mismo en su lugar. Solo la trataba bien porque Meñique la trataba bien. Solo eso.

Además, aunque aparentemente agradaba a Petyr Baelish, él lo sabría si mintiese. Él era el sinsonte y cambiaba todo lo que no podía obtener, y destruía todo lo que podía cambiar.

La opción número dos no era viable. Decidió que no quería ser destruida. Antes de hablar, lo miró a los ojos y le dirigió una de esas sonrisas de fría amabilidad que había aprendido a copiar.

Antes siquiera de decir una palabra, Petyr ya le había devuelto la sonrisa. 

Sinsonte |Petyr Baelish|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora