xᴠɪɪɪ- ᴍᴇᴢQᴜɪɴᴏ.

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— ¿Os gusta el estilo trenzado de la capital? —preguntó la más mayor, peinando con mimo los mechones de la norteña.

Ella le dirigió una sonrisa pequeña.

— Sí, creo que sí —comentó distraídamente. Se había vuelto mucho menos tímida tras un par de días— Aunque quizá sea costumbre.

— Es presumido, pero consigue lo que pretende —comentó Elaine como si el tema verdaderamente le interesase, dejando el cepillo sobre la cama al terminar con cualquier nudo— Es llamativo y bello. Y os queda muy bien.

Sansa reflejó entonces parte de la timidez de sus primeras conversaciones, desviando la mirada y con un sonrojo ligero.

Aunque casi le había tomado aprecio, en momentos así esa muchacha le irritaba soberanamente. Un gesto tan sutil le daba ganas de sacudirla y hacerle espabilar. No podía parar de pensar en todas las cosas que podría hacer con su título y su apellido. Le ponía enferma que siguiera siendo una niña insegura y superficial (pues así la veía), y en lo injusta que era la vida dando más a quien menos sabría usarlo.

Irónicamente, nunca le importó tanto la riqueza cuando era pequeña. Asumía que moriría tan pobre cómo nació y acogía esa idea con naturalidad, incluso encontrando cierto placer en ser tan poco importante. Le hacía sentir segura.

No había nada reconfortante en esa idea ya. La mediocridad le ahogaba.

Le echó la culpa a Baelish de nuevo y a que mientras más permanecía a su lado, más se pudría lo poco de pureza que pudiera quedar ya en su alma. 

— Mi antigua señora también lo llevaba así —comentó con cariño en la voz, que nada tenía que ver con el rumbo de sus oscuros pensamientos. ¿Por qué tenía que hacer de niñera?

— Sonáis cálida. ¿Era una buena mujer?

— En absoluto —replicó, decidiendo hacer de esa mujer inexistente un personaje odioso y desagradable para hacerla sentir algo de empatía por su persona— Era caprichosa, y muy mezquina —prometió, entrelazando las ondas pelirrojas. No se había dado cuenta en el proceso, pero había comenzado a pensar que era un color de pelo realmente feo— No tenía nada que ver con vos —suspiró un poco. En serio era una tonalidad horrible.

— Me hacéis sentir honrada.

— Oh, no debería. De decir lo contrario, os estaría insultando.

Sansa volvió a esbozar una sonrisa retraída y Elaine se exasperó todavía más. A veces tenía la falsa sensación de necesitar más paciencia en momentos así que cuando trabajaba en el burdel, aunque le duraba tanto como tardase en recordar a un solo cliente. 

— Listo —finalizó, apartándose de la muchacha con aparente satisfacción— Lucís perfecta.

— Hace mucho que no voy a un banquete... —prometió distraídamente, poniéndose de pie— Si os soy sincera, no me anima demasiado la idea.

Mientras Sansa Stark tomaba buen vino, hablaba con nobles y lucía vestidos caros, Elaine se iría a dormir temprano. En los pocos días que llevaban juntas, se había dado cuenta de que se equivocó; se creyó incapaz de tener celos de una niña tonta como ella, pero los tenía. Tenía celos de su dinero, tenía celos de su posición, tenía celos de que no hubiera vendido su virginidad a un desconocido que creía que podía comprarla. Tenía celos de sus peinados bonitos; celos de todas aquellas insoportables personas con las que iba a codearse esa noche, celos de su futuro. Y aun así tenía la desfachatez de despreciar todo aquello. Rechazaba todo lo que la vida la había otorgado como solo pueden hacerlo aquellos que nacen en la cuna del privilegio.

Sinsonte |Petyr Baelish|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora