I. Un lugar bajo tierra

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Las lombrices zigzagueaban a través de la tierra a la luz de la tarde, y cada vez que se movían, dejaban un reguero de partículas que se deslizaban sobre una cinta desgarrada, amarilla y desteñida, en la que avisaba: "Prohibido Pasar"

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Las lombrices zigzagueaban a través de la tierra a la luz de la tarde, y cada vez que se movían, dejaban un reguero de partículas que se deslizaban sobre una cinta desgarrada, amarilla y desteñida, en la que avisaba: "Prohibido Pasar". A un par de pasos, un trozo de madera agrietada, que permanecía clavada en el tronco de un roble, se reflejaba un nombre: Bosque Del Milagroso Privilegio. Las letras estaban difuminadas, debido a los años transcurridos y las constantes lluvias. Me adentré en la gran frondosidad que estaba frente a mis ojos. Ignoré por completo la advertencia de la cinta de seguridad.

Los árboles eran acariciados por los rayos del sol, los mismos que venían desde el cielo celeste, y que a su vez varias nubes blancas flotaban decorándolo. Una vez en el interior, me acomodé los tirantes de mi overol negro —el mismo que estaba sobre mi camisa blanca—.

—Esto no es aterrador —comenté y miré a mi alrededor.

Empecé a caminar y pisar aquellas ramas delgadas y secas, para luego sacar una cámara de video de mi pequeño bolso gris. Observé el alrededor, con el objetivo de encontrar un lugar adecuado para colocarla. Caminé un rato, antes de toparme con un árbol alto y torcido. Una de sus gruesas ramas descendía hasta mi altura, así que agarré dos piedras —casi de la palma de mi mano— para usarlas como soporte y comencé a grabar.

—Hola, Bahir del futuro, soy yo, Bahir del pasado. Hoy, domingo, quiero contarte otra de mis investigaciones. Anoche, la abuela Muma me contó una historia. Se dice que hace 722 años, unas criaturas extrañas existieron en Derrwood, y, aunque probablemente ni siquiera queden sus almas, quiero explorar el lugar donde vagaron en vida. —Después de unos segundos suspiré y volví a hablar—. Bueno, te dejaré aquí por un momento, ya que quiero grabar algo; tal vez los espíritus de estos seres extraños, o algún fantasma borracho, ja, ja, ja... ja, ja... —Reí, hasta que me di cuenta de que no era muy divertido, así que sin más saludé a la cámara.

Mientras caminaba por el sendero de tierra, pude ver restos de comida podrida, papeles viejos y botellas de vidrio rotas.

—Entiendo que hay historias de este bosque, y que parece intimidante a primera vista. —Observé el tamaño de algunos de los árboles—, pero, ¿nadie ha tenido la decencia de hacer un poco de limpieza para ayudar a la naturaleza? —mencioné con creciente angustia, mientras caminaba con cautela por el sendero del bosque.

A unos dieciocho metros de distancia, divisé una gran roca. Fascinado, me acerqué a ella, descubriendo por el camino un sendero tupido de maleza, enredaderas y ramas.

—Interesante.

Llegué hasta la roca y, automáticamente, comencé a tocar con cautela el musgo y los líquenes. El tamaño de la roca era bastante grande; precisamente, hasta la altura de mi cadera. Miré hacia adelante y vi que el sendero de tierra se perdía entre los inmensos árboles. Concluí que había llegado hasta el límite de mi exploración por ahora. Analicé el perímetro. No había nadie merodeando por el alrededor.

La estación del último latidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora