¿Personas delante de mi casa? Y no solo unas cuantas, sino muchas. ¿Qué estarán haciendo allí? ¿Y por qué están reunidas en mi puerta?
Miré, aún pegado a los alambres oxidados que rodeaban de punta a punta el bosque. Observé a la multitud de personas que hablaban y señalaban hacia el pueblo y luego hacia mi casa.
¿Me están buscando?
Sentía como el viento chocaba contra la herida de mi rodilla, lo que me impulsó a presionarla con la palma de mi mano, algo rasgada y cubierta de tierra.
¿Abuela?, pensé. La divisé a lo lejos, y no parecía felíz en lo absoluto.
Avancé dos pasos, con los ojos llorosos de tan solo verla allí, mientras algunos pueblerinos la abrazaban, hasta que me detuve un segundo después.
¿Estoy loco?
No podía dejar que alguien me viera aquí, a un lado del bosque. Nadie podía saber que yo estaba merodeando por esta zona. Nadie.
Me agaché, aprovechando el tamaño del herbazal. No era tan alto, pero al menos me cubría lo suficiente como para que nadie pudiese verme.
Esta parte de la tierra, donde yo tenía pegada la mirada, era habitada por pequeños insectos que caminaban en hileras hasta lo que se suponía que eran sus nidos: hormigas. Llevaban diminutas hojas y, quizás, pedazos de un insecto; al parecer de una cucaracha.
—¡¡Bahir!! —El corazón me dio un vuelco al escuchar mi nombre a lo lejos. Una voz masculina me estaba llamando.
—¡¡Joven Zelaya!! —Cerré los ojos. Ahora una mujer me llamaba por mi apellido. Definitivamente, me estaban buscando.
Pero claro, siempre lo supe: los habitantes de Derrwood se cuidan entre ellos, y mi abuela y yo no éramos la excepción. De hecho, muchas de las personas del pueblo me conocen por ayudarlas a cargar heno, detener a los caballos fuera de control, reparar techos de casas e incluso hasta cuidar de niños y bebés.
A pesar de escuchar mi nombre y mi apellido por un largo rato, no levanté la cabeza en lo absoluto. No me atrevía ni siquiera a mirar si alguien estaba caminando por el herbazal, yendo directamente hacia mí. No quería ni respirar por miedo a que me encontrasen.
—¡¡Querido!! —exclamaron a lo lejos. Abrí los ojos abruptamente.
Abuela...
Muma me llamaba, y su voz sonaba triste. Parecía que en cualquier momento estallaría en lágrimas.
¿Qué mierda estoy haciendo?
No pude soportar el hecho de que todos me llamaban, preocupados, y yo aquí, escondido y desesperado; todo por tenerle temor al supuesto castigo que les dan a los rebeldes que rompen las reglas dictadas desde hacía años.
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La estación del último latido
Fantasia"Esos ojos verdes, tan profundos como el bosque, me atan... me hacen desear llevarte al corazón de la oscuridad, donde nadie más pueda encontrarte." ━━━━⊱༒♡༒⊰━━━━ En una isla envuelta por mares profundos, existen varios pueblos que esconden historia...