Epilogo

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Mucho tiempo después

Me encuentro sentada en mi escritorio, mi psicólogo me mandó a hacer un diario dónde debo contar mi historia, le dije que era una idiotez, pero aquí estoy, anotando cada parte de ella. Tengo tres meses fuera de rehabilitación y quitando que me trataron de convertir al cristianismo, no fue tan malo como me lo hacía ver.

El primer mes fue complicado, tenía psiquiatras, psicólogos, enfermeros y hasta un guardia de seguridad; no podía ir a ningún lado sin vigilancia, mi cuarto no tenía puerta, era como estar en una prisión. Conforme avanzabas en el tratamiento, ibas teniendo privilegios, tardes en la sala común, dulces, televisión, una puerta.

La cual no obtuve hasta el cuarto mes, digamos que a los enfermeros no les gusta que les escupas los medicamentos a la cara.

Pero luego de un año entre bajas y altas, tropiezos y logros me dejaron salir, mis padres fueron por mí, me enteré que cambiaron su trabajo para hacerlo desde casa y estar más al pendiente, la abuela de Mia me fue a ver al día siguiente de mi regreso y me entregó una carta de Mía.

Al parecer sabía que tarde o temprano terminaría el tratamiento, la carta fue como un golpe a la realidad y por primera vez le llore de verdad su muerte, a su recuerdo, a su vida, a nuestra historia. Más allá de las tardes en el cementerio, al fin pude cerrar ese capítulo en mi vida.

Acepte que estuve enamorada de mi mejor amiga por años, que perdí al amor de mi vida sin saber que lo era y que a partir de ahora haría las cosas por ella, porque ella no pudo, porque al final soy su representante en esta tierra.

También me disculpé con Manuel, sigue trabajando donde siempre solo que ahora está en la facultad, suelo pasar el tiempo ahí cuando no me apetece estar en mi casa o cuando vengo de las pláticas del grupo de apoyo. Eso es otro asunto, debo presentarme a estás cada dos semanas, no están tan mal, solo pondría la regla de no meter a Jesús en todo.

Una noche una mujer hablo de cómo casi muere en su casa por una sobredosis, quién llamó a una ambulancia fue su hijo mayor, platico de todo lo que tuvo que hacer para volver a tener su confianza y custodia, ellos eran todo lo que ama en la vida por lo que al final empezó a mejorar para ellos. Ahora lleva veinte años limpia, aunque en algún momento casi recae de nuevo, pero el nacimiento de su primera nieta la regreso al camino.

Todo sonó muy Disney, pero al llegar a mi casa llore con mis padres, les conté todo, absolutamente todo, desde cómo me sentía por la muerte de mi abuelo, mis sentimientos por Mía, la primera vez que probé drogas, las veces que me escapé para ir a alguna fiesta, que perdí mi virginidad en otra y borracha, que el mundo era demasiado pesado para mí. No sé al final quien dijo perdón más veces, solo que me quite un gran peso del pecho.

Solo me queda un lazo pendiente, una punzada que llega cada que veo los juguete de Loki y hoy iré a desenredar aquello. No vi a Lucas desde que nos peleamos en su departamento, decir que me acuerdo de todo lo que dijimos es mentir, pero empezó cuando sugirió un hospital para internarme, algo que no me agrado y comenzamos a decir cosas muy hirientes el uno del otro.

Luego de eso él me ha visto, pero yo a él no.

Manuel dice que estudia periodismo en CU, sigue trabajando en la revista, los fines de semana suelen ir al bar de siempre a ver tocar a sus amigos, que está mejor básicamente, pero que me extraña. Y yo lo extraño a él.

Cierro mi cuaderno y voy por zapatos; salgo de mi habitación, bajó las escaleras y me encuentro a Ana en el pasillo, también a ella le pedí perdón por todo, no sé quién lloró más ese día. Me desea suerte y se queda en la puerta viendo como me subo a la camioneta esperando a que crucemos el portón.

El camino hasta CU es rápido, el sol está en su punto, el verano está pronto a llegar y el calor comienza a sofocar. Coloque música en mis audífonos y dejo que mi mente divague entre las melodías.

¿Qué pasará si no lo encuentro? Lo encontraré, Manuel me dio su horario; ¿Qué pasa si está con una chica? No debe importarme, no vengo a ser su pareja, vengo a disculparme; ¿Que pasa si no quiere verme? Bueno, toca obligarlo a escuchar.

De esa manera llegó a la facultad, me bajo de la camioneta mientras mi chófer me dice que se dará toda la vuelta para recogerme, le digo que sí y camino a la entrada.

Hay muchas personas ahí, así que me paro en un lugar estratégico, espero, espero, espero, se para una mariposa en el pelo de una chica, espero, espero, espero, pasa un perro con un traje de Minion, espero, espero, espero, un chico se cae.

Comienzo a darme por vencida cuando lo escucho, es él, se está riendo, podría reconocer esa risa donde fuera, la risa que necesitaba oír, la que anhele por más de un año. Me giro para verlo, viene caminando con algunos chicos los cuales creo que son sus amigos y de repente me nota, se para en seco al verme, mientras algunos notan lo que pasa, puedo escuchar que les dice que los ve adentro y todos me miran extrañados al pasar a un lado de mi.

De pronto me encuentro enfrente de él, me mira y lo miro pero ninguno dice nada, de pronto me abraza, me abraza como si quisiera terminar de comprender si soy real. Pone sus manos en mis mejillas y estoy segura que me va a besar cuando se echa para atrás.

—¿Qué haces aquí? —no logro interpretar su tono.

—Manuel dijo que tienes algo que me pertenece —conteste sonriendo.

—Así que solo viniste por Loki, debí imaginarlo.

—En parte, también vengo a decir perdón —digo y no lo dejo contestar —. No estuvo bien la manera en la que te trate y no pienso ocultarme en mis adicciones, al final estuvo mal lo que hice, nada me justifica, perdón por los sustos que te cause, por el tener que revivir llevar a alguien al hospital por un suicidio, si tan solo pudiera hacer que está fuera la primera vez que te conozco, podría hacer las cosas diferentes.

Él no dice nada, me mira un momento y luego da media vuelta y comienza a caminar, no sé si debo seguirlo o esperar pero a los pocos segundo vuelve por dónde se fue, se para frente a mi y dice.

—Hola, nunca te había visto por aquí, soy Lucas —dice sonriendo, lo miró sin entender y él me mira esperando una respuesta.

—Soy Emma —respondo extrañada.

—Lindo nombre, ¿Estudias aquí? —pregunta aún en su papel.

—No, me tomé un año de la escuela —conteste divertida.

—Yo hice eso el año pasado, opinó que todos deberíamos hacerlo, ¿No crees?

—Sí, es divertido —me río un poco —. En serio me gustaría que dijeras algo.

—Emma —comienza diciendo —, no hay nada que perdonar, todo quedó en el pasado, me alegro de que esté bien y no voy a recriminarte nada, no es mi estilo, siempre imaginé este momento, la primera vez luego de todo, sabía que ya estabas afuera por Mateo y aunque quería ir corriendo a verte, preferí dejar que tú marcarás ese encuentro.

»Pero créeme, nunca imaginé que hubiera sido hoy ese día, simplemente desperté como cualquier otro día, vine a clases como siempre y luego a comer a dónde siempre, cuando de la nada te veo aquí parada, no hay nada que perdonar, pero lo haré, te perdono por todo lo que mencionaste.

Le sonreí.

Me sonrió.

Volvió a poner las manos en mis mejillas.

Puse mis manos alrededor de su cuello.

Me beso.

Lo bese.

Da igual, estaba ahí, conmigo, me había perdonado y eso era todo lo que importaba. Perdí las ganas de estar en este mundo desde muy temprana edad, perdí al amor de vida y eso lo empeoró, pero aún tenía a mis padres, a Manuel, a Ana, a Lucas. Aún había algo por lo que estar aquí.

Y bueno, quién sabe, tal vez ese sueño donde todos vivíamos juntos se cumpla pronto, por ahora me dejaré vivir, dejaré el pasado donde corresponde aunque a veces sea complicado y dejaré al futuro en el por venir.

Mentiré si digo que no habrá nuevas recaídas, son parte de la vida, solo que ya no hay necesidad de pasarlas sola y si la muerte me vuelve a sonreír, siempre tendré a Mia para hacerme regresar.

Cuando la muerte me sonrió (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora