XI

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Jimin disfrutaba de las reacciones de Jungkook.

Había pasado tanto tiempo con experimentados Sum que había olvidado lo que era cuando alguien era nuevo.

Su talentoso artista podía ser un desastre en la cocina, pero era un sueño sexual, sus habilidades como cocinero podían ser enseñadas, sus reacciones naturales al toque de otro hombre no era una habilidad aprendida como arrodillarse apropiadamente o llamarle a su Dom, Señor.

Jungkook lanzó su cabeza hacia atrás exponiendo su tierno cuello, Jimin sintió un extraño deseo de decorarlo con un collar. Nunca había sentido la urgencia de darle un collar a alguien antes y su sorpresiva necesidad lo ponía extremadamente nervioso, incluso cuando la idea era tentadoramente emocionante.

Tragó duro, regresó a torturar al jovencito mientras la idea de una cadena de plata alrededor del blanco y pálido cuello de Jungkook lo tenía más duro que el granito.

"¡Mierda!"

Estaba entrando en profundidades, y por primera vez, Jimin estaba asustado.

¿Qué si su romántico niño se cansaba de las dictatoriales demandas de Jimin y buscaba a alguien nuevo?

Él no era estúpido, no estaría donde estaba por subestimar a la competencia, ahí afuera había muchos hombres, hombres ricos que serían más que felices de ser el dulce Dom de Jungkook, eufóricos por darle a su hermosa y empática criatura un buen hogar.

La posesividad surgió en Jimin.

"¡Jungkook es mío!"

Viendo hacia abajo se complació al ver la reacción de Jungkook a su toque, la belleza de tener sexo con hombres, es que ellos no podían ocultar su reacción. Había oídos de colegas de amantes de las mujeres que ellos habían sido seducidos por sus novias que fingían.

Aquí no había falsedades.

— Tan hermoso.— murmuró contra la sedosa piel de Jungkook, mordisqueando su camino por el delgado cuerpo, se aliviaba con cada grito y gemido.— No te corras hasta que yo te lo diga.

— Sí señor.— la voz de Jungkook era gruesa por la pasión, pero sus instintos eran buenos. 

Se preguntaba si el Sum podría ser capaz de mantener su control, Jimin podría empujarlo duro en otro momento, hoy estaba solo dándole al artista una prueba de sumisión.

— Córrete.— El cuerpo de Jungkook se estremeció mientras chorros de blanco líquido salían de su pene en una excitante fuente. Un dulce sonido salió de sus labios.— Eso es dulce corazón, córrete para tu Amo. Muéstrame lo mucho que me quieres.

Rudas respiraciones llenaban el aire mientras Jungkook trataba de recuperar su compostura, confundidos ojos miel se giraron hacia él.— ¿Tú no te corres...?

Jimin podía sentir la vergüenza colorear sus mejillas.

— Sí lo hice. Y si le dices a alguien que me corrí en mis pantalones como un torpe adolescente, te flagelaré hasta que no puedas sentarte en una semana.

Trató de oírse amenazador pero la mueca en los hinchados labios besables de Jungkook, le dijo que él no había hecho un buen trabajo.

— Voy a ser bueno.— Largas pestañas escondieron esos brillantes ojos, pero no antes de que él viera la chispa de diversión en esas profundidades.

— Hmm, mmm.— dijo Jimin no muy convencido.— Vamos a ducharnos y entonces a la cama. Tu hermano dice que entras a clase temprano.

— Sí, tengo una clase a las 7:30.

Jimin sonrió.— Genial, entonces tienes tiempo de hacer ejercicio en el gimnasio conmigo antes de ir a la escuela.

La expresión de total horror en la cara del artista causó en Jimin un vendaval de carcajadas.

— Humm, realmente no soy bueno con cosas del gimnasio. Me distraigo y me aburro.

No tenía que ser un genio para saber qué distraía a Jungkook, un cuarto lleno de duros cuerpos era difícil de ignorar, particularmente si no estás interesado en el ejercicio.

— Te despertaré a las seis, eso te enseñará una mejor disciplina.— No dejo lugar para una discusión con el tono de su voz.

Jungkook tragó duro.— Sí señor...

Jimin resplandecía ante su Sum.— Excelente.

Con una firme mano guió a Jungkook hacia la habitación principal y el lujoso cuarto de baño.




— Dulzura, despierta.

Una rica voz murmuraba al oído de Jungkook, el suave sonido llegaba profundamente a su interior. El hombre que hablaba representaba todo lo que Jungkook quería en un hombre. Solo tenía que ser cuidadoso de no mostrarlo, era demasiado pronto para estar tan apegado.

Solo habían pasado unos meses desde que Jungkook vio por primera vez al sexy Dom y solo unas semanas desde Jimin sabía acerca de él.

No debería de sentirse de esta manera, le gustaba estar en casa de Jimin. Tragando sus nervios, Jungkook lentamente abrió un ojo, la imagen que llenó su vista hizo que su media erección matutina se llenara completamente.

— Buenos días.

— Buenos días, es tiempo de ir al gimnasio.— Jungkook gruñó, lo que le valió una palmada en el trasero.— Sin excusas. Cuerpo sano, mente sana. 

 — ¿Eso es lo que dices para lenvantarte a esta espantosa hora de la mañana?.— murmuró Jungkook, un terrible pensamiento invadió su mente.— Eres una persona matutina.— le acusó.

Jimin se rió.— No te veas tan horrorizado, eso no es el fin del mundo.

Jungkook subió los cobertores hasta su cabeza, estaba casi consolado al descubrir que su amante perfecto tenía una incorregible falla.

— ¿Por qué sigues en la cama?

Mierda, Jimin estaba usando su voz de Dom, gruñendo, Jungkook bajó los cobertores y vio a Jimin a los ojos.— ¿No vas a dejarlo ir?

— No.— Jimin se inclinó y le beso la nariz.— Y tampoco trates de seducirme con esos hermosos ojos.

— ¿Qué con una mamada?

Jimin se rió.— Con lo tentador que es, tengo algo de control. Vístete.

— Bien.— Jungkook no disfrutaba ese juego.

Odiaba el ejercicio, era aburrido y siempre lo dejaba adolorido por días.



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