Capítulo 15.

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-No, ni de chiste voy. Ni siquiera he encontrado lo que buscaba.

Extendió su brazo esperando a que el furro le entregase la mochila. Rubius se la entregó a regañadientes, pensaba que el chico pato aceptaría ir con él sin ninguna queja. Al parecer no salió como esperaba, hizo un ademán y se largó, ya pensaría en otra cosa.

El pelinegro acomodó la mochila en su espalda para luego ver fijamente al bebé. Sus orbes rojizos lo hipnotizaron, a pesar de que solo habían pasado unas horas, extrañaba a Luzu. Su novio lo hacía sentir seguro y ahora se arrepentía mentalmente por haber insistido en que el castaño fuera a esa misión. Quackity pensaba que podía hacerse cargo de Lucky sin algún problema, pero la extraña conversación que tuvo con Rubius lo hizo sentir inseguro. No quería que nada le pasara a su pequeño hijo y ahora pensaba constantemente en la idea de quedarse en la casa de alguno de sus amigos, sólo por seguridad.

Abrazó cariñosamente al bebé sintiendo cómo el más pequeño extendía sus bracitos para corresponderle el abrazo. Luego besó su frente con delicadeza. Estaba tan inmerso en su propio mundo, que no había notado que un montón de personas lo estaban viendo, algunos curiosos y otros enternecidos.

No pudo evitar sonrojarse levemente por la vergüenza.

-¿Qué me ven? ¿Les gusto o qué?

Las personas empezaron a desviar sus miradas y siguieron con lo suyo. Comenzó a caminar tratando de alejarse de la multitud. En toda la mañana no había encontrado el maldito juguete y ahora el tema de Rubius lo empezaba a estresar.

Decidió descansar en unos asientos que solían estar esparcidos por todo el mercado. Tiró la mochila al piso y luego acomodó a Lucky en sus piernas y pudo darse cuenta de que su pequeño hijo tenía lágrimas acumuladas en sus ojitos. Se sentía mal por no haber encontrado una mordedera y sólo podía limitarse a ver cómo el bebé se aguantaba las ganas de llorar por el dolor. De repente, Lucky se quedó viendo un punto fijo y Quackity miró al mismo lugar para saber qué era lo que le llamaba la atención, a lo lejos, había una pequeña carreta y varias personas lo rodeaban.

-¿Quieres un helado, Lu?.-El pequeño volteó a verlo y asintió tímidamente.

Con sus pulgares trató de limpiar las pequeñas lágrimas que habían logrado salir de sus ojos rojizos.

-Como gustes 'mijo.-Tomó un poco de aire y gritó.-SEÑOOOOO' DEME UN HELADO.-Alzó su brazo libre para que notaran su presencia, no tenía ganas de pararse.

La vendedora al oír semejante grito, despachó a sus clientes y empujó la carreta para acercarse al chico pato.

Pidieron sólo un cono.

Quackity ayudaba al bebé para que pudiese comerlo. No resultó tan bien, Lucky ya tenía la mitad de la cara casi manchada pero no le dio tanta importancia. Sólo se dedicaba a disfrutar la vista que tenía, él agarraba el cono pero Lucky tenía sus pequeñas manos sobre la suya, como si intentara quitárselo. Ahora estaba sonriente, era como si hubiera olvidado el dolor de hace unos momentos.

Mientras todo eso pasaba, una señora junto a su hija pasaba por ahí con algunas cosas en las manos. Una de esas cosas llamó la atención del pelinegro, quien no dudó en llamarlas provocando que se ganara una mirada de confusión de ambas mujeres.

-¿Dónde compraron eso?

La niña señaló un puesto que no estaba tan lejos de ellos y luego procedieron a irse. Sonrió ampliamente.

Tenía una idea.

[...]

-Ni modo, ya no habían otros diseños y solo pude comprarte estos flotadores de Frozen.

Infló los flotadores con algo de dificultad.

Quería llevar a Lucky a su verdadera casa. Normalmente iría nadando pero ahora tenía que pensar en la manera de llevar a Lucky. Compró los flotadores para la seguridad del bebé. Casi todos en Karmaland sabían que Quackity se había mudado con Luzu, por lo que sería menos probable de que Rubius lo buscase en su antigua casa, sólo por si sus sospechas eran ciertas.

Encontró una gran tabla de madera y lo lanzó al agua para ver si flotaba, y lo hizo. Colocó los flotadores a Lucky, dos en sus bracitos y uno en la cintura, y se metió al agua cargando a Lucky tratando de evitar que se mojara. Esperaba que la tabla no se hundiera si ponía al bebé sobre el.

Felizmente no pasó.

Una vez listo, empezó a empujar la tabla hasta la isla donde se encontraba su casa.

No pasó nada fuera de lo común, el trayecto no era tan largo y habían logrado llegar sin problemas.

De un momento a otro ya estaban dentro de la casa, todo estaba tal y como lo había dejado, en un puto desorden. Dejó que Lucky gateara por el suelo, sólo para que explore un poco. Mientras tanto, el pelinegro se dedicaría a buscar algún conjunto de ropa en sus cofres ya que su ropa estaba mojada.

Un estruendo lo asustó y se giró a ver qué ocurría. No sabía cómo, pero su hijo se las había ingeniado para tumbar uno de los cofres provocando que todo su contenido se esparciera. Lo que más resaltaba era una piña. Lucky reía por su más reciente "hallazgo" y empezó a hacer lo mismo con los demás cofres. Quackity algo alterado, recogió la piña y corrió hacia el bebé. Dudaba mucho en regañarlo, temía de que reaccionara mal y terminara llorando, al final decidió hacerlo y para su sorpresa, Lucky lo tomó de buena manera y simplemente se quedó sentado donde estaba.

-No mames, estás bien fuertote. Eso quiere decir que te alimentamos bien.

Empezó a aplaudir con sus manitas mientras movía sus diminutas alas frenéticamente.

El pelinegro se dirigió a su cofre con código para guardar la piña. No podía evitar recordar a Luzu.

En su primer día en Karmaland, el castaño se había ofrecido a acompañarlo. Al principio pensó que sólo hablarían un par de veces y luego no se volverían a ver. Estaba completamente equivocado. A pesar de que tenía una buena amistad con casi todos, con Luzu era otra cosa, sus encuentros siempre lo alegraban más que con cualquier otro. Pensaba que podía llegar a aburrirlo por lo mucho que hablaba, le gustaba que lo escucharan y para su sorpresa, el mayor jamás le había reclamado por hablar demasiado, en cambio, le había confesado que le gustaba escucharlo. Jamás se detuvo a pensar en qué momento fue que se había enamorado de Luzu. Lo trataba bonito y cuidaba de él, sabía el porqué se había enamorado, más no el momento en el que pasó.

En ese entonces debía limitarse a bromear sobre la relación. Tenía miedo, no sabía el porqué. ¿Al rechazo? Tal vez. Luego del mal entendido que tuvieron por lo de la supuesta "traición", su miedo había incrementado. Así que había decidido olvidarse por completo de sus sentimientos. Días después Luzu se había ido a una misión larga y durante esos días conoció a Sapo Peta, pensó que si andaba con él podría olvidar lo que sentía pero se equivocó. Terminó extrañando aún más a Luzu, y el día que volvió tuvo unas inmensas ganas de confesarle lo que sentía. Al final se contuvo.

Estaba eternamente agradecido con Lucky, quizá ninguno de los dos hubiese dado el siguiente paso si no fuese por su llegada.

La burbuja de sus pensamientos fue rota cuando escuchó un gruñido y la risa del bebé. Dejó la piña y buscó a su hijo.

Casi se le sale el alma cuando lo vió cerca al oso blanco que tenía en su casa. Rápidamente fue a alejarlo de él.

Ya ni su casa era segura.

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HOLAAAAAA

Al fin me animé a publicar JAJSJAJS.
En fin. Me estoy muriendo del frío XD

¿Castigo O Bendición? [Luckity]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora