ＡＦＴＥＲ ＡＬＬ [❶]

[•44•]

Axel Davis.
"COMO SI FUERA LA PRIMERA VEZ".

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—¡Frederick!—gritó mi madre histérica. —¡Frederick!, ¿¡dónde está mi bebé!?.

—Debe estar arriba Señorita Davis.

—¡Axel!— llamó con un atisbo de euforia.—¡Cariño!.

Suspiré muy fuerte fastidiado y salí de mi habitación fingiendo una sonrisa que podría fácilmente decir: "¡papis que emoción que llegaron!".

—Mi niño—habló cuando me vio bajar las escaleras. —Ven, apresúrate— comentó con una amplia sonrisa señalándome para que pase al salón.

Cuando entré en esta mi padre está sentado, en la mesa, en su habitual asiento de anfitrión con la misma amplia sonrisa, la verdad estoy bastante confundido por varias razones.

uno; ellos no deberían de estar aquí.
Y dos; no sé porque sus amplias sonrisas.

—Hijo, siéntate— la grave voz de mi padre me ordenó hacer aquello que seguí con la misma sonrisa que ellos, solo que la mía es mucho más falsa.

—Te ves hermoso, serás el más lindo de todos— halagó mi madre tomándome de las manos con fuerza.

—¿Y porque están aquí?—pregunté desorientado. —Deberían estar aún en Hong-Kong ¿no?.

—Esos chinos son unos idiotas, además, tú eres más importante que ellos, no podíamos perdernos de este gran momento.

Soltó una de mis manos y tomó la de mi padre, haciendo una extraña unión.

—Ok—fingí sorpresa. —¿Y porque estamos aquí entonces?.

—Queremos darte un regalo— expresó con cierta emoción. —Queremos compensar todo el tiempo que no pudimos compartir contigo, además de ayudarte a esta nueva etapa de tu vida.

Empecemos porque este raro vínculo de afecto ya es extraño, y no veo nada sobre la mesa o en sus manos, quizás el regalo es invisible o en cualquier momento entran personas para secuestrarme.

—Gracias de verdad— mentí con modestia.

—¿Tienes tú tarjeta contigo?— inquirió mi progenitor lo que me dejó aún más confundido.

—S...i— respondí dudoso, busqué en la chaqueta de mi traje sacando mi cartera, tomé aquel rectángulo de plástico y se lo entregué.

—Bien, de seguro te preguntarás ¿para qué hacemos esto?.

—Tienes toda la razón.

—Pues esta ya no será tu tarjeta, será esta de acá— del mismo bolsillo de donde le entregué la mía sacó otra de color dorado , bastante minimalista y sofisticada poniéndola en la palma de mi mano.

¿Ósea el regalo es una tarjeta nueva?, ¡Wow!, que originales.

—Mi amor, esa tarjeta tiene la capital suficiente para que comiences tu sueños, estudies, abras una empresa, y formes tu camino, queremos que tengas algo mucho más seguro cuando estés lejos de nosotros, también de mi parte, Sarah, mi agente inmobiliaria te conseguirá el mejor lugar para que te quedes mientras terminas tú carrera y eso correrá por mi cuenta, queremos lo mejor para ti y para tu hermano.

Mi madre habla con cierta emoción y orgullo, como si todo aquí fuera un hermoso cuento de hadas, como si aquellos millones curaran las grietas en mí, y sí, quizás es reconfortante saber que tengo ese dinero para hacer lo que quiera, pero esas no parecen las disculpa más sinceras que he escuchado.