Era un viernes a finales de septiembre cuando ella decidió, por fin, salir de su encierro. Habían pasado muchos años desde aquel incidente que la marcó para siempre a los quince. Durante demasiado tiempo, había evitado el mundo exterior, los espacios concurridos, el ruido, las miradas ajenas. Pero esa noche... esa noche sería diferente.
Se vistió con esmero, observándose en el espejo con una mezcla de nostalgia y determinación. Sus amistades le habían recomendado un restaurante exclusivo, asegurándole que era el sitio perfecto para su regreso. Sin embargo, le hicieron una advertencia: por ser ella, debía vestirse de rojo.
El solo pensamiento la hizo estremecer. Desde aquel día maldito, el rojo era un color prohibido en su vida. Le traía recuerdos que prefería enterrar en lo más profundo de su ser. Así que, con la cabeza en alto, decidió ir vestida de negro.
Al llegar, la escena la impactó. El lugar estaba lleno, vibrante, elegante. Desde la entrada, observe cómo todas las mujeres vestían de rojo y los hombres de negro. Era evidente que había un código de vestimenta estricto. Aun así, decidió probar suerte.
Al cruzar la puerta, sintió atención la clavarse en ella. Esperaba que la detuvieran, que le negaran la entrada por no seguir la norma, pero, para su sorpresa, no solo la dejaron pasar, sino que la guiaron a una mesa exclusiva.
Se sentó, incómodo, preguntándose si se estaban burlando de ella, si aquello era una manera sutil de señalar su falta de pertenencia. Pero antes de que pudiera ahondar en sus pensamientos, una camarera se acercó para tomar su orden.
Y, en ese instante, el tiempo pareció detenerse.
La mujer ante ella era una visión hipnótica: su cuerpo estaba envuelto en una lencería roja que abrazaba su piel con una provocación calculada. Cada encaje, cada transparencia, parecía colocada con la intención de tentar y seducir. Su cabello recogido dejaba al descubierto la delicadeza de su cuello, donde resaltaba una gargantilla negra de cuero.
Sus miradas se cruzaron, y en los ojos de la camarera se dibujó un destello de sorpresa... o tal vez reconocimiento.
Por primera vez en mucho tiempo, ella sintió algo dentro de sí despertarse.
—Esta noche será su camarera, señor —exclamó la joven con voz firme.
El sonido de aquella palabra hizo que un escalofrío recorriera su espalda.
—¿Señor? —repitió en un murmullo, su tono impregnado de sorpresa y una pizca de confusión.
La camarera alzó la vista y, por un instante, pareció quedarse sin aliento. Frente a ella, envuelta en un elegante traje negro que resaltaba su figura con una autoridad natural, estaba una mujer que irradiaba una presencia imposible de ignorar. Su puerta, su mirada profunda y la forma en que el negro contrastaba con su piel la hacían destacar entre la multitud vestida de rojo.
La joven reaccionó de inmediato, con una expresión de arrepentimiento.
—Discúlpame, Señora... no fue mi intención.
Andrea inclinó ligeramente la cabeza, observándola con una mezcla de curiosidad y diversión. Había algo en la manera en que la camarera titubeaba que le resultaba... intrigante.
—Es mi primera vez aquí —admitió, su voz envolviendo el aire con un matiz suave, casi seductor— No tengo idea de cómo funciona este lugar ni qué se supone que debo hacer. ¿Podrías explicarme qué tipo de restaurante es este?
Un brillo juguetón apareció en los ojos de la joven mientras su boca se curvaba en una leve sonrisa.
—Restaurante? —repitió con un déje de sorpresa— Señora... ¿quién le dijo que este lugar era un restaurante?

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HISTORIAS BDSM
General FictionGénero: Romance Erótico, BDSM Clasificación: +18 (Contenido explícito, lenguaje fuerte, temáticas de sumisión y dominio) ¿Hasta dónde llegarías por descubrirte a ti misma? En un mundo donde el placer se entrelaza con el dolor, Andrea explora los lím...