🕯 | Venganza

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Llegué a America huyendo de mi pasado, de mi familia y de los malos recuerdos

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Llegué a America huyendo de mi pasado, de mi familia y de los malos recuerdos. De las pesadillas tormentosas; de mis culpas. Creí que podría empezar de cero, ser alguien completamente nuevo; una mejor persona o, mejor dicho, otra persona.

Ya no era la hija mayor de los Arendelle que accedió a una estupidez y al final, dominada por el miedo, no supo cómo responder, lo que la llevó a ser partícipe de la mayor atrocidad de su vida, de la que siempre se arrepentiría. La adolescente que cargaba con esa culpa ya no estaba, ella había muerto en ese avión. A Estados Unidos llegó Lisa Menzel.

Con el dinero que tenía, logré sostenerme en lo que encontraba un trabajo de lo que fuera para poder quedarme en el país. Entre semana trabajaba en un servicio a cliente imitando a la perfección un acento americano y los fines de semana en un lugar de comida rápida sirviendo hamburguesas. Vivía en un lugar pequeño en un barrio pobre donde constantemente había fugas de agua, problemas de luz y encima mi aire acondicionado se descomponía con frecuencia enfriando el lugar a ratos. Pero no me podía quejar.

Decidí que iba a disfrutar cada día de mi nueva vida. Aprendí las costumbres de las personas de aquí: desde salir a correr todas las mañanas, cargar mi termo con café, llegar a mi trabajo sin ánimo e incluso me hice perforaciones, un tatuaje de una frase de la primera banda de música en inglés que me gustó y me pinté mechas azules en el cabello que usaba suelto, a estas alturas únicamente me lo trenzaba para dormir. Por la tarde llegaba a mi casa, me sentaba junto a la ventana y me ponía a leer algo con la televisión de fondo dejando que los rayos me bañaran con su calor reconfortante, eran como un abrazo que nunca imaginé necesitar.

Había un chico, un universitario que pasaba todos los días a comprar café a la sucursal y me coqueteaba.

—Lisa, ¿te han dicho hoy lo hermosa que te ves? —reí suavemente.

—No.

—Pues te ves hermosa.

—Gracias —le agradecí con una sonrisa cortés.

Su nombre era Hans.

Una tarde hizo una visita más de la habitual para invitarme a una fiesta al terminar mi trabajo.

Esa primera vez lo acompañé a una residencia grande y lujosa. No había visto una de esas desde Europa, pero decidí que no me iba a afectar. Conocí a algunas chicas y a muchos chicos, me di cuenta de que no vivía una fiesta cómo estas desde que dejé la universidad y desaparecí del mapa. Tome cerveza y fumé, besé a Andy Davis y a Susan Murphy, algo que Elsa Arnedelle nunca hubiera hecho. Me la estaba pasando bien. El problema fue cuando me encontré siguiendo a Moana hasta la alberca y sentí el agua fría tocar mi pantorrilla.

Lo vi ahí.

Su cuerpo desnudo flotando boca abajo en el lago. El recuerdo vivido de lo que había pasado estaba acechándome; estaba viéndome a los ojos. Los dedos morados, la piel pálida, el viento helado.

Morir de frío | Jelsa One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora