Capítulo 6. Nostalgia.

133 17 5
                                    

Al día siguiente, tal y como dijo Gabi, ella y Falco partieron temprano a casa de sus padres, por lo que quedé a solas con Levi.

Nos encontrabamos desayunando, yo con mi característico café y él su clásico té. El silencio estaba presente, pero no era incómodo, al menos para mí.

Mientras bebia la infusión, pensé que podría sacar de paseo a Levi por la ciudad de Liberio un rato. Ya estabamos pasando demasiado encierro y seria bueno para el tomar aire.

Una vez terminamos fui a la cocina para lavar las tazas, hasta que Levi apareció a mi lado.

Tomó un paño y empezó a secar los utencillos que usamos mientras observaba detenidamente.

-Tu taza aún tiene restos de azucar, lávala de nuevo.

Alcé mis cejas sorprendida por la orden, pero obedecí sin chistar.

-Sabes, podríamos salir a pasear esta tarde. Es un bonito día.

-No.

Suspiré como si ya hubiese esperado esa respuesta, pero no me rendí.

-Por favor Levi, te hará bien tomar aire. Además, quiero salir y no puedo dejarte aquí solo.

-Pues vete y déjame en paz.

-Levi...

-Escucha mocosa- gruñó mirandome muy serio -no soy tu perro para que quieras sacar a pasear, si quieres irte hazlo, pero no me moveré de aquí.

Decidí dejar de discutir por ello, pero solo porque no queria amargarme el día. A veces, Levi era como un grano en el culo con su actitud.

-Esta bien, saldré un momento. Si puedes quedarte solo pues bien.

Noté, de reojo, que me miró de una manera rara, para luego desviar sus ojos nuevamente a las tazas y seguir secándolas para guardarlas.

Tal vez podría ir a ver a mi madre, así que me retiré a mi cuarto y me quité el vestido de enfermera y mi gorro que cubría mi cabello.

Busqué en mi armario un bonito vestido color crema y peiné mi cabello, dejándolo suelto. Si bien es un castaño oscuro, lo que mas me gustaba eran las ondas que se formaban a lo largo gracias al rodete que comunmente me hago a la hora de atender a Levi.

Ahora que lo pienso, él no me habia visto el cabello, y mucho menos vestida de otra forma. Tal vez creería que era otra persona si me veía así.

Sonreí un poco ante aquello, tomé mi pequeño bolso y salí a avisar que saldría. Me lo encontré en la sala de estar, mirando por la ventana.

-Bien, me voy, volveré pronto.

Él se giró a mirarme y, como supuse, note algo de sorpresa en su rostro al verme diferente, pero no dijo nada.

No hasta que crucé el umbral de la puerta.

-Voy contigo.

Me volteé para verlo, ya estaba saliendo en su silla por la puerta mientras la cerraba a sus espaldas.

-¿Perdón?

-¿Estás sorda o qué? Dije que voy contigo.

-¿Ahora quieres salir?- me miró amenazante antes de responder.

-Cállate y vámonos.

Me extrañó un poco su repentino cambio de opinión, sin embargo, me alegraba que quisiese salir de la casa. Tomé los manubrios de su silla y empecé a empujar con él para llevarlo, guiándolo por las calles del barrio donde vivíamos.

𝓔𝓵 𝓬𝓸𝓶𝓮𝓽𝓪 𝓱𝓪𝓵𝓵𝓮𝔂  | 𝓛𝓮𝓿𝓲 𝓐𝓬𝓴𝓮𝓻𝓶𝓪𝓷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora