[Capítulo 11]: Gritos sordos

56 3 0
                                    

Hades, tras ver el cuerpo sin vida de su esposa y sucumbido por la cólera, empezó a gritar de pavor. Mientras esto pasaba, una gran sombra se apoderó de la habitación.

Se trataba de la sombra del inframundo, un poder que Hades poseía, pero que sólo se manifestaba cuando dejaba salir sus verdaderas emociones.

-¿¡Quién te ha hecho esto, mi reina!? ¿¡Quién ha hecho semejante barbaridad!?

Entre gritos y sollozos, Hades se percató de algo.

-Mi casco... Mi casco... ¡El asesino sigue aquí! ¡Muéstrate!

El casco de Hades otorga invisibilidad a su portador.

En una esquina de la habitación se manifestó Ares, quitándose el casco.

Hades, al verlo, se desplazó rápidamente hacia él y puso su daga en el cuello del dios de la guerra.

-¿¡Has sido tú!? ¿¡Por qué lo hiciste!? Maldito bastardo...

Ares, como de costumbre, no dijo ni una palabra.

-¿Te ha enviado Zeus? Mataré a ese malnacido tan pronto lo vea...

Ares seguía observando en silencio.

-¡Contéstame! ¡Contéstame o te rajo la puta garganta!

Ares miró hacia el suelo, a lo que Hades, en un ataque de rabia, cortó el cuello del dios de la guerra. El cuerpo de Ares se desplomó en el suelo cual muñeco inerte.

La sombra del inframundo desapareció. Hades se arrodilló frente al cadáver de su esposa y empezó a llorar. Pero, para la sorpresa del rey del inframundo, una voz interrumpió de nuevo su sollozo.

-Aún puedes recuperarla.

El cadaver de Ares desapareció, y de la otra esquina de la habitación se manifestó de nuevo el dios de la guerra. El cinturón de Ápate brillaba fuertemente.

Hades, esta vez sin levantarse del suelo, preguntó.

-¿Por qué lo hiciste?

-Tengo una misión. Sabía que si acababas con mi vida, tu rabia se convertiría en desasosiego. Y así podríamos hablar tranquilamente.

Hades se levantó del suelo y se acercó a Ares, volvió a poner su daga en el cuello de éste y, con el rostro sumido en desesperación y con una voz temblorosa, consiguió tomar la fuerza para vocalizar algunas palabras.

-Más te vale que haya una buenísima razón detrás de todo esto, y más te vale que la manera de recuperar a Perséfone funcione.

-Verás, Hades. Has de saber que un humano se la ha jugado al grandioso Zeus. William Walker tiene ahora mucho poder y no sabemos de qué manera puede usarlo.

Hades, que seguía temblando y con los ojos llorosos, asintió con la cabeza. Su daga seguía en contacto con el cuello de Ares. El dios de la guerra continuó hablando.

-Tenemos que actuar antes de que el humano haga algo malévolo, es por eso que he tenido que acudir al inframundo.

-¿¡Y por qué has tenido que matar a Perséfone!?-Dijo gritando entre lágrimas.

Ares suspiró.

-Sabes cuánto se tarda en hacer un contrato con el Báculo del tiempo? Al rededor de 1 semana. No tenemos tanto tiempo, por eso es imprescindible que sea el mismo Krono quien viaje al momento en el que William Walker aún era humano.

-Sabías que no había manera de que dejara salir a ese bastardo. Y tuviste que tomarla como rehén.

Ares aprovechó que Hades estaba mentalmente destrozado para apartar la daga con el antebrazo. Y se dirigió a la salida de la habitación.

-Cuando la misión haya terminado, tú mismo matarás a Krono. Sabes que está débil. Tomarás el báculo, harás el contrato, hablarás conmigo antes de que cometa el asesinato y recuperarás a tu reina.

-Ares, has de saber que si algo sale mal, será a tí a quien mate. A tí y a toda la escoria del panteón. Reza por que todo salga bien.

La sombra de Hades rodeó el cuello de Ares mientras el rey del inframundo decía estas palabras.

El dios de la guerra miró hacia Hades antes de salir.

-Nada puede salir mal. Lo tengo todo calculado.

Hades se quedó arrodillado llorando frente al cadáver de Perséfone cuando las puertas se cerraron tras él.

Ares se dirigió a las afueras del castillo. Sabía que tenía que ir a la profundidad más recóndita del Tártaro.

Esta vez Cerbero no atacó. Su dueño daba permiso a la presencia celestial para deambular por el inframundo.

Ares llegó a las escaleras de la prisión. Unas escaleras de caracol cuyo final no se podía ver en la lejanía. Mientras bajaba, recibía cientos de gritos e insultos por parte de los titanes que estaban aprisionados en las celdas que rodeaban la bajada.

Le llevó 4 horas llegar al fondo del Tártaro.

A medida que se acercaba a la celda del gran titán, los gritos, que sonaban en una especie de ritmo tribal, se hacían más y más fuertes. Al final del larguísimo pasillo, permanecía la presencia desgastada pero imponente de Krono, el padre de los dioses.

-¿Otra vez? Estoy recibiendo más visitas hoy que en toda mi penitencia aquí. Parece que me vuelvo más popular con el paso de los años, je, je.

La voz grave y prominente del rey de los titanes inauguró una serie de vitoreos provenientes de las celdas adyacentes.

Ares se paró frente a la celda de Krono.

-¿A qué has venido, mocoso?

El dios de la guerra sonrió.

-Zeus está más débil que nunca. Una gran guerra se avecina y el panteón no está preparado para soportar ningún tipo de batalla.

-Ve al grano, mocoso.

Ares se acercó a los barrotes y abrió los ojos cual psicópata.

-Quiero que colabores conmigo para destruir el panteón.

Krono sonrió de oreja a oreja, también de manera psicótica.

-Dime una cosa, pequeño. Si hago un trato contigo, ¿Podré matar a Zeus?

-Si haces un trato conmigo, abuelo, tendrás que matar a Zeus.

Krono rompió a carcajadas maléficas, y todos los titanes de las celdas adyacentes empezaron a vitorearlo de nuevo.

-¡Me gusta! Veamos qué tienes planeado.






El Dios de la CertezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora