El gran Zeus no solía aceptar cartas provenientes de humanos. La naturaleza salvaje del hombre era aquella de un perro para los dioses del Olimpo, y el poder había imbuido de una gran soberbia a todos los dioses de la tierra divina, por lo que cuando Hermes irrumpió con la noticia de que un humano había intentado contactar con el grandioso Dios de dioses, un silencio abrupto inundó el panteón.
Si bien Hermes no solía dirigirse directamente a su padre, la urgencia de la situación hizo que no hubiera más remedio que darle la carta mano a mano al gran Zeus. El dios del Olimpo amenazó a su hijo con la mirada, el cual posó la carta en el lecho de su trono y se retiró a una velocidad incalculable.
Cuando Zeus, agachándose a tomar el sobre, vio el nombre del remitente, perdió el pulso y comenzó a temblar ante la mirada del resto de dioses del panteón.
Hera, preocupada, se acerca al trono y toma la mano de Zeus.
-¿Que ocurre, mi señor?
-Ese bastardo... Debí haber acabado con él cuando tuve la oportunidad. Ese hijo de puta siempre se las arregla para poner en jaque a nosotros los dioses, un humano no debería atreverse ni a mirarme los dedos de los pies.
-Mi señor... Puede que esta vez no sea algo tan malo... Abre la carta, juzgaremos después su contenido.
Zeus quebró el sobre y sacó de su interior un manuscrito en tinta "Firmado por William Walker" con un único mensaje escrito en tinta roja: "Sé tu secreto, y tú sabes lo que necesito".
Cuando el gran Zeus leyó esto, soltó un grito con tal fuerza que hizo temblar todo el panteón. Todos los dioses tuvieron que llevarse las manos a la cabeza tratando de tapar sus oídos, gesto que resultó inútil pues la fuerza vocal del alarido atravesó sus cráneos e hizo que se revolvieran de dolor en el suelo. Cristales se quebraron, columnas cayeron, y un fuerte terremoto terminó por azotar el monte divino.
Cuando el dios de dioses se recompuso, y con cuidado de que ninguna de las deidades se percatara, soltó una pequeña carcajada. Posteriormente se levantó del trono, e hizo llamar a Hermes.
Hermes fue forzado a postrarse frente a su padre. Este, sudando, no esperaba menos que su ejecución. Zeus, intrigado, le preguntó:
-¿Y cómo fue que este humano te convenció de que trajeras semejante carta, hijo mío, sabiendo que podría ser esta tu sentencia de muerte?
-Se... Señor... Ese bastardo sabe trucos muy sucios... Él tiene el corazón de Afrodita. - Contestó tartamudeando bajo un mar de sudor.
Tras estas palabras, la diosa de la belleza, testigo de la escena, soltó un ligero grito de terror apenas audible a una corta distancia.
-Hijo mío- Contestó Zeus-. Cuando tomas una decisión, estás abandonando el resto de opciones. Sabes eso, yo te lo enseñé.
Hermes miraba con terror la boca de su padre diciendo esas palabras.
-Pero, hoy no es el día en el que los dioses se enfrenten entre ellos-. Terminó de decir Zeus
Puso una mano sobre el hombro de Hermes y le pidió que se levantara.
-Tráeme a ese humano, tenemos muchas conversaciones pendientes-. Terminó la frase con una sonrisilla que aterró a todos los presentes.
Hermes partió del panteón más rápido de lo que nunca lo había hecho, quemándose los pies y gritando de dolor.
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El Dios de la Certeza
FantasíaTras haber descubierto la verdad oculta de Zeus, William Walker forzó al gobernador del Olimpo a otorgarle diversos privilegios a cambio de su silencio. Lo que el dios no sabe, es que el inglés se la tiene jurada a todos y cada uno de los residentes...