[Capítulo 24]: Toda verdad guarda un engaño

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Hefesto vivía notablemente alejado del Panteón. Tenía siempre rodeándolo una atmósfera de soledad y melancolía, que impregnaba su hogar con un aura lúgubre.

El Dios del Fuego y la Forja había aprendido a apreciar tanto el silencio que acostumbraba a caminar sin hacer ruido alguno. Sin embargo, había un patrón de sonido que se repetía a lo largo del tiempo. Hefesto, a martillazos, golpeaba el metal candente con el fin de crear algún tipo de artilugio.

El lugar era cuanto menos exótico. Una columna de lava aterrizaba sobre una placa de roca, sobre la cual pondría el metal a modificar. Alrededor de ésta, una gran sala vacía, cuyas paredes estaban recubiertas de estanterías repletas de libros de todo tipo.

Los golpes sobre el metal eran constantes y sucesivos. La percusión seguía un ritmo que Hefesto mantenía con cuidado.

Tras un par de minutos trabajando, Hefesto tomó su creación.

Sacó de la placa una figura metálica con la forma de su hija.

-¿Dónde estás, Henna?

Mientras tanto, saliendo del Panteón, William y la pequeña Henna discutían sobre la localización de Hefesto.

-¡Te digo que Hefesto está en la Tierra!

-Cállate ya, maldita niña. Nadie dijo que tuvieras algún tipo de derecho a decidir a dónde vamos.

Henna se enfureció y golpeó insignificantemente la pierna del dios de la Certeza.

-¡Hefesto visita la Tierra a menudo, además sé que me está buscando!

William le arrancó de cuajo un dedo a Henna, la cual comenzó a gritar de dolor.

-Te dije que te mantuvieras en silencio. Eres un rehén, tu voz no es importante.

Al Henna quedarse quieta retorciéndose de dolor, William la pateó para que siguiera caminando.

-Hefesto no está en la Tierra. ¿Quieres saber por qué? Porque yo he declarado la guerra contra los dioses. Y Zeus no dejaría que su arma más importante, el gran forjador, vagara sin rumbo por la Tierra con la posibilidad de encontrarse conmigo... Ahora, ¡Camina!

Tras unas horas caminando por un desfiladero rocoso, llegaron a divisar a lo lejos un gran volcán.

-Lemnia, el hogar del huraño Dios del Fuego. Ahí vive tu papi. ¿No es así?

Henna no respondió. Sin embargo, a los pocos segundos de la interacción, una voz de señora anciana sorprendió a ambos.

-Bienvenidos, ¿Vienen a visitar el hogar de Hefesto?

Henna acudió rápidamente a la anciana.

-¡Ayuda! ¡Este hombre me tiene como rehén y quiere extorsionar a Hefesto!

Sin embargo, William optó por tomar una posición defensiva.

-Henna, apártate de eso.

La anciana miró extrañada al Dios de la Certeza.

-¿Qué ocurre, joven?

Henna se apartó ligeramente de la señora.

-Tranquila, niña. Yo te protegeré de ese malvado dios.

-Co... ¿Cómo sabes que es un dios?

La anciana comenzó a tornarse grisácea y el cristalino de sus ojos comenzó a oscurecerse hasta que se convirtió en una bestia. Con una voz ahora extremadamente grave, protestó.

-Maldita sea. Eres perspicaz, Dios de la Certeza.

William se puso su fedora en la mano.

-Saludos, Dolos.

Henna se sorprendió.

-¿Dolos?¿Quién es Dolos?

William le respondió.

-Dolos, o más bien una extensión de su cuerpo. El señor de la mentira y el engaño.

La bestia tomó una postura imponente y amenazante ante William.

-Señor Walker. La verdad es que no tengo nada en su contra. Sin embargo, estoy seguro de que Zeus me recompensaría enormemente si le entrego tu cabeza. Pero eso no es nada divertido... Es por eso que le voy a hacer una propuesta.

-Desembucha.

-A continuación le voy a contar tres sentencias. Dos de ellas serán verdaderas, sin embargo una será falsa. Tu único trabajo será averiguar cual es el engaño. Si así lo logras, permitiré que ambos os dirijáis a Lemnia. ¿Acepta usted el desafío, señor Walker?

-Disculpe un momento, Dolos. Tengo que discutir antes una cosa con la pequeña.

-Tómese su tiempo.

William y Henna retrocedieron unos pasos y el Dios de la Certeza comenzó a hablar con baja intensidad.

-Está bien, quiero que no digas ni una palabra a partir de ahora. Si perdemos esto, ambos moriremos aquí.

Henna, haciendo caso omiso a las palabras de William, le preguntó.

-¿No crees que podríamos llegar a Lemnia si comenzamos a correr hacia el volcán?

-Te dije que no hablaras. Hay dos razones por las que esa no es una buena opción. La primera es que Dolos es más poderoso en función a las mentiras que haya contado la persona a la que ataca. Digamos que soy un objetivo fácil para él. Y la segunda razón y más importante es que aún no podemos ir a Lemnia. Hay que esperar la señal.

-¿La señal?

-No te preocupes. La verás cuando llegue el momento.

William observó la mano de Henna, la cual había recuperado el dedo perdido. Y posteriormente se dirigió a Dolos.

-Está bien, comienza las sentencias.

La bestia creció más y más hasta tener el tamaño de una gran mansión, y su voz era ahora mucho más potente.

-Está bien, Dios de la Certeza. Ahí van.

Henna se asustó y se ocultó tras una roca

-Primera sentencia: La niña que se esconde tras la peña no es la hija de Hefesto.

William pensó para sí mismo.

-Segunda sentencia: Hefesto actualmente se encuentra en la Tierra.

Los ojos de William se entrecerraron mientras frotaba su barbilla.

-Tercera y última sentencia: Hefesto está muerto.

William se sorprendió, pero lo disimuló impecablemente.

El Dios de la CertezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora