[Capítulo 5]: La manzana de Adán

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En el palacio predominaban rostros de perplejidad. Nadie sabía que decir. Sin embargo, lo que más desconcertaba a los dioses, era la actitud pasiva de Zeus ante la complicada situación.

Ninguno de los ellos quiso responder al discurso del nuevo "dios de la certeza".

Uno a uno, con la cabeza cabizbaja y un rostro pálido, los miembros del Olimpo se fueron levantando de sus tronos y retirando del templo. Los últimos en el lugar fueron Zeus, Hermes, Ares, Artemisa y Apolo.

William sacó de un bolsillo una linterna del tamaño de un llavero, que emitía luz ultravioleta, y comenzó a inspeccionar el suelo, intentando encontrar algo que, a pesar de que nunca encontró, sabía que tenía que buscar.

-Así que esta es la primera vez...-Susurró para sí mismo.

Artemisa no paraba de llorar. Un sollozo horrible que aterrorizaría al guerrero más despiadado bañaba el lugar con un ambiente pavoroso. Por otro lado, Apolo intentaba consolar a su hermana con hermosas palabras siendo pronunciadas de una manera tan confortante que cualquier pajarillo caería rendido en un profundo sueño tras escucharlas.

El oxímoron auditivo de la sala producía un absurdo digno de la peor comedia jamás escrita.

Tras un rato intentando calmar a la diosa de la caza, Apolo, entre lágrimas, se decidió a confrontar al agresor.

-¿¡Qué diablos te crees que has hecho!? ¡Has destruido el rostro de mi preciosa hermana! ¡Dioses sean los que castiguen el alma de tan ruin mortal y lo suman en un pozo de desesperación por el resto de los días!

Sin embargo William, que sabía que Apolo no tenía el valor suficiente como para comenzar un enfrentamiento, comenzó a reírse a carcajadas, sin decir ni una sola palabra. La furia de Apolo pronto se convertiría en quebranto, y sin disimular sus lágrimas comenzaría a llorar desconsoladamente. Ayudó a su hermana a levantarse del suelo y ambos se retiraron de la sala corriendo.

-Ya lo sabes, Zeus.-Susurró William con cuidado de no ser escuchado por el mensajero de dioses.-No vacilaré en contar tu gran secreto si tú rompes tu parte del trato.

-Lo sé muy bien... Retírate, has hecho más que suficiente para hacer que odie a la raza humana más que a ninguna otra en el mundo.

El nuevo dios sonrió. No porque estuviera orgulloso de sus actos, sino por algo mucho más intrincado. William sabía que las palabras de Zeus significaban mucho más de lo que a simple vista cualquiera podría imaginar. En concreto, sabía que esas palabras estaban directamente relacionadas al secreto que el gran Dios de dioses no se atrevía a reconocer.

Zeus alzó su mano, y Hermes supo que hacer. Tomó al recientemente proclamado dios William Walker de la nuca y ambos desaparecieron en el horizonte.

Tras unos instantes de aparente soledad, Zeus dio una orden.

-Sal de ahí.

Desde detrás de una columna alejada apareció Ares, el cual había permanecido en la sala de una manera tan cuidadosa que el único capaz de percatarse fue su padre.

Zeus se percató de que una figura idéntica a la de Ares permanecía aún en su respectivo trono, la cual desapareció pocos segundos después.

-Así que estuviste despierto todo el tiempo.

Ares levantó su túnica y reveló que llevaba puesto el infame cinturón de Ápate, también conocido como el cinturón de los engaños. Capaz de elaborar ilusiones simples con la forma de su portador.

-El nuevo dios sabe algo que no debe ser sabido, y asumo que tú también lo habrás escuchado mientras todos dormían.

Ares hizo un gesto con la mano, dando a entender que si bien había presenciado la escena, no había sido capaz de percatarse de todo lo que ocurría desde la distancia.

-Es una situación complicada la nuestra. El cabronazo utilizó un hechizo único de reflejo, nunca había visto nada igual. Fue por eso que no tuve la oportunidad de acabar con su vida sin terminar también la mía. Sabiendo que utilizaría a cualquier otro miembro del panteón para asesinarlo, el maldito se aseguró de dormiros a todos con ese gas antes de la revelación. -Las manos de Zeus se pusieron tensas como piedras.- Tú sabías que no dudaría en sacrificarte por el bien del universo, por eso permaneciste escondido. ¿No es así?

Ares asintió con la cabeza, a lo que Zeus contestó con una pequeña carcajada.

-Sobre el secreto, sé que ese hijo de puta jamás dejaría constancia de este por escrito, y tampoco confiaría en nadie para utilizarlo como as bajo la manga. Si tal cosa saliera a la luz ello causaría un cataclismo que acabaría tanto con la humanidad como con la divinidad, y él lo sabe. El mero hecho de saber tal cosa merece un castigo igualable a una eternidad en el Tártaro. De todas formas, no impediría que la noticia se extendiera por mucho que lo mandara a pudrirse al fondo del inframundo, y dejarlo ir era parte del trato.

Ares observaba callado como su padre exponía sus pensamientos.

-Él me obligó a darle la manzana de Adán, entidad que no sólo le otorgó un poder divino superior al de varios de los dioses Olímpicos, sino que también le dio derecho a tener un puesto en nuestro panteón. Por el amor de dios, la mayoría de dioses no tienen tales poderes regenerativos. ¡Maldito humano!

Ares se llevó una mano a la barbilla mientras reflexionaba.

-Y lo peor de todo, es que para solucionar este problema, ahora tenemos la ardua tarea de asesinar a un dios, y uno bastante poderoso, por si te parece poco. No se puede asesinar a alguien con un alma celestial sin un arma divina, y estoy seguro de que ese hijo de puta astuto conoce el funcionamiento de todo nuestro arsenal.- Zeus se llevó una mano a la cabeza.

Para la sorpresa del gobernador del Olimpo, su hijo Ares abrió la boca. Estaba a punto de pronunciar sus primeras palabras en años.

-Has cometido un gran error, padre.- Dijo con una voz tenue y calmada.- Si supieras la naturaleza de la manzana de Adán, el problema ya habría sido solucionado.

Zeus miró a su hijo con cara de extrañado.-Continúa.

-Los hechizos únicos son conocidos por su carácter limitado, eso es cierto, pero hay otra característica que engloba este tipo de encantamientos, esa de que sólo funcionan en cuerpos mortales.

Zeus se extrañó.-¿No quiere eso decir que, mientras el humano era mortal, yo no tenía la capacidad de terminar con su miserable vida, y en el momento en el que dejó de serlo, perdiendo entonces el efecto del hechizo y transformando su alma a la de un dios, la situación era similar?

- Ahí es donde entra en juego el funcionamiento de la manzana. Si bien otorga poderes y un cuerpo divino al consumidor de manera instantánea, su alma tardaría al rededor de cuatro minutos en tornarse celestial.

Los ojos de Zeus se abrieron como platos

-¿¡Quieres decir que hubo un lapso de tiempo en el que tuve la vida de ese sucio ser en mis manos, y no aproveché el momento por ignorar esta característica!?

Zeus pegó un grito que agitó el panteón de tal manera que las columnas se retorcieron de formas arquitectónicamente inexplicables.

-Tranquilo, padre. Aún tenemos una solución.

Las pupilas del dios supremo se agrandaron tanto que la córnea apenas era visible sobre la superficie de sus ojos.

-Hemos de recurrir a Crono, él puede utilizar su báculo para regresar al momento decisivo.

Zeus sintió tal desagrado respecto a la idea de sacar a su padre del Tártaro que una marea de náuseas recorrió su estómago. Sin embargo, sabía que no había margen para discusión, pues Ares ya había cerrado su boca y no volvería a abrirla en lo que quedaba de día.

-Parece ser la única solución, pero no pienso ser yo quien vaya a buscar a ese viejo cabrón al inframundo. Te ordeno a ti, hijo mío, la tarea de traer a ese anciano psicópata ante mí.

Ares hizo una reverencia ante el grandioso Zeus, se dio la vuelta en silencio, y partió hacia la salida sin hacer ningún ruido. Los pasos firmes pero silenciosos de su hijo le recordaron al dios supremo la importancia del éxito de la nueva operación. Se levantó de su trono, y abandonó la gran sala.








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