-A LA MIERDA TODO ESTO.
A Louis Lane le costó una barbaridad expulsar aquellas palabras de su boca. Estaban atascadas en su garganta como si fueran las espinas de un pescado, pero cuando el auto de su padre giró a la derecha en la carretera y se hizo visible un cartel que decía «Bienvenidos a Woodfall», simplemente no pudo seguir reteniéndolas dentro de sí.
No había estado nunca en Woodfall, pero cualquier lugar con un nombre como ese no podría causarle otra cosa que no fuera repudio. Woodspring era suficiente para él. Necesitaba desesperadamente ver otra cosa que no fueran árboles inmensos y carreteras interminables, pero al parecer ese viaje sería para torturarlo y no para complacerlo como había dicho su padre, quien lo había convencido fervientemente que sería lo mejor para él.
Lo cierto era que los últimos meses habían sido fatales. Él y sus amigos no solo habían sido acosados con sus propios secretos por un hacker maniaco, sino que descubrieron que su mejor amigo, Alan Vander, quien había desaparecido hace más de un año, había sido asesinado por Kevin Heights, un estudiante que bajo el seudónimo de Vander, espiaba a los chicos del instituto al que iban a través de la aplicación para móviles que su mismo padre había desarrollado para la institución.
Lo que se vislumbraba como un prometedor verano sin preocupaciones y mucha diversión, se había convertido en una auténtica pesadilla de secretos, mentiras y muerte. Y ahora su padre pretendía enviarlo a un soso pueblo para «alejarlo» de todo lo que había ocurrido, como si no tuviera grabado a fuego en su memoria el momento en el que enterraron el ataúd de Alan. Ese tipo de cosas no se borraban con una estadía de dos semanas en la casa de un colega policía retirado.
Su padre se acarició el prominente bigote negro con una mano mientras la otra seguía en el volante.
-Ya hablamos esto, Louis -dijo con su voz gruesa y rasposa, característica del policía que era y que tanto lo sacaba de sus cabales.
-La verdad es que no -masculló Louis, removiéndose en su asiento-. Tú fuiste quien habló, yo solo te estaba escuchando. No creo que este viaje arregle absolutamente nada en mi vida. Si de verdad quisieras ayudar, deberías escucharme primero.
Su padre emitió un gruñido apenas perceptible.
Louis se giró y lo estudió por un momento. Su cara no expresaba ningún tipo de emoción. Sus labios carnosos estaban fruncidos como de costumbre, sus ojos oscuros miraban fijamente al frente sin perturbarse y su bigote poblado... pues... era un bigote poblado.
Se removió con incomodidad al pensar que estaba dispuesto genéticamente a parecerse a él algún día.
Se volvió al frente justo cuando una bandera blanca a la entrada de una colina llamaba su atención. El emblema decía «Sanatorio Mental de Woodfall». Louis no pudo evitar estremecerse. Esa era la institución psiquiátrica a la que habían enviado a la loca de Ruby Rose (alias: la mano derecha de Kevin Heights). Si la intención de su padre era alejarlo de Woodspring y de todo lo que había sucedió en el último mes, pues, estaba logrando todo lo contrario.
-Ya casi llegamos -Lo consoló (o eso creyó) su padre.
Louis se limitó a suspirar y mirar por la ventana cuál sería su nueva cárcel durante las próximas dos semanas.
Las calles de Woodfall eran como las de cualquier pueblucho de ricos en los Estados Unidos: Limpias y con botes de basura para reciclar, reutilizar y... bueno, la que fuera la otra. Señoras con coches de bebés paseaban a sus hijos y una que otra deportista buenorra manejaba bicicleta por la ciclovía dispuesta a un lado de la calle. Pero en general, se parecía a Woodspring: Fachadas y vanidad.
Arrugó el rostro.
«Ay Dios, ya hasta pienso como Caroline».
Decidió concentrarse en el paisaje de afuera sin emitir ningún juicio, cuando apareció una valla gigante. «Industrias Wright para el futuro de Woodfall» decía en letras gigantes. En ella, un hombre de cabello cobrizo se mostraba bien vestido y sonriente con la fachada de una gran construcción como fondo. Alguien muy creativo se había dado la tarea de dibujar un par de cachos en la cabeza del hombre y una cola como de demonio.
Cuando su padre giró a la izquierda y entraron a una zona residencial, comprendió a más profundidad la razón de Caroline en pensar en la forma en la que pensaba. Cada casa de esa calle
se mostraba igual que la anterior, tenía los mismos carros lujosos y casi las mismas razas de perros en los porches y jardines bien cuidados.
Su padre suspiró y estacionó casi al final de esa calle en donde habían «copiado y pegado» las casas.
-Hemos llegado -anunció mientras se quitaba el cinturón de seguridad y se bajaba del auto.
A Louis no le quedó más remedio que hacer lo mismo. Tan pronto como bajó del auto desbloqueó una nueva razón para odiar Woodfall: los zancudos. Caminó hacia la casa a la que se había dirigido su padre, espantándolos de su piel.
Como si los hubiera estado esperando, de la casa de dos pisos y arbustos frondosos salió un señor rubio que saludó afectuosamente a su padre. Él se quedó atrás sin saber muy bien qué hacer. De la nada salió un Golden Retriever que comenzó a menearle la cola y buscarle juego.
Louis lo miró sin el más mínimo afecto y se alejó unos pasos de él para que no lo fastidiara.
-¿Algún trauma con los perros?
El amigo de su padre se acercó hacia él. Era alto, acuerpado y con los ojos de un azul extraño, casi grises. Era amigable, o al menos aparentaba serlo. A pesar de lo quisquillosa que había resultado su pregunta, tenía un aire desenfadado y un tono de voz tranquilo y apacible. Con todo y eso Louis no dejó tan fácilmente su actitud tosca.
-Para nada. Solo no me gusta invadir el espacio de los demás. O que invadan mi espacio -dijo, mirando fugazmente a su padre.
Este frunció los labios y le dijo con la mirada que no comenzara otra vez con sus cosas.
-Pero a veces sucede -le respondió el hombre rubio-. Y cuando sucede, no puedes quedarte de brazos cruzados. Debes actuar -dijo antes de quedárselo mirando de una forma extraña, como si compartieran una especie de confidencia, lo cual era totalmente falso.
Louis no sabía muy bien de dónde había venido eso y por qué, pero prefirió no darle muchas vueltas.
Por otra parte, su padre de apresuró a carraspear y presentarlos a ambos.
-Ender, él es mi hijo, Louis. Louis, él es mi amigo, Ender Williams.
El tal Ender extendió la mano y en un último acto de rebeldía Louis consideró no estrechársela, pero luego se lo pensó mejor y terminó haciéndolo de todos modos.
-Es un placer conocerte, Louis -dijo con excesiva carisma.
«Es una lástima que no pueda decir lo mismo».
-Llamaré a Darren para venga a saludar -dijo Ender antes de desaparecer dentro de la casa.
Louis se preparó para una retahíla de reprimendas y regaños por parte de su padre acerca de la educación, las buenas costumbres y blablablá, pero esta no llegó. En lugar de eso, su padre puso una mano en su hombro, y justo cuando Louis pensaba que le daría algún consejo fraternal o una cálida despedida, retiró la mano y se puso sus lentes oscuros de policía. Suspiró y entonces habló.
-Solo te pido una cosa, Louis -Se lo quedó mirando por un momento.
«¿Que no vuelva nunca más?»
-¿Qué cosa? -preguntó Louis rodando los ojos.
-No te metas en problemas.
Pero fue justamente lo que Louis hizo. Y esto fue más o menos lo que ocurrió...
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PELIGRO EN WOODFALL
Teen FictionEn un intento por dejar atrás los traumáticos acontecimientos de la primavera anterior, Louis Lane es enviado por su padre a Woodfall, un pueblo boscoso a dos horas de Woodspring. Lo que no sabe Louis es que una chica perseguida por la tragedia, un...