Vecinos

7.5K 585 197
                                    

Pete POV

Juguetes por todas partes, era como caminar en un campo minado en las madrugadas cuando alguno de los niños tenía pesadillas, en especial porque siempre olvidaba usar las zapatillas para andar en casa. Solté un insulto entre dientes rogando que ninguno lo escuchara y seguí caminando hasta su habitación.

― ¿Macao? ¿Venice? ―murmuré asomándome por la puerta, todavía no era bueno distinguiendo el llanto de uno u otro, sus voces eran tan parecidas que cuando estaba medio dormido me era imposible diferenciarlas.

―Papá. ―unos pequeños brazos se envolvieron alrededor de mis piernas y me incline para levantarlo del suelo para llevarlo conmigo, si despertaba a Venice ambos querrían dormir en mi cama y despertaría con dolor de espalda por las patadas nocturnas.

― ¿Qué sucedió? ―susurré con un largo bostezo cuidando los pasos que daba entre los legos que dejaron tirados antes de irse a dormir.

―Soñé feo otra vez. ―todo esto era culpa de Porsche, le pedí que los cuidara una vez para ir a mi entrevista de trabajo y ahora tenía dos niños traumatizados con el hombre encorvado que vieron en la película que les puso para entretenerlos.

Tenía un hermano de la misma edad, no entendía como se le había ocurrido dejarlos ver algo así, dudaba que Porchay hubiera visto al menos un minuto de esas películas.

―Puedes dormir conmigo esta noche, pero mañana volverás a tu cuarto. ―Macao asintió mientras lo dejaba en la cama y nos cubría a ambos con las sábanas.

Desperté de nuevo con los rayos de sol en mi rostro y me tomo unos segundos comprender lo tarde que debía ser para que hubiera tanta luz en la habitación, revisé la hora confirmando que íbamos tarde para todo y salte de la cama apresurándome a despertar a los niños para darles una ducha.

―Quiero cereal de colores. ―exclamó Venice jugando con la esponja de baño, mientras Macao tallaba su cabeza con el shampoo nuevo que habían elegido en la última visita que tuvimos en el super. Los gemelos tenían seis años, estaban en una etapa extraña en que trataban de ser niños grandes y les gustaba hacer las cosas solos, aunque dejaran jabón detrás de sus orejas todos los días.

―No, hoy es día de wafles. ―musitó Macao negando con firmeza, la discusión era siempre la misma. ―Papá, dile a Venice que comeremos wafles.

―Si no se apresuran tendrán que desayunar en el comedor de la escuela. ―advertí haciendo que ambos me miraran con pequeños ceños fruncidos.

―No, ahí sabe feo.

―No hay cereal de colores en la escuela. ―ambos aceleraron sus movimientos y sonreí ayudándolos a enjuagarse, veinte minutos más tarde los tres estábamos en la cocina, ellos llevaban sus uniformes y yo usaba una camisa blanca con un pantalón de mezclilla, había aprendido de mala manera que no debía usar mis mejores atuendos para cuidar de los niños, así que ahora usaba únicamente prendas básicas que podía conseguir en el supermercado.

―Recuerden que deben usar el transporte hoy, la maestra los llevara hasta el autobús y yo estaré ahí cuando bajen, ¿Cuántas paradas hay antes de llegar a casa? ―cada uno tenía el desayuno que habían pedido y me miraban con ojos curiosos.

―Seis. ―respondieron mostrando sus dedos, asentí orgulloso y los deje terminar de comer mientras yo tomaba una taza de café. Al salir del apartamento notamos un par de cajas en el pasillo y la puerta del otro lado abierta para dejar pasar a los empleados de la mudanza, desde que llegamos a vivir aquí, nadie había ocupado ese lugar, no era un edificio moderno y el vecindario no era muy popular, la mayoría de los residentes eran personas mayores, no me sorprendía que hubiera pisos vacíos por esa causa, era más impactante ver a alguien nuevo llegar.

Play DateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora