Resultó que rastrear a un chico con nada más que una caja de cerillos y su constante pulso, era tan difícil como parecía. Los cambios rítmicos eran tan sutiles que Dalfe había tardado un par de cuadras en entender cómo funcionaba y había malinterpretado el camino y desviado otro par de calles. Lo cual no era el mejor caso, ya que Arrael cojeaba y Telma apenas y se podía poner de pie con ayuda de Jalin, quien seguía un poco desorientado y con el sol de media mañana azotandolos, también necesitaba de un descanso de vez en cuando.
Zolier y Caroline por su parte, se habían llevado una medalla de buen comportamiento. Habían obedecido en todo y resultaron ser los miembros menos peliagudos de su procesión. Jamás se quejaron por el cansancio, ni por el calor, ni por la sed. Además de que eran los únicos que no pensaban que la idea de Dalfe era una locura.
Tanto Jalin como Arrael le habían expresado su escepticismo abiertamente y no habían presentado misericordia alguna al hacerlo. Telma no lo mencionó, pero Dalfe la conocía tan bien que no era necesario que se lo dijera, Dalfe sabía que dudaba. Sin embargo, al final todos cedieron. ¿Qué más podían hacer? Se estaban quedando sin opciones y esto era lo mejor que tenían.
La caja de cerillos terminó por guiarlos a los muelles. Una zona bordeada de grandes almacenes, con vista al mar. En las pasarelas había una extraña mezcla de navíos y barcos, de todas las clases y tamaños. Había yates de lujo del tamaño de una casa y con la capacidad de dejar en bancarrota a cualquier rico de poca monta; junto a barcos pesqueros los suficientemente destartalados y oxidados, como para que se considerara un milagro que siguieran a flote. Los espacios entre el mar y las pasarelas eran irregulares, unos con más mar que tierra y otros casi con una carretera de pasarela; todo sin ningún patrón u orden específico.
Una mano se posó en su hombro y ella se detuvo en seco.
-¿Qué tan lejos está?- A pesar de su cojera, Arrael se las había arreglado para mantenerse junto a ella todo el camino.
-No muy lejos- El ritmo de la caja ya se asemejaba al pulso de un corazón, apenas más lento que la noche anterior. -Supongo que Roland ha de estar en algún barco.
-¿Confías en él?
Era una pregunta completamente válida, sin embargo la tomó por sorpresa.
-¿Si?- Dudo, no es que hubieran tenido una gran conversación, pero esa pequeña interacción había sido suficiente para que supiera que era una buena persona. Arrael le hizo una mueca. -¡Si! Roland es inofensivo.- O al menos eso creía -Además era amigo de Leoreo ¿Qué tan malo puede ser?- Tenía que admitir que esta pequeña esperanza había influido bastante en su decisión.
-Claro lo olvidaba. Un supuesto "amigo" de Leoreo- Escupió ácidamente, pero no alegó. Dalfe no pudo evitar sentir que algo más le molestaba al respecto, pero se lo estaba callando. -Creo que deberíamos de tomar un descanso. -Cambio el tema.
-Pero ya casi estamos ahí.
-No era una sugerencia. A menos que quieras cargar con dos cuerpos, pará.- Dijo y la obligó a darse la vuelta.
Sus amigos los seguían de cerca, pero apenas. Durante todo el camino, Telma se había apoyado en los hombros de Jalin para caminar. Ella era resistente, pero un disparo podía afectar a cualquiera. Había pretendido estar lo suficientemente bien para moverse, pero ahora era evidente que no era así, ya que su cuerpo estaba sin fuerzas y técnicamente arrastraba los pies.
Aunque eso no era lo peor. Jalin debió de haber cargado su peso en compensación sin decirle a nadie. Él era fuerte y había salido bien librado de la pelea, pero al igual que Telma tenía un límite. Uno que estaba a punto de alcanzar si no se detenía pronto.
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Vida Salvaje
FantasyLa magia es peculiar y encuentra la forma de poner todo en su lugar. Los "depredadores" solo asesinarán Los "salvajes" siempre combatiran Los "soleados" nunca se rendiran Y ninguno terminara por ganar.