Dalfe volvió a leer la carta, no porque no la hubiera entendido la primera vez, si no, porque tenía la ridícula esperanza que su contenido cambiará. Pero claro todo siguió igual. Rila y Calixto estaban muertos, Thalia estaba desaparecida, a las comunidades les valía un comino y ellos no pudieron hacer nada. Volvió a doblar la carta y la regresó a su sobre.
Guardó la carta para sí y se escabulló de vuelta a su habitación a tratar de dormir por lo menos un par de horas. Sin embargo, no había podido dormir en toda la noche ¿Por qué creía que por fin lo lograría ahora que sabía el contenido de la carta?
La carta solo había terminado de espantarle el sueño, dejando correr sus pensamientos a lugares tenebrosos a los que ya se estaba acostumbrando. No solo era que Purlan estuviera desquiciado; como había dicho Arrael, eran todos. Todas las comunidades eran iguales, no se preocupaban por sus integrantes, solo por su fuerza y su capacidad de luchar. Quienes no llenaban la talla eran dejados atrás sin dudarlo. Ganar, sobrevivir y ser mejores; de eso se trata todo, no había nada más.
Pensó en Calixto, su gran inteligencia opacada por su aún más grande impulsividad. Un chico que a diferencia de Maul o Bella, jamás se había quejado de encargarse de los más pequeños en el instituto y disfrutaba verdaderamente de jugar y convivir con ellos. Él nunca había sido muy rudo, pero cuando Dalfe lo vio entrenar una vez, había demostrado ser bastante capaz. Aunque al parecer no había sido suficiente.
Recordó a Thalia, siempre dispuesta a ayudar y obstinada a quejarse en el proceso. No la había llegado a conocer muy bien, pero sabía que ella y Zolier habían sido mejores amigos. No había un solo momento que no pasarán juntos como la sombra del otro. Cuando se vieron forzados a separarse Dalfe casi lloró con ellos. Ahora... ¿Ahora cómo se suponía que se lo dijera? ¿Cómo lo tomaría Zolier? ¿Sería mejor no decirle? ¿Existía alguna posibilidad que siguiera con vida? ¿Era eso bueno o peor?
Revivió las palabras de Mome sobre el tormento de Rila a manos de Cálico y su escabroso pasado. Rila, la dulce y encantadora pequeña, delicada como la porcelana y quebradiza como una ramita. Arrael había cumplido su promesa de no abandonarla a su suerte, pero... ¿Realmente había servido de algo? ¿O solo la había condenado? ¿Hubiera sido diferente si se hubiera quedado con ellos? Ella no lo sabía, al igual que no sabía si fue mejor su destino que el de Thalia.
Sus asesinos habían sido soleados, lo sabían por las cuencas vacías de sus ojos, justo como las de su hermano. Sin embargo, no podían saber con seguridad de qué clan se trataba. Dalfe rogaba con desesperación que no fuera el de Cálico. La horrible visión centelleó en su mente y ella la hizo a un lado antes que se hiciera nítida.
En su lugar, pensó en Roland. El chico extraño que se había colado. La misteriosa y nueva conexión con su hermano. Un renegado, como sus padres "...a eso nos dedicamos, a escapar del destino y acabar con las muertes..." Eso era exactamente lo que ella quería. Quería cambiar cómo funcionaba el mundo, cambiar que sus amigos siguieran muriendo, cambiar como su hermano había muerto defendiendola y ahora casi perder a Arrael también; cambiar el vivir con miedo; cambiar el tener que luchar cada día de su vida. Cambiar al destino mismo y su propio propósito de existir.
Planeaba contarle todo a Telma y al resto cuando despertaran. Contarles sobre la carta, sobre Roland y sus conclusiones al respecto. Pero no tuvo la oportunidad. Su vida seguía siendo su vida, con las bestias y demonios de siempre rondando por las sombras. Pronto encontró cosas más importantes de las cuales encargarse.
Inmediatamente después del incidente de Oleg, Purlan solo había desaparecido dentro de su oficina y los había dejado en paz. Sin embargo, Dalfe tuvo razón y solo era la calma antes de la tormenta. Purlan tenía planeado hacerles recordar quien estaba realmente a cargo y que tal prescindibles eran sus vidas.
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Vida Salvaje
FantasyLa magia es peculiar y encuentra la forma de poner todo en su lugar. Los "depredadores" solo asesinarán Los "salvajes" siempre combatiran Los "soleados" nunca se rendiran Y ninguno terminara por ganar.