4. La matemáticas.

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Su cuerpo estaba frío como a la vez caliente, se sentía mareado su cabeza dolía y peor, sus caderas ardían, trataba de recordar lo que había pasado o donde estaba. Una voz recorrió cada mínima neurona de su cerebro haciendo que su cuello llamara -Quacks.

Rubius estaba a su lado sosteniendo su cintura, el omega abrió los ojos como platos hondos al ver su cuerpo desnudo pegado a él -Rubius.

Estaba en pánico, apareció mágicamente en una cama, en la cama de su mejor amigo que era un alfa, su olor se hacía denso en sus fosas nasales y se sentía doloroso, sabía cual era esa sensación -¿Qué pasó anoche?

-Entraste en celo, así que te ayude un poco- quackity quería morir, realmente quería morir porque no era posible entrar en celo en esas fechas, tenía su seguimiento -¿¡Qué tomé?!

Se sentó en la cama sintiendo como los labios de rubius besaban la parte baja de su espalda, su cuerpo pedía, y eso lo sabía, necesitaba el tacto del alfa. Gimió y tensó la piel además de recibir un escalofrío impertinente -Tomaste mucho vino, por eso no lo recuerdas.

-...¿no me habras drogado?- era la última respuesta, tenía los ojos en el suelo mientras sus brazos se abrazaban así mismos -No seas idiota, quackity, sabes que no haría tal cosa, ¿me crees un mounstro?

Quackity negó, estaba desesperado, asustado, congelado, veía los chupetones de su cuello impregnados además del olor a menta y tabaco en su pecho, lo estaba consumiendo, por cada tacto, caricia y palabra de consolación -Rubius, me siento extraño.

-Será que el niño sigue queriendo follar?- quackity se sorprendió al recibir las manos frías de rubius al rededor de su pecho, de inmediato recibió un espasmo -¡no hablo de eso! Se siente mal.

-¿Qué se siente mal? Estas aturdido pero tú decidiste tener sexo conmigo, quackity- el chico dejó caer su peso en el alfa quien reposaba sus brazos en su pecho y besaba su frente de forma lateral.

-Tienes razón- tenía miedo, no quería pensar que su propio mejor amigo le había drogado para convencerlo, era difícil pensar mal de alguien cuando su cuerpo adoraba ese contacto -Quedate conmigo, quacks, te preparare el desayuno y te quedaras en casa.

Sus susurros escarbaban hasta el tímpano, jadeaba por cada toque de sus dedos -Tengo un examen importante hoy- rubius sonrió coqueto al morder la punta de su hombro izquierdo -Lo pospondras.

-Está bien- abrazó su cuerpo dejando que el olor entrara por el último hueco de su cuerpo -Te quiero.

Dijo al dejarse caer en la cama, dejando que su miedo se escondiera tras la cortina -Yo a ti.

(...)

-¡Te digo que hay algo raro en él!- exclamó alexby sosteniendo una paleta de helado con colores celestes fosforescentes -No lo sé, yo no noté nada.

-Su forma de reaccionar...ante rubius, él estaba molesto y quackity asustado, sé de lo que hablo- vegetta rodó los ojos casi poniéndolos en blanco, jadeó golpeando la pequeña frente de alexby frente a él -Tranquilo, cualquier cosa quackity te lo podrá decir si se lo preguntas, te llevas bien con él.

Sus celos incrementaban, sabía que quackity no tenía la culpa de que en el fondo de su corazón; fuera tan inseguro que odiara hasta la última persona hermosa de la tierra, tenía que fingir sentir algo de pena por quackity, tenía que ser buena persona pero no le era fácil -Todo estará bien.

-Tienes razón, ¡aún así le pediré ayuda a luzu!- vegetta alzó una ceja confuso, e incluso soltó un suspiro agotado -haz lo que tu corazón diga.

Retiró su presencia yéndose de allí, desconcertando a alexby. Vegetta tenía su propio trayectoria a clases, la Universidad era extensa, se preguntaba mil y un cosas, y se sentía solo.

Esa soledad que comía tu corazón, claro, podías amar estar solo pero sentirte solo era otra opción y vegetta lo odiaba. Rubius había tomado el plato de su alma, de su casa y de su amor, lo había masticado hasta que no hubiera nada por cual cuidar, por cual luchar.

Lo había amado tanto, que se dejó de amar así mismo para hacerlo, lo había amado tanto que lo perdonó, lo había amado tanto que no supo en que momento él recayó. No supo en que momento dejó de sentir empatía por la demás gente, como si estuviera obsesionado con el alfa.

No podían tener hijos, rubius usaba esa excusa para no formar una familia con él, aun así se sentía mal, despreciado y abandonado por la persona que creyó amar. Sus pies pararon en su clase, matemáticas había comenzado, recordaba lo mucho que le gustaba la materia.

Pero notó a lo lejos la presencia de un castaño encapuchado de negro, ese negro denso que se veía incluso sin usar lentes. Luzu sentado comúnmente miraba a la pizarra vacilando, tenía un par de audífonos colgados de sus oídos.

"¿Por qué alexby va a querer que luzu interfiera en algo, cuando ni siquiera conoce a quackity?"

Mordió la punta de su lapicero casi sacando tinta de aquel azul, jadeaba al pensar en cada deseo, en cada pensamiento. Tenía pensado invitar a rubius a una cita ahora que estaba más libre, después de todo, rubius ya no estudiaba.

-Aquí está- dijo el señor amargado con un golpe a su mesa que invadió sus pensamientos, era el examen de matemáticas que tocaba, personalmente no le molestaba pero sin saberlo; parecía tener ganas de llorar por cada movimiento que hacía con los dedos.

Se preguntaba, si rubius podía amarlo, podía desearlo, podía llorar por él tanto como vegetta lo hacía, cubrió su frente con la palma de su mano al sentir las gotas de lágrimas al caer tras la mesa, se sentía peor que morir.

El ejercicio de la materia era simple, pero el ejercicio que necesitaba armar en su cabeza no, se sentía sofocante, se sentía mal, podía escuchar la música de Nirvana en sus tímpanos aún, cuando rubius seguía siendo su novio, cuando le repetía que le amaba.

Extrañaba cubrirlo en su casa, cuando sus padres salían, él y rubius se escapaban "¿Vienes, mi niño?" decía tras el marco de la puerta, siempre sabiendo que la respuesta sería positiva.

Se sentía como la mierda, se sentía perdido, se sentía roto, quería sentirse amado una vez más, su alma odiaba a quackity al sentir que había arrebatado la última oportunidad, la matemáticas era fácil.

ᵍʰᵒˢᵗ ᵇᵒʸ. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora